Discos
Todo sea por la causa
Juan Krakenberger
Tears of Beauty. Kurt Atterberg: Suite nº 1 para violín, viola y orquesta de cuerdas; Shigeru Umebayashi: Yumeji’s Theme (de la banda sonora de ‘In the Mood for Love’); Michael Hurd: Sinfonía concertante; Gerald Finzi: Romanza en Mi bemol mayor para orquesta de cuerdas; Jorge Grundman: Trío para cuerdas nº 3; Arvo Pärt: Fratres, para orquesta de cuerdas y percusión; Dmitri Shostakovich: Nocturno de ‘El Tábano’; David Johnstone: Resurrection; Alberto Iglesias: Soy Marco (de la banda sonora de ‘Hable con ella’). José Ángel Vélez, viola; Dragos Balan, violonchelo. Non Profit Music Chamber Orchestra. Ara Malikian, violín y dirección. Producción y edición: Javier Monteverde. Un disco compacto de 77’33’’ minutos de duración grabado entre el 27 de septiembre y el 9 de octubre de 2006 en el Complejo Cultural Frai Luis de León, Guadarrama, y el Estudio de Cezanne Producciones, Las Rozas (Madrid). Warner Music Spain 5101183462
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No comprendo muy bien porqué se eligió el título del presente cedé: Tears of Beauty, o sea, lágrimas de belleza. Siempre me pareció que el adjetivo apropiado para las lágrimas era “amargas”, y de ese gusto no hay ni un segundo en este disco. Más bien lo contrario: se trata de la música más dulce y empalagosa que he oído hace mucho tiempo, con escasas excepciones – la obra de Pärt, y poco más. Como sobre gustos no hay nada escrito, podría imaginarme que las diez obras que se presentan aquí – todas mayormente poco menos que desconocidas – hallarán un público adicto, y sería bueno que así fuese, porque la finalidad de su presentación, a cargo de los solistas y la Non Profit Music Chamber Orchestra (orquesta de cámara sin fines de lucro) es más que laudable: creen que con esa música podrán atraer un público nuevo para la música clásica, cuyo declive de popularidad señalan y lamentan. ¡Ojalá tengan razón! Yo tengo mis dudas al respecto.
A mí, personalmente, me costó cierto esfuerzo escuchar el cedé entero. La música dulce, melosa, compuesta precisamente para que así sea y suene, no es de mis favoritas. No me llega, no me atrae, y es incapaz de emocionarme. Podrán acusarme de purista, de cerebral, de impasible....lo lamento, a mi me conmueven músicas profundas e intelectualmente exigentes, y de esto tenemos poco o nada en este cede. Tengo que reconocer, sin embargo, que las interpretaciones son logradas, tanto técnicamente como musicalmente y que la sonoridad – a pesar de una reverberación un poco excesiva para mi gusto – es satisfactoria, sobre todo para este tipo de música. Ara Malikian, como solista de violín en la mayoría de las piezas, destaca por su bello sonido, su perfecta afinación, su extraordinaria técnica, y la expresividad de su manera de tocar. Lo mismo vale para los otros solistas de viola y violonchelo.
La única composición de Shostakovich, el ‘Nocturno’ de la película El Tábano del año 1955, se halla a cargo del violonchelista Dragos Balán, y la interpreta con bello sonido. Hay también una obra de cámara, el Trío de cuerdas Nº 3 del madrileño Jorge Grundman: todos sus movimientos son más bien lentos, y no encuentro la palabra adecuada para describir esta música. Para el primer movimiento, en alemán, lo llamaría “Edel-Kitsch”, o sea “nobles lugares comunes”. Hay alguna reminiscencia de tango en el movimiento central, y en el Adagio final no entiendo porqué termina contundentemente dos veces, una vez en el medio y la otra vez al final.
Una excepción lo constituye Fratres para cuerdas y percusión de Arvo Pärt, que en su lenguaje sereno, siempre con un fondo religioso, demuestra su fina sensibilidad. La parte del violín, que empieza con un largo solo, está muy bien concebida, y hay – por fin – algún destello dramático. Es la obra más larga del cedé (dura unos 10 minutos) por la sencilla razón que Pärt tiene algo que contar. La mera búsqueda de efectos – justificada en la música para películas – no logra que las demás obras duren más de 4 o 5 minutos.
La otra excepción lo constituye la composición de David Johnstone Resurrección que dura 8 minutos, y ello se debe a su forma: se trata de una passacaglia, sobre un tema de ocho compases, que va enriqueciéndose poco a poco. Aquí se luce el conjunto orquestal, que suena muy bien: las 18 cuerdas en total, encabezadas y dirigidas por el concertino Ara Malikian, tocan de forma bien coordinada (no quisiera indagar cuantos de sus integrantes emanaron de conservatorios españoles – ¡mejor no insistir!). Eso sí, hace falta anotar aún algo importante: toda esta música, tan sentimental, sólo rinde si se toca con sonoridad sostenida, de manera que se oye muy poca variedad dinámica: ningún “pianissimo” de conjunto en todo el cedé.
Los comentarios sobre las obras son de Álvaro Marías, con traducciones al inglés, francés y alemán. También hay notas sobre la Fundación NonProfitMusic y agradecimientos. Ojalá esta fundación tenga éxito: sus fines son nobles, y merecen apoyo.
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