Estados Unidos
Sara Coburn, Linda de Caramoor
Horacio Tomalino

Si bien las voces fueron de una calidad superlativa y los cantantes conformaron un equipo muy buen trabajo, la soprano americana Sarah Coburn resultó de lejos la gran triunfadora de la noche. Su caracterización de la protagonista fue memorable y será difícil de olvidar tal exhibición de destreza vocal. Si su “O luce di quest’anima…” –que tuvo que ser bisado por la ensordecedora ovación del publico que no dejó que la orquesta continuase- destacó por la perfección técnica, la elegancia y el buen estilo de su interpretación, este fue sólo el preámbulo de una velada que la mostró pletorita de medios y totalmente desenvuelta frente a su parte.
El otro lujo de la noche fue el inspirado ‘Pierotto’ de la ascendente mezzo-soprano Laura Vlasak Nolen quien con graves robustos y aterciopelados dio al anodino rol huérfano ‘Pierrotto’ una relevancia poco habitual.
El tenor Barry Banks fue un ‘Carlo’ vocalmente correcto, de fraseo bien matizado y perfecto dominio del fiato a quien solo pareció preocuparle demasiado obtener el mejor efecto vocal en detrimento de una interpretación que resulto harto rígida e insuficientemente expresiva.
Como el ‘Marqués de Boisfleury’ el bajo barítono Ricardo Herrera no solo resulto vocalmente adecuadísimo para la parte sino que además dio rienda suelta a sus consumadas dotes histriónicas y deleito a lo grande en cada una de sus intervenciones.
Con voces plenas y redondas tanto bajo el bajo Eric Jordan como el barítono Marco Nistico cumplieron por demás con los requerimientos de las partes del prefecto y del padre de Linda respectivamente.
Al frente de la orquesta St. Luke el Mtro. Hill Crutchfield mostró un claro conocimiento de la opera que se tradujo en una lectura plena de inspiración, buen gusto y minuciosa concertación.
El coro del Festival volvió a demostrar su solidez y su profesionalismo y agregó calidad a uno de las mejores propuestas musicales de este verano neoyorquino.
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