Obituario
Luis Iberni en nuestra memoria
Samuel Llano

Quisiera dedicar a Luis Iberni un lugar de honor en esta memoria reparadora y constructiva. Personalmente, le debo una temprana y certera orientación a través de caminos que él mismo despejó ante mi vista. Su ayuda fue constante y desinteresada, atenta a encarrilar el extravío. Colectivamente, le debemos toda una rica serie de felices encuentros musicales, que propició a lo largo de una carrera dedicada a la gestión musical, a la crítica, a la musicología, y la docencia de la historia de la música y la danza.
Ayer, día 3 de diciembre de 2007, Luis Iberni moría en su natal Zaragoza, después de un periplo que le había conducido a través de Oviedo y Madrid. En la capital asturiana completó sus estudios de musicología y, recién licenciado, se inició en la gestión musical bajo el impulso y la mirada del catedrático Emilio Casares. Al mismo tiempo, avanzaba en la investigación que le condujo hacia el título de doctor, y con la que despertaba nuestra memoria acerca de uno de los compositores españoles más injustamente olvidados por la musicología académica: Ruperto Chapí. El mismo interés por reparar injusticias históricas animó a Iberni a publicar la primera monografía documentada sobre el violinista de origen navarro Pablo Sarasate, graduado brillantemente en el Conservatorio de París, y merecedor de un éxito internacional que no ha contado con precedentes en España, y que, sin embargo, nuestro país ha relegado a las sombras -como al de tantos otros de sus más ilustres ciudadanos- pese a que Sarasate siempre hizo gala de sus raíces culturales allí por donde discurrió su genio.
Fue también Oviedo la ciudad que vió a Iberni iniciarse en la crítica periodística en el diario La Nueva España, y la que saludaba diariamente su contribución sustantiva a la vida musical como programador y gestor. Allí creó varios ciclos de música, incluídas las Jornadas Internacionales de Piano, que desde ayer llevarán su nombre. En la Universidad de Oviedo impartió docencia desde 1988 y dirigió el Aula de Música. Desde que dejó definitivamente esta ciudad en 1999 para desplazarse a Madrid la evocaba frecuentemente con nostalgia en sus conversaciones.
Ya en Madrid impartió docencia en la Universidad Complutense, y creó su ciclo de conciertos, celebrados en el Auditorio Nacional. Su conocimiento avanzado y poco común de la historia y la técnica de la danza le valió el puesto de crítico en el diario La Razón, que conjugó con la coordinación de la sección musical del suplemento cultural semanal del diario El Mundo, donde además contribuyó con artículos y con entrevistas a los compositores e intérpretes más destacados internacionalmente.
El perfil profesional de Iberni ha tenido escasos precedentes. Su actividad docente, su labor como gestor y programador musical, su prominencia en el periodismo musical, y su extensa red de relaciones personales privilegiadas, eran campos que se enriquecían mutuamente, y que raramente se habían reunido antes en la misma persona. Sin embargo, Iberni siempre creyó que su mejor cualidad era su olfato para descubrir y promocionar otros talentos, y que debía permanecer modestamente oculto detrás de ellos, impulsándolos y esculpiéndolos. Nuestra memoria de su persona y su quehacer sólo puede ser dulce, profunda y reverente.
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