Austria

Bautizo en Salzburgo

Maruxa Baliñas
viernes, 6 de agosto de 2010
Salzburgo, domingo, 25 de julio de 2010. Felsenreitschule. Fazil Say, piano. Borusan Istambul Philharmonic Orchestra. Sascha Goetzel, director. Ulvi Cemal Erkin, Kocekce-Tanzrhapsodie für Orchester. Fazil Say, Nirvana Burning-Stück für Soloklavier und grosses Orchester. Wolfgang Amadeus Mozart, Concierto para piano y orquesta KV 414. Paul Hindemith, Symphonic Metamorphosis of Themes by Carl Maria von Weber. Ottorino Respighi, Belkis, Regina di Saba, suite de ballet. Salzburger Festpiele 2010
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El mismo día que se iniciaba oficialmente el Festival de Salzburgo con la habitual representación del Jedermann de Hugo von Hofmannsthal, la Borusan Istambul Philharmonic Orchestra se presentó por la mañana en el Felsenreitschule con un apasionante concierto. 

El primer atractivo era obviamente la presencia del pianista Fazil Say, quien además estrenaba una nueva obra, Nirvana Burning, para solista de piano -él mismo- y gran orquesta. Pero con ser interesante la obra de Say, quien además tocó uno de los Conciertos para piano de Mozart, fue la propia orquesta la que se convirtió en la sorpresa del concierto.

La Borusan Istambul Philharmonic Orchestra nació en 1999 a partir de una orquesta de cámara creada en 1993 por el grupo empresarial Borusan. Durante sus primeros años enfocó sus esfuerzos a asentarse, crear una temporada en Estambul -duplica cada uno de sus conciertos en el lado asiático y europeo- con un público propio, participar en diversos festivales de música en Turquía (desde 2003 es la orquesta residente del Festival Internacional de Música de Estambul), etc. De hecho, hace sólo unos meses recibió el premio a la mejor orquesta sinfónica turca cvoncedido por el diario turco Andante.

Una vez conseguidos estos objetivos, los responsables de la Borusan Istambul Philharmonic Orchestra se propusieron un nuevo reto, ampliar su presencia y darse a conocer fuera de sus fronteras, para lo que en junio de 2007 se contrató a un nuevo director musical -sin renunciar a Gürer Ayka, su director musical permanente-, el austríaco Sascha Goetzel.

Muchas orquestas se plantean su presentación 'exterior' demasiado pronto, de algún modo 'queman sus naves' por apresurarse. Pero no es el caso de esta orquesta, que en enero sacó a la venta su primer disco en el sello Onyx y ahora en julio se presenta en el Festival de Salzburgo (ya con anterioridad habían tocado en Bulgaria, Grecia, y otros países limítrofes con Turquía). En una entrevista posterior al concierto con Sascha Goetzel y responsables de la orquesta se planteó cuál será su proxima gira fuera de Turquía y -acostumbrada a los grandes planes de las orquestas españolas- me extrañó su timidez a la hora de hablar de sus proyectos. La Borusan Istambul Philharmonic Orchestra tiene muy claro que pretende hacerse un hueco entre las orquestas europeas, pero sin apresurarse, yendo paso a paso, cuando llegue un proyecto interesante. Como dijo su director: "La orquesta es un niño que va creciendo despacio"

Centrándome ya en el concierto, debo decir en primer lugar que me pareció muy bien planteado. El programa era variado, un Concierto de Mozart para demostrar su capacidad de abarcar el repertorio más clásico, un estreno de Fazil Say como muestra de su capacidad de incorporar obras del siglo XXI, una pieza muy idiosincrásica de un compositor turco, Ulvi Cemal Erkin (1906-1972), y finalmente dos obras europeas, pero muy escasamente tocadas, que de algún modo se están convirtiendo en una 'marca' de la orquesta, ya que aparecen también en su primera grabación discográfica: las Metamorfosis sinfónicas sobre un tema de Weber de Hindemith y Belkis, Regina di Saba de Ottorino Respighi. Se trata además de un programa prudente, compuesto por obras de las que no existen 'grabaciones de referencia', esa maldición que desde hace ya décadas pesa sobre cualquier interpretación musical en vivo.

