España - Cantabria
Festival de SantanderThe blue planet horror show
Roberto Blanco
Con aires de canto ecologista o de opereta con moralina infantil, The blue planet enfrenta antiguos mitos -del Génesis y la construcción del arca de Noé- con imágenes multimedia de “nuestro mundo” amenazado y en peligro. Tal es la estructura y la esencia de toda la obra.
En escena cinco pantallas de vídeo y una pantalla cinematográfica al fondo, dos actores -un hombre y una mujer-, un quinteto musical y el video-reflejo de una cantante o voz-guía, solista y actriz al mismo tiempo. El centro del escenario lo ocupa una piscina donde los dos actores no dejarán de chapotear y revolcarse durante toda la obra para acabar embadurnados con el barro de la esperanza de un planeta recuperado. Simultáneamente, se van sucediendo reiterativamente imágenes tipo vídeo de National Geographic (ballenas, bosques, fauna marina y terrestre, aglomeraciones urbanas, sexadores de pollos, deforestación de la Amazonia, hongos atómicos, ...) con otras de animación en 3D tipo 'second life' con dos avatares: Un Dios femenino y un Noé borrachuzo y defecador.
Pero todos estos elementos, aunque se presenten yuxtapuestos y no siempre integrados, no impresionan al espectador, sino que producen una enojosa sensación de falta, de carencia expresiva y de tedio, siendo el mensaje -tan claro e inequívoco- el auténtico límite del espectáculo. Y lo que más espanta no es esa “obviedad”, sino la pobreza de sustancia de este 'oratorio', una narración elemental e iterativa, con textos vulgares y accesorios expresados en cuatro idiomas que el espectador puede leer... en otra pantalla.
No aparece por ningún lado el genio indiscutible de Peter Greenaway, que ni consigue la mínima tensión emotiva ni hace brotar ningún tipo de diálogo o de ritmo a lo largo de todo el desarrollo de la obra.
En cuanto a la música de Goran Bregovic, hace buena masa con los ingredientes ya comentados, y la Brigata Sinfónica se limita a exponer su tapicería sonora hecha a base de retales a veces vulgares y ramplones, con fragmentos de romería zíngara acá, de tango de Piazzolla allá o de inspiración árabe acullá.
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