España - Castilla-La Mancha
Bálsamo para las heridas
Carolina Queipo Gutiérrez

Así como de bálsamo para sus heridas le tuvo que servir -o no- a Heinrich Schütz (1585-1672) el componer las obras propuestas en este programa, tras haber perdido en muy pocos años a gran parte de su familia y tener que sobrevivir con ese dolor durante su longeva vida.
La interpretación musical que llevó a cabo la Capilla Flamenca tanto del oratorio de Las siete últimas palabras de Jesucristo en la Cruz como de las Exequias Musicales, recogió todo este sentir con la expresividad musical barroca de una Sajonia hundida moral y económicamente por la Guerra de los Treinta Años (1633-1663). Y nada más pesimista al tiempo que absolutamente bella, fue la interpretación de esta última obra, forjada en los primeros años de la guerra como música de un funeral -Misa de Réquiem o de difuntos-, encargo previo al gusto del propio difunto.
Al igual que se refirió Maruxa Baliñas en una crítica anterior al repertorio musical antiguo de esta edición de la SMR, se observa que el conjunto musical de la Capilla Flamenca busca también un sonido preferentemente masculino - dos mujeres sopranos, frente a seis hombres-. Aunque tratándose de otro periodo, un barroco inicial, necesitan obligatoriamente las voces de mujeres y de registro muy agudo que acentúen la sensación monódica propia del cambio de prattica. Parece que no ponen en duda la participación de las mujeres en este momento, no así en un repertorio más antiguo que es el más habitual de sus conciertos, por lo que el conjunto de la Capilla Flamenca está formado en su esencia por un elenco vocal eminentemente masculino: contratenor, tenor, barítono y bajo.
Para esta ocasión la Capilla Flamenca contó con el refuerzo y colaboración de músicos muy sólidos que encajaron a la perfección, como las sopranos Elke Janssens y Ursula Langmayr, donde Janssens sobresalió con su dulcísima y cristalina voz; el contratenor Gunther Vandeven y el poderosísimo y brillante bajo Harry van der Kamp. También intervino el conjunto instrumental de bassa capella formada por violas de gamba y de braccio -con tallas hermosísimas en la madera-, añadiendo el sonido de un órgano para el continuo y el relleno armónico.
Las violas y el órgano tuvieron sus intervenciones más destacadas en las obras propiamente instrumentales que se intercalaban con las vocales, donde pudieron lucir su buena técnica. Como dato anecdótico, hubo un momento en la obra de Andreas Hammerschmidt, poco antes del final del concierto, donde los rayos solares atravesaron la iglesia hasta llegar a los violistas, sorprendiéndoles y cegándoles. Esto no alteró en absoluto ni su interpretación ni su afinación que casi no decayó en todo el concierto, dato increíble a sabiendas de lo delicados que son estos instrumentos a los cambios bruscos de temperatura.
No cabe duda que detrás de un buen conjunto musical hay un buen director. Dirk Snellings estuvo soberbio tanto en la dirección como en la propia interpretación vocal, en la cual declara y demuestra ser un gran estudioso del arte del canto antiguo.
Finalmente me gustaría resaltar la labor informativa en las notas al programa de Vega Cernuda donde, entre otras cosas, recuerda que tanto Philipp Spitta (1841-1894) como Johannes Brahms (1833-1897) -que sería el protagonista del concierto de Sábado Santo con su Réquiem alemán-, estudiaron y contribuyeron a redescubrir y redifundir la, hasta ese momento, totalmente desconocida obra de Schütz, que a partir de ahora también será más admirada por mi propia persona.
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