España - Euskadi
Caballero Bartoli
Ainhoa Uria
Y allí estaba, sonriente y radiante disfrutando de la música de Porpora captando toda nuestra atención. No es lo habitual, que en un escenario esté sonando música y que, en cambio, se le claven los ojos a la persona que no está haciendo nada más que mirar al público. Aunque esto tampoco es cierto del todo; con sus ojos inquietos nos estaba empezando a contar la historia que venía a continuación. Así es “Ella”: dramática, teatral...y un estupendo músico. Se empeña en decir que es una persona normal que trabaja mucho pero, todos sabemos que eso no es así. Los que la conocíamos por disco sabíamos cómo cantaba, pero los discos pueden ser retocados. Así que, poder contemplarla en directo haciendo todo ese montón de coloraturas con una misma columna de aire era como ciencia ficción.
El paseo por la historia que suponía el concierto con el título de Sacrificium era más bien una crítica que un homenaje. Al contrario de lo que se piensa, los castratti no fueron grandes cantantes sino miles de niños cuyas vidas fueron sacrificadas por el dinero que sus padres esperaban sacar de ellos exponiéndoles a morir desangrados en la operación que muchas veces era practicada por barberos. Los niños castrados en edades entre 7 y 13 años quedaban mancillados para toda la vida puesto que la gran mayoría tenían una voz plana y sin vida detalle por el cual el Sacrificium era mayor. Posteriormente se ha visto cómo han salido excelentes contratenores y sopranistas creados con la única tortura del trabajo continuo.
Bartoli, interpretó obras de Porpora, Broschi, Veracini, Leonardo Vinci, Leonardo Leo, Araia, Caldara, Alessandro Scarlatti y Carl Heinrich Graun. Hay que decir que todas las arias seleccionadas estaban finamente escritas pero que, las personas que a lo largo de la historia han osado enfrentarse a ellas se han tenido que ver en la guerra; coloraturas que requerían un dominio del diafragma muy intenso; ostinatti interminables en registros muchas veces no muy cómodos; pianissimi de cortar en coloraturas que hay que mantener con la misma columna de aire...en definitiva, un alarde de tensión que no decayó ni al acabar el recital.
Su voz era el reflejo de la emoción que sentía por las historias musicales que estaba ‘contando’. Desde su entrada en el escenario, emocionada por la música moviéndose a su ritmo, invitaba al público a escuchar la sinfonía que la Orchestra La Scintilla, bien dirigida por su concertino Ada Pesch, estaba tocando. La orquesta sonó muy acertadamente y hay que destacar las intervenciones de los dos oboes por su riqueza expresiva. Su voz genera la tensión necesaria para entender la música barroca que algunos se empeñan en hacer tan floja. Es frecuente, que, cuando un pasaje es más complejo se haga más hincapie en él para demostrar que se ha podido superar, pero en el caso de Bartoli no fue así; vivía cada momento musical que nos ofrecía y no le daba más importancia por la complejidad que tuviera sino que, sin ningún tipo de dificultad técnica, abordaba cada aria haciendo lo que quería con ella. Por supuesto, quedó clara la complejidad del concierto pero no en un alarde de técnica sino como una técnica muy labrada y con un único objetivo: hacer música.
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