Bélgica
Homenaje a Korngold
Jorge Binaghi
El caso es que la Sonata en sol mayor op. 6, con la que se cerró la primera parte, en cuatro movimientos, me resultó demasiado larga y en todo caso reveló los problemas de estructura del autor, pese a los muchos momentos de bellas líneas melódicas melancólicas y ‘decadentes’. Pero me parece aventurado afirmar, como en el programa, que Korngold representa en música lo que Klimt -nada menos- en pintura….
Parece bastante claro que el autor, desde muy joven, escribía mejor con un ‘argumento’, como lo probó en la segunda parte la transcripción para piano del interludio de la que él juzgaba su obra maestra, la ópera Das Wunder der Eliane op. 20, e incluso, pese a que volvió a hacerse presente la cierta monotonía en una determinada ‘extensión’ del op.11, la música incidental (convertida en suite de concierto, al parecer de mucho éxito en la época) para Much ado about nothing, de su justamente amado Shakespeare.
Y es en las canciones escritas para las obras de teatro de éste donde salió a relucir el mejor Korngold, de las Songs of the Clown op.29 con su vena cómica o irónica (la brevísima ‘Adieu, good man devil’ y la célebre ‘For the rain, it raineth every day’) y de las Four Shakespeare Songs op. 31(‘Under the Greenwood Tree’ y, sobre todo y como siempre, esa fuente de inspiración musical que es la 'canción de Desdémona' de Othello). Antes, en la primera parte, y junto a un lied cada uno de Max Reger, el rarísimo (y por lo visto no muy fundamental, con un ‘Du bist die Ruh’ que pasó sin pena ni gloria haciendo añorar a Schubert) Sigfrid Karl-Elert, Alexander von Zemlinsky (una magnífica ‘Die drei Schwestern') y Alban Berg (‘Sommertage’ de los Sieben frühe Lieder), se pudieron escuchar dos de los seis juveniles (¡quince años de edad!) Einfache Lieder op.9 (‘Liebesbriefchen’ y ‘Schneeglöckchen') que, como los diminutivos indican, muestran una actitud casi adolescente y tienen la virtud de ser, sobre todo, einfach, sencillos.
Contrariamente, la segunda parte empezó con un ejemplo (excelente, ‘Mond, so gehst du wieder auf’) de los Abschiedslieder op.14 -donde estamos en presencia de una personalidad madura-, ‘Welt ist stille eingeschlafen’ (op.22), y un tardío -en todos los sentidos- ‘Sonett für Wien’ (op.41) que, justamente, escrito a su regreso a Europa del que volvió deprimido y desolado, muestra una escritura que no pertenece a ninguna parte y explica en buena parte el porqué de su ‘fracaso’ posterior a la guerra. Como bis se escuchó un lied op.38 muy bello ‘Steht ein Mädchen’, donde al piano y a la voz se unió el violín.
Forsberg, ya se ha dicho, fue una especie de arquitecto y maestro de ceremonias, y su competencia y entrega están fuera de toda discusión. El joven violinista Kuusisto tuvo una actitud entusiasmada y entusiasmante -quizás en algún momento poco académica, pero eso importa poco- y la sala lo aplaudió complacida.
Claro que buena parte del público había venido por escuchar a alguien que aquí no ha cantado nunca ópera, pero sí es bien conocida, y apreciada (merecidamente) por sus conciertos, una dama de la música que se llama Anne Sofie von Otter. Hizo música con sus compañeros, pero no sólo de un modo instrumental sino también expresando cada uno de los diferentes sentimientos o estados anímicos de las canciones (lo tuvo, entonces, particularmente difícil en este aspecto en el aludido ‘soneto a Viena’, que aún con la mejor voluntad e intención suena –texto y música- altisonante y discursivo). Y culminó -también con violín y piano- con la pieza más destacada del programa y probablemente de su autor, la ‘canción de Marietta’ de Die tote Stadt op.12. Von Otter ha sido siempre una mezzo ‘clara’, y esta vez, salvo en algunos graves en la segunda parte, lució francamente asopranada con algo de vibrato metálico en el extremo agudo, que se empieza a destimbrar en la emisión en piano o pianissimo. Esto afectó naturalmente a la versión de la célebre canción, que es para una soprano (más bien lírica pura que spinto), como al lied de Berg. En los demás, brilló a gran altura aún y en particular en las canciones en inglés sobre textos de Shakespeare (de tener que señalar ‘cumbres’ -lo que no deja de ser una tontería- me quedaría con la 'canción de Desdémona' y ‘For the rain…’).
Ignoro si en el futuro veré otro programa Korngold y su época, pero tiendo a dudarlo. Como experiencia y contacto, interesantísimo. Pero no sé si entusiasmante, independientemente de la calidad de la interpretación y de la superior compenetración de los artistas con la música.
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