Reino Unido
Revelando a Sibelius (1)
Andrew Maisel

Como pieza inaugural, el primer concierto incluyó El regreso de Lemminkainen (parte de las Cuatro leyendas) Salonen le imprimió un ritmo intenso, y aunque no llegó a producir efectos similares a los logrados por la vertiginosidad impuesta por Toscanini o Beecham, la versión fue, en general, vital, intensa, y con excelente ejecución por las cuerdas.
La primera parte del programa fue completada por Wing on Wing una obra compuesta por el propio Salonen en homenaje al Walt Disney Hall, la nueva sala de conciertos de Los Angeles y su diseñador Frank O. Gehry. Resulta difícil elucidar como puede ubicarse esta obra, expansiva y de gran escala, en un programa Sibelius. Nada nuevo para la fiesta trae esta composición que, claramente influenciada por otros, empezando por Debussy y terminando con Bernstein; ¡hasta también incluye tomas de la voz del mismo Gehry, para mejor efecto! De cualquier manera hubo esplendidos efectos orquestales, conjurados y exhibidos por la Filarmónica de los Ángeles con logrado virtuosismo.
En contraste, la más popular de las composiciones tempranas de Sibelius, la Segunda sinfonía, desilusionó como cierre del primer concierto. Ya a partir de la indecisión inicial del 'Allegretto', la interpretación se mostró altamente refinada, clara y orquestalmente lúcida, pero falta de ese necesario complemento de pasión y capacidad de 'electrificar' tan esencial para cualquier buen Sibelius. Hubo sin embargo muchas cosas para admirar, como por ejemplo un soberbio balance orquestal, y esa capacidad de Salonen de brindar una arquitectónica coherencia en la elaboración de cada frase. También cabe destacar particularmente un bellísimo tratamiento de la transición del tercer al cuarto movimiento ('Scherzo' a 'Finale'). Una fulgurante intervención de los metales llevó a una brillante conclusión brillante de la sinfonía, pero en general la versión tuvo una falta de intensidad que finalmente la hizo pesada y poco comprometida. Un inusualmente sombrío y lento Valse Triste brindado fuera de programa contribuyó a la insatisfactoria conclusión de este concierto.
Aún cuando sólo ocho años separan la Segunda de la Cuarta sinfonía, las dos suenan como si hubiera décadas de distancia. Ya la Tercera había señalado el alejamiento de Sibelius de las influencias rusas y teutónicas de las dos primeras sinfonías en pro de un sonido mas terso, sobrio e individual. La Cuarta, que abrió el segundo programa, lleva esta tendencia al extremo.
Salonen parece encontrarse mucho mas cómodo con este último Sibelius, que toma con una seriedad extrema, hasta el punto de recibir con una mirada capaz de helar la sangre a una espectadora llegando tarde a su butaca, mientras esperaba que ésta se acomodara para poder empezar. Y una cacofonía de toses luego del final del segundo movimiento llevó a una pausa de cinco minutos, antes que Salonen decidiera que tanto él como la audiencia estaban listos para continuar.
Desde los primeros compases, que Sibelius indica se deben tocar “duros como el Destino”, el director presentó su propuesta con seguridad. Aún cuando austero, Salonen nunca perdió de vista la ternura y profundidad de sentimiento que van de la mano con las premoniciones mortuorias de esta obra maravillosa. Su núcleo emocional, el tercer movimiento, fue como debe ser, profundamente conmovedor, con las cuerdas cantando apasionadamente la climática culminación. El director se mostró completamente exhausto luego de este final, y esta fue la mejor indicación de lo que esta sinfonía significa para él.
La versión de la Séptima salió tal vez aún mas refinada. El último grito sinfónico de Sibelius es un trabajo único y original, con cuatro movimientos condensados en uno. Desde una radiante exposición de cuerdas en el gradual ascendiente del comienzo, esta fue una versión de suprema claridad y detalle, bellamente acentuada a través del entretejido único de los cuatro movimientos, con exquisito fraseo y claro detalle orquestal. Salonen extrajo toda la compasión y la humanidad de este trabajo y la tensión generada en el final permitió una extática y emotiva conclusión en el acorde final de do mayor.
Entre la Cuarta y la Séptima sinfonía tuvo lugar estreno europeo de Radical Light una obra especialmente compuesta por Stephen Stucky para este ciclo Sibelius, que, como la Séptima sinfonía, consiste de un solo movimiento que abarca diferentes tiempos y “caracterizaciones” musicales, en las palabras del compositor. Es una pieza bella, similar a la Séptima de Sibelius en construcción y duración y con obvias influencias de Sibelius a través de deliciosos pasajes escritos para las maderas.
Dos conciertos, en dos noches diferentes, y con interpretaciones muy diferentes. La primera noche ocurrió poco, porque ni el director ni la orquesta parecían realmente en forma. Gran parte de las interpretaciones fueron sin inspiración y decididamente blandas, especialmente en lo que respecta a cuerdas faltas de color y carácter. La segunda noche no podría haber sido mas diferente, con una orquesta y su director unidos sin fisuras en su trabajo en común. ¿Puede por favor identificarse la verdadera Filarmónica de Los Angeles?
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