España - Castilla y León

Partes sin todo

Samuel González Casado
martes, 22 de febrero de 2011
Sabine Meyer © OCG Sabine Meyer © OCG
Valladolid, miércoles, 9 de febrero de 2011. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala de Cámara. Juliane Banse, soprano. Sabine Meyer, clarinete. Alexander Madžar, piano. Franz Lachner: Dos lieder alemanes, para soprano, clarinete y piano, op. 82. Robert Schumann: Frauenliebe und -leben, para soprano y piano, op. 42; Fantasiestücke, para clarinete y piano, op. 73. Louis Spohr: Seis lieder alemanes, para voz, clarinete y piano, op. 103. Franz Schubert: Seis lieder sobre textos de Mayrhofer: Freiwilliges Versinken (Wohin? o Helios!), D. 700; Memnon (Den Tag hindurch nur einmal mag ich sprechen), D. 541 / op. 6 n.º 1; Schlummerlied (Schlaflied) (Es mahnt der Wald), D. 527; Nachtstück (Wenn über Berge sich der Nebel breitet), D. 672 / op. 36 n.º 2; Sehnsucht (Der Lerche wolkennahe Lieder), D. 516 / op. 8 n.º 2; Auflösung (Verbig dich, Sonne), D. 807. Der Hirt auf dem Felsen, para soprano, clarinete y piano, D. 965 / op. post. 129. Ocupación: 90%.
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El bellísimo programa de este concierto y el renombre de los solistas no hacía presagiar lo decepcionante de sus resultados. Ante todo, sorprendió negativamente el estado vocal de Juliane Banse, soprano lírico-ligera que evidencia voz cansada y emisión muy problemática. Toda la zona central está mal resuelta y se mueve de forma poco maleable y con exceso de presión y paladar blando (imposible apianar sin modificar la posición), lo que provoca tremendos escollos en el segundo paso que la cantante es incapaz de disimular.

Con ello, además, los ataques en el centro son aproximativos (primera sílaba "Süßer Freund, du blickest") y carecen de cualquier precisión en el agudo (segunda estrofa del mismo lied, en "We so bang..."). Se aprecian también dificultades en los saltos interválicos (lied "Auflösung"), sonidos sin vibración (primera estrofa de "Nun hast mir den ersten Schmerz getan", en la palabra "Todesschlaf", o en "Nachtstück", primera estrofa, palabra "gedämpft"), mala vocalización (tercera estrofa de "Ich kann´s nicht fassen, nicht glauben", irreconocible la palabra "seligsten") y sobre todo la imposibilidad técnica, que no musical, de otorgar variedad al discurso en general y al fraseo en particular: la soprano intenta dar sentido al texto, pero sus recursos vocales son muy limitados y lo único que puede hacer es elegir entre un abanico monocromo de manidas opciones expresivas, con lo que todo suena repetitivo, sin diferencia apreciable entre autores y ambientes. Pese a lo anterior, hay que reconocer que en ciertas ocasiones, sobre todo cuando no tenía que competir con el clarinete y concretamente en el ciclo Frauenliebe und -leben, consiguió algunos momentos de apreciable concentración, por ejemplo en el lied Er, der herrlichste von allen.

Las historias de la clarinetista y el pianista son distintas a la de Banse, pero igualmente decisivas para que el concierto no terminara de despegar. El protagonista de la primera es un clarinete en La que Meyer utilizó en toda la primera parte, con resultados más que discutibles. En ningún momento esta excelente solista se sintió contenta con los resultados, lo cual se notaba en un gesto adusto y en la búsqueda de soluciones que nunca llegaron: desafinó más de la cuenta y el sonido era más bien histérico, abierto, carente de belleza. En este sentido, el III de las Fantasiestücke op. 73 no supuso ningún glorioso colofón antes del descanso, sino todo lo contrario. Mejor en el II, más que aceptable visto lo visto.

Con el clarinete en Si bemol utilizado para las obras de Spohr y Schubert la cosa cambió en el lado técnico, y mucho. Sabine Meyer hizo honor a su fama repetidamente (maravillosas, por ejemplo, la introducción, escalas y trinos en "Sehnsucht"), pero ¡ay!, los tempi elegidos a veces fueron desastrosos a la hora de intentar transmitir música y texto a la altura de su valor: Der Hirt auf dem Felsen pasó en un suspiro, y el dolor de la sección central se quedó en un rápido amago de jaqueca interesada. Para colmo, el texto en el programa de mano no coincidía con lo que se escuchaba, aspecto este que empieza a convertirse en una tradición en el Auditorio (últimamente ha ocurrido también en el concierto de Ute Lemper y en el recital de Felicity Lott). Las "agilidades de crucero" (en este caso de reactor) de la última sección se intuyeron más que escucharon, la soprano fagocitada -no es lo más reprobable- por un clarinete y teclado gozosos y al parecer ajenos entre sí. Alexander Madžar no parece mal pianista (muy buen gusto en el legato y musicalidad pulida), pero adolece del que quizá supuso el problema principal de estos tres músicos: la falta de una visión holística, de "feeling", de complicidad, de equilibrio. Al menos la maravillosa música del programa y las excelentes notas de Carolina Queipo procuraron un color no tan irremediablemente gris a esta ocasión perdida.

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