España - Cataluña

Un Tristan ascendente

Pablo-L. Rodríguez
miércoles, 10 de febrero de 2010
Barcelona, sábado, 23 de enero de 2010. Gran Teatre del Liceu. Tristan und Isolde. Acción en tres actos. Libreto y música de Richard Wagner (estreno: Múnich, 10 de junio de 1865). Producción de Los Angeles Opera. Thor Steingraber, dirección de escena. David Hockney, escenografía y vestuario. Duane Schuler, iluminación. Elenco: Peter Seiffert (Tristan), Deborah Voigt (Isolde), Michaela Schuster (Brangäne), Kwangchul Youn (Rey Marke), Bo Skovhus (Kurwenal), Norbert Ernst (Melot), Francisco Vas (Voz de un joven marinero y Un pastor), Manel Esteve Madrid (Un timonel). Orquestra Simfònica i Cor del Gran Teatre del Liceu. José Luis Basso, director del coro. Sebastian Weigle, dirección musical. Aforo: 2292; ocupación: 99%
0,0004065 Una de cal y otra de arena. El Liceu ha compensado esta temporada a sus wagnerianos con una puesta en escena de aire más tradicional tras las supuestas veleidades modernistas de la régie de Die Meistersinger von Nürnberg dirigida por Claus Guth la pasada temporada [léase el artículo Recrear los maestros] que volverá -por cierto- en febrero de 2011 a Barcelona con Parsifal. El interés de esta reciente producción de Thor Steingraber importada desde la lejana California no residía tanto en el trabajo más bien discreto de este régisseur norteamericano sino en la escenografía y el vestuario del artista inglés David Hockney. Fue una gran oportunidad ver este famoso montaje creado en 1987 y repuesto en varias ocasiones por diferentes directores de escena donde Hockney mezcla con acierto decorados abstractos de vivo colorido, intensas perspectivas o arquetipos medievales. Los diseños de Hockney cobraron vida gracias a la cinematográfica iluminación de Duane Schuler, que resultó interesante a la hora de sugerir los distintos tiempos de la acción, pero deslucieron con una dirección de actores tan básica y escasa de ideas; Steingraber se limitó a dejar hacer a cada cantante su personaje sin mayores intervenciones y ello redundó en un estatismo generalizado que se acusó principalmente en el primer acto, donde quizá la única que construyó un personaje fue Michaela Schuster como Brangäne.

Si la dirección escénica fue ganando algo de interés según avanzaba la velada, la dirección musical sufrió una progresión similar. Sebastian Weigle comenzó su sexto Wagner en el Liceu (si exceptuamos Rienzi que dirigió en versión de concierto) con suma reserva y contención; la orquesta del teatro recuperó ese timbre y elegancia que caracterizó su etapa como titular de la misma, pero la interpretación sonaba lenta y carente de tensión; en realidad, no se trataba de un problema de tempo pues pocos directores han hecho más lento este acto que Leonard Bernstein y pocos también con tanta vida e intensidad dramática. El primer acto no remontó y el estatismo escénico contagió en extremo al foso hasta el comienzo del segundo en donde Weigle irrumpió como una exhalación y todo comenzó a adquirir una nueva perspectiva; mejoró notablemente el acompañamiento a los cantantes en el dúo de amor (consiguió crear la suspensión necesaria en el aviso de Brangäne), resolvió con pulso firme la transición a la tercera escena y secundó de forma ideal el monólogo del Rey Marke. Todo ello fue a más en el tercer acto donde exhibió ese acercamiento sumamente preciso y equilibrado a la orquestación wagneriana, de fraseo amplio y discurso fluido, atención a las sutilezas tímbricas y a las texturas camerísticas.



© 2010 by Bofill. Gentileza del Teatro Liceu de Barcelona

El éxito ascendente de la dirección musical coincidió también con la progresión de los cantantes. Del primer acto tan sólo puede salvarse la excepcional actuación de la mezzosoprano bávara Michaela Schuster como Brangäne que demostró una solidez vocal excepcional ya desde su ’O weh!’ de la primera escena. La soprano norteamericana Deborah Voigt, que volvía al Liceu después de su Maddalena de Coigny dos años atrás y tras su famosa pérdida de peso, fue una Isolda altamente competente, aunque un tanto reservada de medios al principio; ciertamente su voz ha ganado en vibrato, perdido brillo o seguridad en los agudos, aunque coronó la velada con un extraordinario ‘Mild und Leise’.

 

© 2010 by Bofill. Gentileza del Teatro Liceu de Barcelona

Peter Seiffert tampoco defraudó como Tristan y, aunque se mostró igualmente conservador en el primer acto, realizó un buen Tristan donde lució entrega dramática, una excepcional dicción y muestras de poderío vocal; a pesar de algunos apuros en los extremos de la tesitura de su personaje, resolvió los tremendos monólogos del tercer acto con solvencia.



© 2010 by Bofill. Gentileza del Teatro Liceu de Barcelona

Curiosamente, en el tercer acto resurgió Bo Skovhus como Kurwenal, después de un gris primer acto; el barítono danés destacó combinando dramatismo y claridad vocal. No obstante, uno de los cantantes que más impresionaron fue el bajo coreano Kwangchul Youn como Rey Marke; su extenso monólogo del segundo acto fue quizá lo mejor de toda la velada: claridad de dicción, tono aterciopelado junto a fraseo y dinámicas de gran liederista.

Buena actuación del coro masculino del teatro y entre los secundarios Norbert Ernst fue un lujo como Melot, Francisco Vas destacó más como Pastor que como Joven marinero y Manel Esteve Madrid fue un competente Timonel.



© 2010 by Bofill. Gentileza del Teatro Liceu de Barcelona
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