Argentina
Una página religiosa en el día de la Inmaculada
Carlos Singer

El título escogido en esta oportunidad comenzó su andadura previa con algunos tropiezos mediáticos. La información facilitada a la prensa en un amplio y documentado dossier decía que se trataba de una obra "llamativamente ignorada en nuestro país", lo que era inexacto, ya que se la había podido apreciar tanto en 1980, dirigida por Serge Baudó, como en 1999, en este caso con la batuta de Jean Fournet.
Por otra parte, la descripción de este esfuerzo como "primera producción argentina de la obra", si bien intrínsecamente cierto, inducía a error y -atendiendo a las leyes de Murphy- este se produjo de manera casi inevitable. Se trataba, es verdad, de la primera vez en que todos quienes intervenían eran argentinos (en los dos casos anteriores, amén de los directores franceses, había algún intérprete foráneo), pero era bien factible entender esa frase como una "primera audición" y de hecho en esa forma lo reflejó más de un comunicador poco avisado.
Tres fueron las sesiones en que se pudo apreciar esta composición. De ellas, escogí asistir a la ofrecida en un día de particular significado para el mundo cristiano, directamente vinculado con la temática de la obra.
Dentro de la producción de Luis-Héctor Berlioz, La Infancia de Cristo ocupa un lugar muy singular, bien alejado de lo habitual en este músico, tanto por su lenguaje armónico -sobre todo con el empleo de giros modales- como por lo moderado de las fuerzas puestas en juego, con una orquesta de corte clásico, utilizada con mucho recato, más un coro de adultos que en muy raras ocasiones canta al completo y que dialoga, en momentos muy puntuales, con un coro de niños y el órgano. Todo puesto al servicio de una música íntima e introspectiva, con una clara mirada hacia el pasado, pero que en ningún instante alcanza real vuelo lírico y cuyo devenir se torna algo moroso, apoyada en unos textos (del propio Berlioz) de exigua calidad literaria.
Mayer, Tabernig, Vieu, Ullán y Chlopecki
Fotografía ©2007. Gentileza de La Bella Música
Fotografía ©2007. Gentileza de La Bella Música
Los resultados artísticos de este emprendimiento de La Bella Música fueron aceptables. Un elenco vocal sin fisuras ni puntos débiles compuso con esmero los siete personajes que dan vida a la trilogía, en partes que no tienen mayores exigencias técnicas (si acaso algún pasaje de tesitura muy grave en la parte del ‘Padre de Familia’ o cierta insistencia en un registro algo agudo en el caso del ‘Narrador’) pero si buenos requerimientos en intensidad y carácter.
Muy interesante resultó la labor de Oreste Chlopecki, componiendo con atractivos recursos vocales, fina línea de canto y buen hacer interpretativo al ‘Padre Ismaelita’. Otro tanto cabe decir de la soprano Daniela Tabernig (quien ya me había sorprendido favorablemente con una 'Tatiana' más que convincente un par de años atrás) que confirió fuerza dramática al rol de 'María', en el que además lució grato timbre y buenos medios canoros. Aunque para ese personaje yo hubiese preferido una auténtica voz de mezzo -a la que casi siempre se le adjudica- por su peculiar tinte y pastosidad.
Digno de encomio el trabajo de Carlos Ullán como ‘Narrador’, muy sobrio y con una voz de adecuado color. Leonardo Estévez volvió a mostrar sus cualidades -aunque se alcanza a detectar una cierta fatiga vocal- encarnando a 'Herodes', mientras Lucas Debevec Mayer daba vida con excelentes medios al algo desvaído personaje de ‘José’, una figura siempre a la zaga de su esposa. Correctos en sus breves papeles tanto Bürgi como Modzelewski.
El Coro Lagun Onak, otrora una de las grandes agrupaciones vocales de nuestro medio, me pareció en estos momentos sensiblemente mermado en su rendimiento. Faltó densidad, color a la vez que empaste -en una tarea que no pasó de la medianía- aunque lo que más llamó mi atención fue su notoria falta de impacto sonoro y pujanza.
Mucho mejor resultó el desempeño del Coro Nacional de Niños, bien preparado por Vilma Gorini. Ubicado en el primer anfiteatro y por detrás del público, sus intervenciones lograron alcanzar un bello clima de religiosidad y misticismo, al igual que el órgano -situado en la misma zona- confiado a las experimentadas manos de Armando Fernández Arroyo.
La orquesta reunida para estas sesiones estaba integrada por reconocidos instrumentistas de las principales agrupaciones sinfónicas porteñas, por lo que su participación fue muy meritoria, mostrando gran versatilidad para plegarse a los requisitos de la batuta, excelente afinación y un ajuste ponderable. Dignos de destacar Claudio Barile y Stella Maris Marrello en flautas y Lucrecia Jancsa en arpa, a cuyo cargo estuvo el Trío que, durante la tercera parte de la obra, se supone tocan los jóvenes ismaelitas. No puedo dejar de mencionar, además, las buenas prestaciones de Néstor Garrote, en oboe y de Mariano Rey y Carlos Céspedes, en clarinetes.
Carlos Vieu es, sin lugar a dudas, el mejor director argentino de su generación -acaba de ser designado como nuevo titular de la Orquesta Estable del Teatro Colón- y le he visto hasta la fecha en un buen número de presentaciones de alto nivel artístico. Condujo con su habitual pericia las diversas fuerzas puestas bajo su mando, consiguiendo un adecuado balance sonoro, claridad de texturas y gran precisión rítmica -baste como ejemplo ese curioso pasaje en la "danza de los adivinos" con su inusual yuxtaposición de compases de 3 y 4 tiempos. También obtuvo -lo que no siempre resulta sencillo- un pianissimo cada vez más tenue y etéreo para concluir la obra, un efecto hermoso.
Pero me dio la impresión de que no se sentía especialmente identificado con la partitura que tenía en su atril, porque su interpretación -correcta desde todo punto de vista- adoleció de una cierta falta de contrastes más marcados, momentos de real emotividad y una mayor implicación afectiva, algo que quizás debamos achacar a que esta "trilogía sagrada" no se ubica ni por asomo -en mi juicio personal- entre lo más interesante creado por Berlioz.
Para concluir, un detalle positivo: el buen programa de mano ofrecido -sin cargo- por La Bella Música. Con los textos completos de la obra en el idioma original y su traducción, más algunos comentarios breves y las biografías, foto incluida, de todos los intérpretes. Como para que cierta Institución, que cobra por lo que a veces parece un simple catálogo publicitario, nunca un programa -dado que no ofrece siquiera las informaciones indispensables- tome debida nota de la manera correcta de proceder.
Comentarios