España - Valencia

Razones para llamar la atención

Mikel Chamizo
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Alicante, sábado, 19 de septiembre de 2009. Teatro Principal. Dirk Rothbrust, percusión. Dirk Wietheger, violonchelo. Josh Martin, electrónica. musikFrabrik. Anu Tali, directora. Wofgang Rihm: Nachschrift- eine Chiffre. Mauricio Sotelo: Chalan. Mauro Lanza: Vesperbild. Luca Francesconi: Unexpected end of formula. Festival de Música de Alicante 2009.
0,0002696 musikFabrik llegó hasta Alicante con un programa heterogéneo y de un nivel de dificultad bastante elevado, aunque, como era de esperar, la complejidad de las músicas no supuso finalmente un gran handicap para los solistas, algunos realmente excepcionales, que forman el conjunto con sede en Colonia. Comenzaron con una pieza bien conocida para ellos, pues la han grabado en disco: Nachschrift- eine Chiffre de Wolfgang Rihm. El Chiffre-Zyklus es uno de los más peculiares del compositor alemán, pues se trata de algo similar a un work in progress que arranca en 1982 con Chiffre I y que concluye, tras dar múltiples frutos por el camino, en el 2004 con la obra que nos ocupa aquí. La cuestión es que Nachschrift es una música un tanto incómoda de escuchar por sí sola, fuera del ciclo al que pertenece y que corona. En el disco de CPO firmado por musikFabrik, que recoge todo el Chiffre-Zyklus, Nachschrift llega al final del periplo como una revisitación de Chiffre I, añadiéndole material extra a la pieza original y enriqueciéndola con nuevas capas de sonido. En el contexto de una audición completa del Chiffre-Zyklus esto tiene mucho sentido, pues lo cierra con una lógica fácilmente perceptible, pero como entidad individual Nachschrift resulta un tanto confusa por el exceso de material del que hace gala. Uno no sabe muy bien a qué asirse y, como fue el caso en Alicante, se deja llevar de una manera casi irracional por el brillante virtuosismo de los musikFabrik.


Anu Tali al frente del musikFabrik
Fotografía © 2009 Xavi Miró


Chalan, de Mauricio Sotelo, vuelve una vez más a la concepción habitual en las músicas del madrileño: abunda el uso gestual del sonido en un contexto atonal, pero salpicado aquí y allá por pasajes que, rítmica o melódicamente, son muy accesibles y mantienen el interés de cualquier tipo de público, iniciado o no en las complejidades de la música contemporánea. Chalan, además, investiga una temática intrigante como es la del posible origen del flamenco en la música hindú, buscando vinculaciones, por ejemplo, entre el uso microtonal de la voz en ambos géneros o la equiparación de los ritmos de tabla con palos del flamenco, siempre de una manera nada pedagógica pero muy artística. Chalan se expresa, ante todo, mediante explosiones de fuerza y energía, algo que comprendieron muy bien los miembros de musikFabrik, a los que se les vio disfrutar mucho de los pasajes más rítmicos -el viola casi parecía estar en un concierto de rock-. Pero el gran mérito de la interpretación ha de recaer sobre Dirk Rothbrust, quien potenció de manera extraordinaria y aportó muchos grados de sutileza al ya de por sí sugestivo material de la parte percusiva.



 Dirk Rothbrust
Fotografía © 2009 Xavi Miró


En cuanto a Vesperbild, del joven Mauro Lanza, no hay por donde cogerla. Las extensas notas que firma el italiano están plagadas de descripciones tan desconcertantes como “los extraños lamentos fúnebres son entonados sucesivamente por percusiones de crepitantes síntesis, por marionetas que chirrían, por instrumentos de timbre desvirtuado y por los tristes mugidos de falsos bueyes, casi como si fuera el lamento de una muñeca”. Habla de poesía italiana, de T.S. Elliot, pone un título alemán a la obra, hace referencia a la Pietà barroca, a su novia y a un montón de elementos caprichosos que sólo en su cabeza y en su mundo personal pueden tener un nexo de unión obvio. La música en sí, con una plantilla en la que destaca una decena de instrumentos de juguete -los típicos saxofones y trompetillas de los puestos de chucherías-, es una stravaganzza desde el principio hasta el final y hasta límites extremos, pero de una manera muy poco natural. Personalmente, tengo la convicción de que ser extravagante con premeditación es algo bastante patético. Creo que Lanza desea con todas sus fuerzas llamar la atención sobre su música y su persona, y a fuerza de querer ser original ha desbarrado un poco con esta Vesperbild. A mí, desde luego, nunca antes me había causado tanto rechazo en el plano intelectual una obra que técnicamente estuviera bien realizada, como es el caso.

El recital de musikFabrik finalizó con una obra de otro italiano, Unexpected end of formula, de Luca Francesconi. A Francesconi lo admiro muchísimo por su trabajo al frente del colectivo Agon, que es una de las mejores cosas, y más originales, que ha tenido la música italiana en las dos últimas décadas. No obstante, Unexpected end of formula, estrenada por musikFabrik el año pasado, me pareció una obra del montón. Bien escrita, bien planteada, brillante a su manera, pero nada memorable. De hecho, cuando ya han pasado algunos días desde su audición, me cuesta terriblemente recordar aspectos concretos de su fisonomía, ya que realmente no hubo nada que me llamara la atención positiva ni negativamente, como sí lo había en las creaciones de Sotelo y de Lanza. Merecería, eso seguro, una segunda oportunidad y ser precedida de una obra menos revulsiva que Vesperbild, antes de evaluarla categóricamente. De lo que sí tengo la certeza absoluta es de que tanto en esta pieza, como en la de Lanza, musikFabrik volvió a mostrar un rendimiento sobresaliente, realizando un ejercicio de fusión con la electrónica que pocas veces resulta tan homogéneo como en esta ocasión.
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