La interpretación de todas estas obras fue espléndida. La orquesta es numerosa, lo que le ayuda a conseguir un sonido potente -incluso arrollador por momentos- y además toca con ilusión e ímpetu, algo que no es tan habitual. Los músicos eran conscientes de la importancia de este concierto y se les veía dispuestos a darlo todo. A ello se suma la juventud de su director -aunque no sé si se le puede considerar un 'director joven' cuando hay varios veinteañeros dirigiendo orquestas importantes- que también contribuye a esta vitalidad de la orquesta.

Este ímpetu fue especialmente evidente en la obra que abría el programa y que era una completa novedad para mí. La Kocekce-Tanzrhapsodie für Orchester (1943) es -como su nombre indica- una sucesión de danzas tradicionales muy bien engarzadas, con un lenguaje estándar propio más bien de los años anteriores a la 2ª Guerra Mundial con toques claramente stravinskianos (Ulvi Cemal Erkin estudió principalmente en París, donde reinaba Stravinsky). Destaca el uso de las maderas y los instrumentos de percusión, que le dan el correspondiente aroma turco a la obra, aunque el mayor mérito de la orquesta fue sin duda para el primer violonchelo. La orquesta se sintió muy a gusto con esta obra y fue la elegida como bis para cerrar definitivamente el concierto (y la segunda vez sonó aún más acelerada).

Soltura y hasta cierto punto desenfado fueron también los valores de la obra que más me gustó del concierto, Belkis, Regina di Saba. Respighi se está convirtiendo en compositor de una sola obra, más bien dos, sus sempiternas Fuentes de Roma y Pinos de Roma, y me resultó apasionante descubrir una obra como esta, donde su lenguaje está a medio camino entre un Bartók sin complejos y un Ravel (la parte de la 'Danza de Belkis a la aurora') o Stravinsky (la 'Danza orgiástica'), pero sobre todo porque me recordó a un compositor que adoraba en mi infancia, el inglés Albert William Ketèlbey (1875-1959). Interpretativamente destacaron los solistas de trompeta y trompa -las maderas de la orquesta son muy buenas en general- y el timbalero, una de las columnas de la orquesta.

Si seguimos ordenando las obras que sonaron siguiendo mis preferencias, le toca el turno a las Metamorfosis de Hindemith, una obra nada fácil de escuchar que abrió la segunda parte del concierto. Goetzel comentaba en la entrevista posterior que cuando llegó a la orquesta, esta tenía ya muy buenos músicos, de modo que su principal función fue ayudarles a descubrir su sonido, a construir su interpretación como se construye un mosaico. La interpretación de las Metamorfosis tuvo mucho de construcción de mosaico, de ir sumando cada elemento para llegar a un resultado final contundente, lleno de fuerza y vitalidad. Como en el caso de Respighi o Erkin, se trata de una obra que se adapta muy bien a la Borusan Istambul Philharmonic Orchestra, ya que le permite usar los dos estilos que mejor dominan: los crescendos y fortes, y la música movida, con vitalidad.

Nirvana Burning de Fazil Say, es una obra a medio camino entre el pop y el clásico, con un lenguaje bastante minimalista y una finalidad que parece más ambiental que trascendente, o sea, una obra típica del siglo XXI. La parte pianística es quizá excesiva respecto a la destinada a la orquesta, pero obviamente Say la ha compuesto para sí mismo y es normal que quiera lucirse (además es lo que espera su público de él). En cualquier caso, se escucha perfectamente, mientras suena es interesante y en el aspecto técnico funciona bien (me gustaron especialmente los dúos piano-celesta, piano-tuba, piano tocado dentro de la caja-xilófono, etc.). Pero una vez que la obra ha terminado, tampoco deja poso. El público recibió muy bien Nirvana Burning, y cuando terminó sonaron bravos, hubo pateos en el suelo, gente en pie y demás muestras de entusiasmo, que me parecieron casi un poco exageradas.

Inmediatamente le siguió el Concierto KV 414 de Mozart, que por contraste sonó casi anodino. Say lo hizo maravillosamente, a pesar de su tendencia a canturrear mientras toca, pero tras el subidón de Nirvana Burning creo que estaba cansado o descentrado (o acaso la descentrada era yo). Lo mejor del Concierto fueron los pasajes cantabiles y el precioso sonido de jeu perlé de Say, y su humildad ante la partitura, sin intentar disimular por ejemplo lo operístico que resulta el Andante intermedio. Los planos sonoros estaban además muy bien planteados, tanto en la orquesta como en el piano, y eso es algo que siempre se agradece.

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