Reino Unido

Las hadas humanas

Jorge Binaghi
viernes, 7 de marzo de 2008
Londres, sábado, 9 de febrero de 2008. Royal Opera House .Linsbury. A midsummer night’s dream (Aldeburgh Festival, 11 de junio de 1960) libreto de B. Britten y P. Pears y música de B. Britten. Puesta en escena: Olivia Fuchs. Escenografía y vestuario: Niké Turner. Intérpretes: William Towers (Oberon), Gillian Keith (Titania), Jami Reid-Quarrell (Puck), Daniela Lehner (Hermia), Katie Van Kooten (Helena), Ed Lyon (Lysander), Jacques Imbrailo (Demetrius), Matthew Rose (Bottom), Andrew Kennedy (Flute), Mark Beesley (Tehseus), Emma Selway (Hipólita), y otros. Orquesta City of London y Tiffin Boys’ Choir (director: Simon Toyne). Director de orquesta: Rory Macdonald
0,0001911 Mucha gente que retoma sus papeles, su dirección de orquesta, su puesta, desde el estreno en 2005, algunos debuts (y/o a veces en el papel) en la Royal Opera ciertamente importantes. Una representación de tipo ‘shakesperiana’ en una de las salas pequeñas, la Linsbury -bien bonita y cómoda- de la casa. Un lleno total en un día de sol glorioso y a primera hora de la tarde (por la noche se representaba una Traviata sobre la que ya he escrito). Eso se llama optimizar recursos, humanos y económicos.

Sin telón, envueltos literalmente por las palabras de Shakespeare, con unas luces excepcionales y básicas al mismo tiempo de Bruno Poet, y movimientos y coreografías de Mandy Demetriou, asistimos a la eterna comedia humana -que hasta se traslada a las hadas del cuento, más poderosas y también más frívolas, pero también poco racionales y por eso mismo tan queribles- que Britten y Pears tomaron directamente (podándolo ciertamente) del texto de Shakespeare, pero alcanzando las respetables dos horas y media de duración (sin contar intervalo).

Una labor ciertamente de equipo, tanto que los nuevos parecían pertenecer desde siempre al resto de la compañía, una labor de empinado nivel general en la que hubo lugar para destacarse más sin romper el equilibrio, y unos chicos magníficos (que permiten entender por qué, ya más crecidos, pueden proponerse los 'tres genios' de La flauta mágica con semejante nivel).

Si uno fuera envidioso, le rechinarían los dientes. Me rechinaron durante toda la función. ¡Contar con una orquesta aparte de la del Teatro tan notable en sus solistas, tan implicada en la acción, con un director joven y participativo, pero sin que se le fueran las riendas (porque Britten es peligroso, y de tan 'fácil' resulta muy difícil)!.

La puesta de Fuchs es ágil, comienza con los actores que se reúnen para hacerse cargo de sus partes, tiene un decorado sumario y un vestuario que van desde lo neutro a lo contemporáneo, que encajan a maravilla, y además Fuchs trabaja con unos cantantes que tienen el físico para el papel y unas ganas tremendas de cantar y actuar bien. Y lo consiguen. Baste pensar que en los dos personajes 'oficiales' y 'aristocráticos' que aparecen al final y ciertamente son los menos interesantes, había una mezzo de llamativa altura (física y vocal) y un bajo que horas después sería el ´doctor’ de la moribunda 'Violetta’ de forma igualmente encomiable….En estos momentos debería yo ir a ver al dentista…



Gillian Keith (Titania) y William Towers (Oberon)
Fotografía © 2008 by Johan Persson

William Towers es un excelente rey de las hadas, aunque el material no sea maravilloso, pero aquí no sucede como en los grandes teatros donde el volumen de un contratenor se ve penalizado. Su 'Titania' fue la aplomada Keith y su 'Puck' un señor actor que interviene tanto en ópera como en la 'Royal Shakespeare Company' y que debe entrenar atletismo todos los días. Más crujir de dientes.

Todos los rústicos son magníficos y lamento no nombrarlos a todos, a excepción del excelente 'Flute' de Kennedy, un 'característico' notable (aparte de la juventud en general, la mayoría de estos cantantes provienen de la escuela de formación Young Artist -más rechinar de dientes). Si Van Kooten impresiona más que Lehner se debe más a la parte de ‘Helena’ -más lucida y larga que la de ‘Hermia’- que a una diferencia de calidad entre ambas.



Ed Lyon (Lysander) y James Quarrell (Puck)
Fotografía © 2008 by Johan Persson


Lo mismo es menos cierto para el buen Imbrailo que palidece en comparación con el formidable Lyons (de quien ya hablé a raíz de su magnífico ‘Hylas’ en el Hercules haendeliano de Ámsterdam hace poco más de un año). Atención a este tenor, dotado no sólo de figura sino de gran capacidad escénica, una voz bella y bien emitida, y sobre todo de clara articulación.

Como casi siempre, fue difícil resistir al encanto del pobre ‘Bottom’ convertido en asno. Pero si quien lo canta y actúa -como un fornido ingenuo y pagado de sí mismo al tiempo- es el bajo Matthew Rose, a quien no tenía el gusto, tendré ya que ponerme dentadura postiza porque este joven cantante-actor (en el mismo nivel de calidad, y por eso uso una expresión que no me gusta, ya que siempre es sospechosa de esconder limitaciones vocales) es simplemente formidable.

Faltará oírlos a todos en una sala grande, pero estoy seguro que de Lyons y Rose seguiremos oyendo hablar. Entretanto, gracias a todos por una tarde de invierno que resultó hasta por el clima una noche de verano como la de este sueño que uno desearía cada vez más que fuera realidad…
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