España - Cantabria
Los Cuentos de Kemp
Roberto Blanco
La escena inicial, en la taberna de 'Luther', resulta demasiado inconcreta. El director sienta al coro como si los estudiantes estuvieran asistiendo a un oficio religioso, ubicando a 'Hoffmann' y a 'Lindorf' en los flancos. Con una mutación escénica a la vista, entramos en el gabinete de 'Spalanzani' (una especie de Joker amanerado) donde el inquieto 'Cochenille' no cesa de danzar y hacer cabriolas, y con un 'Coppelius' más clownesco que temible. La casa de 'Crespel' es un suntuoso y rectilíneo palacio renacentista, y el acto de Venecia, con canal y góndola incluidos, transcurre durante la temporada de carnaval, todo construido a base de rígidos trampantojos dispuestos a distinta profundidad. Tampoco pareció muy afortunada la elección escenográfica de utilizar enormes cortinas para acotar e individualizar los distintos espacios de los centrales de la obra.
Kemp, desprovisto de magia y de emoción, nos propone una narración coherente pero no logra mantener la tensión, escatimándonos la dimensión trágica del final del epílogo. La dirección de Miquel Ortega ante los músicos de la Orquesta Sinfónica de Bilbao se quedó en correcta, alternándose puntuales caídas de tensión con momentos más cuidados y enérgicos.
Aquiles Machado logró sólo en escasos momentos producir tonos delicados y ensoñadores, luchando considerablemente en todo momento contra la aguda tesitura de su papel, con una respiración trabajosa y unos agudos sin especial brillo.
Mucho mejor las tres protagonistas femeninas. María José Moreno creó una ‘Olimpia’ divertida e impecable en lo musical, con unos sonidos metálicos muy apropiados para la autómata a la que encarna. En el papel de ‘Antonia’, la italiana Annamaria Dell’Oste pintó un personaje hipersensible, emotivo, enfermizo e impregnado de ternura romántica, pero con la fuerza necesaria para enfrentarse al trío final. Y Giuseppina Piunti, la cortesana ‘Giulietta’, no logró ser muy seductora en lo escénico pero sí con su timbre cálido, carnal, con graves de embrujo y agudos notorios que supieron imponerse en el bello septeto de su acto.
Felipe Bou cumplió vocalmente en su interpretación de los cuatro malvados de la ópera, con una buena ‘Scintille, diamante’ a la que sin embargo llegó muy ajustado, pero con un moderado y poco aterrador ‘Dr. Miracle’. Annie Vavrille como ‘Nicklausse’ no pasó de discreta, al igual que algunos del resto de personajes secundarios, como el tenor cómico y bailarín François Testory (‘Cochenille’ y ‘Franz’) o el barítono Armando Ariostini (‘Crespel’). Bastante mejor la participación de Marco Moncloa como ‘Herman’ y ‘Schlemil’, y Manel Esteve y Manuel de Diego en sus respectivos cometidos. El Coro Lírico de Cantabria cumplió su parte con corrección pero sin excesiva brillantez.
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