Argentina
Con una excelente sala no alcanza
Gustavo Gabriel Otero

Para la reapertura oficial se ofreció una gala formada por las danzas de la ópera Huemac del compositor ítalo-argentino Pascual de Rogatis, unos trozos inconexos de El lago de los Cisnes y el segundo acto de La Bohème pucciniana (aprovechando que éste sería el primer título real de su temporada) que la mayoría de los cronistas de medios internacionales debimos seguir desde nuestras casas por la transmisión televisiva, ante la falta de invitación de las autoridades del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y del Teatro Colón. En definitiva fue una representación para funcionarios políticos y estrellas de la televisión, más algunos pocos artistas y periodistas especializados que fueron arrumbados en las localidades más altas del Teatro.
Por lo tanto, todas las expectativas estaban puestas en esta verdadera reapertura para el público que significó la primera función de La Boheme. Como introito diremos que los salones, pasillos, foyers y la propia sala lucen magníficos. Que antes de la representación se inauguró, por parte de Letizia Bandoni, secretaria de cultura de Lucca (Italia), Pedro Pablo García Caffi, director general y artístico del Colón, Jorge Di Lello, vicepresidente de la Fundación Teatro Colón y Alberto Spadoni, presidente de la Asociación Cultural Toscana de Buenos Aires, la excelente muestra Puccini y Lucca cedida gentilmente por la comuna natal del compositor y la Fundazione Giacomo Puccini. Y que el público colmó las localidades con un entusiasmo mayúsculo.
El entusiasmo fue mermando a medida que trascurrió una gélida versión del capolaboro pucciniano que demuestra su realización fallida ante la falta de emoción en el público y su concreción acabada cuando logra conmover las fibras más íntimas de los espectadores. Finalmente la única gran protagonista fue la sala y sus dependencias abiertas al público.

© 2010 by Arnaldo Colombaroli. Gentileza del Teatro Colón
La versión
El maestro Stefano Ranzani condujo con pericia a la Orquesta Estable, que tuvo buena respuesta. Pero la versión musical a la par de prolija resultó sin el necesario calor pucciniano.
El discreto elenco vocal fue encabezado por la soprano argentina Virginia Tola -de interesante carrera internacional- con una Mimí refinada y contenida, de buen volumen y plena de matices. Pero que, lamentablemente, no logró una adecuada complementación en su pareja en la ficción y ello redundó en una baja en la consideración del público.
El tenor Marius Manea, artista estable de la ópera de Bucarest, es un elemento de evidente tercer orden. Su voz es despareja e ingrata. Su compenetración actoral casi nula y su conocimiento de la parte exiguo.
Interesantes Narco Caria (Marcello) y Nicole Cabell (Musetta), muy irregular Denis Sedov (Colline), correcto el resto del elenco y eficaces los coros.

© 2010 by Arnaldo Colombaroli. Gentileza del Teatro Colón
De la puesta en escena es poco lo que podemos comentar debido a la asignación, por parte de la oficina de prensa del teatro, de ubicaciones de escasa o nula visibilidad en un costado de la sala. No sabemos si los cambios de las asignaciones de prensa se deben a impericia, inexperiencia, desconocimiento o mala voluntad de las autoridades.
Este cronista se acreditó nuevamente para la última representación a fin de poder efectuar una reseña justa de los aspectos visuales a la par que cubrir los dos cambios de elencos anunciados. A pesar de la solicitud efectuada con nueve días de anticipación y el haber llegado con media hora de antelación, el caos con que se manejó la entrega de las asignaciones de prensa el domingo 6 de junio impidieron la entrada del suscripto a la sala. La vuelta a casa fue con la sensación amarga de comprobar la falta de profesionalismo por parte de las autoridades del Colón y la falta de respeto hacia MundoClásico.com, jamás vivida desde que este medio fue acreditado en el Colón.

© 2010 by Arnaldo Colombaroli. Gentileza del Teatro Colón
De lo poco que vimos de la puesta de Hugo de Ana diremos que pareció grandilocuente y vacía. Con poco trabajo actoral y con una frialdad pasmosa. La buhardilla pareció más una carpa puesta en una terraza que un techo parisino, el segundo acto fue confuso y abigarrado y el tercero medianamente comprensible a la par de complicado para los artistas por su piso que simula la nieve. No queda claro por qué en ese tercer acto se realizaron todos los movimientos en no más de tres metros cuadrados.
A juzgar por los dichos de Hugo de Ana a un importante medio nacional no se realizó reforma escenotécnica alguna al escenario del Colón y los talleres están diez años atrasados en cuanto a materiales y formas de construcción. Esto realmente asusta, pues si sumamos la obsolescencia técnica, la falta de elencos de valía y las continuos cambios de rumbos artísticos, lo único que le queda al Colón es su acústica -hasta lo que se puede apreciar y recordar adecuadamente conservada- y su magnífica sala.
Con esto es poco o mucho lo que se puede hacer según las decisiones de política cultural. Por ahora es poco, falta el norte y no se vislumbra un rumbo definido y de excelencia. Esta gélida Bohème a precios que superan a los de los mejores teatros europeos, con un elenco de poco nivel no indica el camino a seguir. Esperemos que pronto se rectifique el rumbo pues sólo con una sala excelente no alcanza.
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