España - Valencia
Canciones en el Casino
Julián Carrillo

Las canciones de la primera parte permitieron ya gozar del timbre aterciopelado de la voz de Gragera y observar su amplitud de registro expresivo: desde el desenfado de La Mari Juana, canción de Joaquín Nin-Culmell con texto de Lope de Vega, y la sobria solemnidad del Soneto a Córdoba de Falla a la superación sin apenas problemas de la difícil línea de canto de Sol duro, de Miguel A. Coria/V. Aleixandre y la imagen de aridez tan brillantemente plasmada en el poema Pastor hacia el puerto de Aleixandre, deliciosamente musicada por Montsalvatge, para terminar con el aire calmo, como de serenidad campesina, de Esta iglesia no tiene, de Carlos Guastavino/Pablo Neruda, que cerraba la primera parte del recital.

Fotografía © 2010 by Xavi Miró
Palomar del arrullo y El amor ascendía son dos composiciones de juventud de Manuel Seco de Arpe, revisadas posteriormente por el autor. En la brevedad de Palomar se esconde toda la triste ternura del poema de Hernández, que se convierte en la forzada dureza de la separación de El amor ascendía, sobrecogedoramente expresada por Gragera en los dos versos finales: ‘Y somos dos fantasmas que se buscan // y se encuentran lejanos’.
Apenas pude prestar la debida atención a Penas y cardos, de Jesús Legido, por el casi continuo entrar y salir, y los cuchicheos de varias personas que no sabiendo o no queriendo gozar de la música, impidieron su disfrute a quienes lo intentaban.
De las cuatro canciones de Rincón, destacó la breve Si te perdiera, una canción llena de la intensidad y la urgencia del deseo, y la fuerza emotiva de En este campo estuvo el mar. Casida del sediento, de Oliver Pina es una canción muy centrada en el texto poético con el piano sugiriendo desde la mano derecha la imagen de brillos de espejismo en un paisaje calcinado por el sol. El canto de Gragera ahondó muy expresivamente esa idea de páramo.
La canción que cerraba programa, El rayo que no cesa, de Soriano, está escrita con gran respeto a la prosodia propia del poema y fue adecuadamente expresada por Gragera y Cardó, que ofrecieron como regalo la chispeante Bailan las gitanas, de Leonardo Balada sobre texto de Cervantes.
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