España - Cantabria
Festival de SantanderUn estreno y un homenaje
Roberto Blanco
Con un estreno absoluto y un homenaje a los veinticinco años de labor del Trío Mompou se inauguraba el ciclo sinfónico del quincuagesimoséptimo festival internacional santanderino.
La obra a estrenar (encargo del F.I.S. y de Yamaha) de título Concierto Cántabro, ha salido de la pluma de Zulema de la Cruz. La compositora utiliza el trío de violín, piano y violonchelo junto a la orquesta para plantearnos una acción orquestal en tres movimientos: ‘Lento religioso’, ‘Danzante’ y ‘Rítmico montañés’. Cada uno de ellos se sirve de un distinto tema popular montañés que transformado, variado y hábilmente orquestado conduce a una apoteosis final. El uso de la percusión, la repetición y la variación orquestal, con la intervención puntual de los instrumentos solistas, nos remite a ese tipo de obras de corte neonacionalista que busca el entronque con el sabor regional y donde destila toda la sabiduría de esta compositora, que demuestra así conocer y dominar todos los recursos de la orquesta.
Previamente tuvimos la ocasión de escuchar el Scherzo fantástico del violinista y compositor cántabro del siglo XIX Jesús de Monasterio. Mal conocido y poco difundido, Monasterio fue uno de los grandes impulsores de la música instrumental en el Madrid decimonónico. Fundador y director de la Sociedad de Conciertos, a su actividad como virtuoso del violín y director de orquesta, aunó una labor compositiva que no ha tenido, en nuestro tiempo, gran difusión. De 1865 data este Scherzo fantastico que fue estrenado por la Sociedad de Conciertos de Madrid dirigida por Barbieri en marzo de 1868. La obra, sinfónicamente ambiciosa, destaca por el uso de los recursos orquestales y la búsqueda de color típicamente mendelssohniano, que va avanzando secuencialmente, pero siempre dentro de una estética plenamente romántica, donde se trasluce el equilibrio y la simetría formal de su construcción.
También nacionalista, y en la tónica rítmica del programa, se iniciaba la segunda parte del concierto con el popular Huapango del mexicano José Pablo Moncayo. La OSPA, con sus meritorios metales, hicieron una buena lectura, rítmica y colorida de este clásico del repertorio azteca.
Le siguió Gershwin y su Americano en París: paseamos de la mano del corno inglés por los bulevares parisinos, vivimos los momentos de bullicio y degustamos el sabroso blues y el vibrante charlestón brillantemente resueltos por la orquesta asturiana y su eficiente conductor, Maximiano Valdés.
La coda final correspondió a la exótica fantasía del Bolero raveliano que, por muy transitada que sea, nunca conseguirá dejarnos indiferente. La lectura de Valdés y de su orquesta, vigorosa y contrastada, dejó un delicioso sabor final de boca.
Comentarios