Opinión
El Festival de la crisis
Sergio Corral
¿Está ya agotado un proyecto iniciado en 1984 por el desparecido Rafael Nebot? O, ¿se trata más bien del reflejo de otra crisis, la que tiene que ver con el escaso atractivo de una música que no tiene cabida en los nuevos gustos de un público poco o nada acostumbrado al hábito de la reflexión y de una escucha prolongada más allá de los característicos tres minutos de la música enlatada? Me inclino a pensar que el problema aquí tiene una raíz común y que está estrechamente relacionado con la voluntad política de los responsables de turno. Por un lado el principal aliciente de un festival internacional de música clásica estriba, además de la relevancia de las obras a interpretar, en la categoría y el nivel de los intérpretes contratados.
Es aquí donde los organizadores deben hacer auténticos malabarismos ante unos recortes presupuestarios que les empujan a apostar por fórmulas arriesgadas como la mencionada anteriormente, consistente en invitar a músicos de otros estilos para que aporten su particular -y en apariencia enriquecedora- visión de la obra de los grandes maestros. Por otro lado, en España, a diferencia de los países del norte y centro europeo, la cultura musical -por no nombrar la de otros ámbitos de las humanidades- deja mucho que desear, siendo este asunto un problema que sólo tiene solución con un replanteamiento de la política educativa.
Vistas así las cosas y con estos precedentes la actual edición puede ser un punto y aparte en el que se ha aprendido una lección al retomar el espíritu de pasadas ediciones cuando el alto nivel de los intérpretes colmaba las expectativas del aficionado. O puede tratarse de un breve paréntesis, tras el que continuará la incertidumbre y los despropósitos hasta llegar al inevitable fin. Un final, que puede concretarse bien con la desaparición definitiva de este evento, o la conversión del mismo en un extraño pastiche -sin pie ni cabeza- con pretensiones de aldea global cultural. Ya se verá.
Por lo pronto: ¿qué merece destacarse de la presente edición? Nos encontramos con que el festival sigue siendo fiel a la costumbre de dar un protagonismo especial a la música coral. Una música cuyo contenido, en esta ocasión, se decanta claramente hacia la temática religiosa. Asistiremos a la interpretación de tres pasiones, comenzando con la que llevará a cabo un habitual del festival como es Valery Gergiev, quien al frente de la Orquesta y Coro del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, nos ofrecerán La Pasión según San Juan de Sofía Gubaidulina, un estreno absoluto en España. El mismo texto evangélico pero con la música de Johann Sebastián Bach vendrá días después de la mano de unos auténticos intérpretes de referencia de la obra del maestro de Eisenach, como son Masaaki Suzuki y el Bach Collegium Japan. Fuera de abono debemos incluir la interpretación por parte de la Orquesta La Pasión y la Schola Cantorum de Venezuela de La Pasión según San Marcos de Osvaldo Golijov, obra cuya concepción aporta la cita exótica de este año. A estas contribuciones unimos el monográfico bachiano que nos ofrecerá la Orchestra and Choir of the Age of Enlightenment, dirigida por el experto y veteranísimo Gustav Leonhardt, con un repertorio que incluye las Cantatas números 30 y 134 y la Segunda suite. Esta actuación y la del conjunto japonés pueden suponer la confirmación definitiva de la feliz idea de dar cabida en el festival a la música barroca. Una idea que tiene su respaldo en aquel acontecimiento de hace dos años que supuso la excelente acogida por parte del público de la interpretación del oratorio Israel en Egipto, de Handel, por The Sixteen Symphony of Harmony and Invention, desvelándose como una opción interesante que permitiría atraer a aquel sector de escuchantes que no comulgan con el estilo de la época de las monumentales creaciones de un Mahler o un Bruckner, de las que está sobrado el festival.
A nombres como los de Valery Gergiev y Mazaaki Suzuki debemos de unir el de Lorin Maazel, Zoltan Kocsis, Christoph Eschenbach y Antonio Pappano. Maazel estará al frente de la Filarmónica de Viena, en dos programas compuestos por un monográfico wagneriano en el que podremos escuchar El anillo sin palabras -un arreglo del director francés- y la Séptima de Mahler. Zoltan Kocsis y la Orquesta Filarmónica Nacional de Hungría nos ofrecerán el único homenaje -si podemos llamarlo así- del Festival a Joseph Haydn, en el año en que se conmemora el 200 aniversario de su muerte, con la interpretación de dos de sus grandes sinfonías londinenses en dos conciertos en los que además de dirigir obras de Richard Strauss, Bartok, Kodály o Kurtag, Kocsis asumirá su conocido papel de pianista para ofrecernos la lectura del Cuarto concierto beethoveniano. Christoph Eschenbach y la Orquesta de Filadelfia afrontarán dos sendos conciertos en los que destacan la Sinfonía ‘La Grande’, de Schubert, y la Sexta de Bruckner. Y por último, un director emergente como Antonio Pappano contará con la participación de dos distinguidos artistas como son Christian Tetzlaff y Martha Argerich en las interpretaciones del Concierto para violín de Brahms y el Concierto nº 1 para piano de Beethoven, respectivamente. Dos músicos que integran una interesante lista de intérpretes solistas cuyo caché contribuye a aumentar el nivel de esta edición en la que encontramos pianistas de la talla de Alexei Volodin, Eldar Nebolsin y las hermanas Katia y Marielle Labeque, o los violinistas Leonidas Kavakos y Viktoria Mullova.
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