Discos
Novedades John Cage en NEOS y Rozart
Paco Yáñez
John Cage: ASLSP; One; One2; One5; Musicircus. Pilar Jurado y Estrella Estévez, sopranos. Sabine Liebner, piano. Grup Instrumental de València. Antiphon Ensemble Project. Kontakte Grup de Percussió. Orquesta del Caballo Ganador. Unió Musical de Villafranca. Coral Infantil i Jovenil Borrianenca. Joan Cerveró, Vicent Doménech, Fernando Junquera y Pau Monfort, directores. Wolfgang Korb, Teresa Sanchis y Miguel Ángel Del Ser, productores. Thomas Becher y Vicente Sabater, ingenieros de sonido. Tres CDs DDD de 64:05, 71:41 y 60:00 minutos de duración grabados en la Funkhaus Halberg de Saarbrücken (Alemania) y en el Espai d’Art Contemporàni de Castelló (España), el 4 de octubre de 2008, y los días 9 y 10 de noviembre de 2009. NEOS 11042, NEOS 11043, Rozart ARTS003. Distribuidor en España: Diverdi
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A lo largo de estos últimos años, John Cage (Los Angeles, 1912 - Nueva York, 1992) se ha convertido en una presencia cotidiana en las páginas de nuestro diario; un Cage que hemos ido conociendo en muchas de sus vertientes, aquéllas que conforman una de las personalidades artísticas más poliédricas, interesantes y trascendentes del siglo XX. Las últimas novedades John Cage del mercado discográfico nos permiten abismarnos de nuevo en los múltiples Cage que habitan en John Cage. Por un lado (si es que lados, divisiones o compartimentos es posible trazar con el bisturí analítico en el todo que supone el norteamericano), tenemos al Cage provocador, irreverente y humorístico, aquí de una amplitud maximalista, a través de todo un circo sonoro en su mejor acepción; por otro lado, a través del piano nos adentraremos en el corazón poético de un creador capaz de convocar y componer mundos tan dispares en un mismo catálogo, en el fondo coherente y ligado por una idea del arte como ente radicalmente vivo: espejo y trasunto de realidades tan dispares (cuando no antitéticas) como habitan en el ser humano.
Cage, el maximalista
Musicircus (1967) se sitúa en la línea de obras como Variations VII (1966), Reunion (1968) o HPSCHD (1967-69), creadas para ingentes orgánicos instrumentales, en propuestas que interactúan con la danza -fruto de la dirección de John Cage de la Merce Cunningham Dance Company- y que permiten al público desplazarse libremente por un ambiente sonoro en el que proliferan fuentes musicales de diversa naturaleza y sentido. Tal es el despliegue que Cage llega a pre-disponer en estas obras, el diálogo e interacción de disciplinas artísticas al que nos invita, que el compositor Gordon Mumma habla de ellas como propuestas verdaderamente "wagnerianas".
Tomado de un poema de E. E. Cummings, el término Musicircus alude a un verdadero circo sonoro formado por obras de la más diversa procedencia, no exclusivamente de John Cage, un compositor que busca en esta pieza deslocalizar los fenómenos musicales y crear todo un festín cuya primera experiencia se ofreció con el Musicircus del 17 de noviembre de 1969 en la Universidad de Illinois, al que asistieron más de cinco mil personas. Aquel primer Musicircus daba algunas de las claves que marcan estos encuentros. En él se reunían obras del propio Cage -pero también de Erik Satie, un compositor respetadísimo por Cage y notable influencia en éste-, la participación de todos aquellos músicos que se quisieran sumar al evento, la presencia de bailarines, bandas, puestos de comida, libertad de movimientos en el evento, duraciones no predeterminadas, una intencionalidad de no intencionalidad, primacía de la indeterminación a través de la ausencia de dirección, el no pago por las entradas y no cobro por parte de los músicos como forma de desvincularse del carácter mercantil del arte, etc. Similares presupuestos guiaron posteriores ediciones del Musicircus, como el de 1970 en Minnesota, donde el público se convertía, además, en intérprete.
El Musicircus que ahora escuchamos, gracias al registro del sello Rozart, fue el realizado en Castelló el 4 de octubre de 2008, como punto álgido de la exposición Paisajes imaginarios, Conciertos & Musicircus, muestra del Espai d’Art Contemporàni de Castelló comisariada por el director del Grup Instrumental de València, Joan Cerveró. En él se reunieron conjuntos musicales como el Grup Instrumental de València, el Antiphon Ensemble Project, el Kontakte Grup de Percussió, la Orquesta del Caballo Ganador, la Unió Musical de Villafranca, o la Coral Infantil i Jovenil Borrianenca, además de solistas y grupos de danza. Todos ellos ocupaban diversos espacios y niveles para brindar una ejecución festiva que duró cinco horas y media, de las cuales aquí escuchamos una selección de sesenta minutos. Las obras seleccionadas fueron íntegramente del propio John Cage, con unas 50 piezas musicales que se ejecutaron bien en simultáneo, bien de forma sucesiva, y a través de las cuales nos desplazamos confrontándonos con un recorrido plural, heterogéneo y abigarrado, cual sociedad musical en plena efervescencia sonora. Ayuda a ello la nitidez de la grabación y el hecho de que el registro recoge voces, comentarios, ecos, pasos, aplausos y demás sonidos en vivo de este circo que se convierte en un auténtico museo John Cage, en una experiencia en la que interrelacionar las diversas etapas de su catálogo, y como éstas configuran una estética múltiple. No quiere ello decir que no se asomen otras referencias a esta ágora acústica, pues al utilizar algunas de las piezas reproductores de audio, como radios, son otras las estéticas que se filtran, de forma libre e improvisada, como temas de los Beatles. Esta indeterminación llega a su punto culminante en el séptimo corte del compacto, íntegramente dedicado a un 4’33’’ (1952) en el que resuenan el museo y sus visitantes.
Así pues, un verdadero festín sonoro que pone el acento en lo global, en lo situacional, en la integración, más que en el hecho aislado y puntual. Es también de este modo como debemos entenderlo a nivel interpretativo, percibiendo el carácter excepcional del hecho artístico-musical representado en Castelló, por encima de que las ejecuciones concretas que escuchemos sean algunas más notables que otras, destacando las de percusión.
Cage, el poeta
Resulta muy interesante y revelador escuchar de forma comparada las últimas obras para piano solo de John Cage y Morton Feldman, ambas estructuradas como tramas sonoras proliferantes en los jardines del silencio. Si en el caso de Feldman la penetración en el absorbente ocaso sonoro se realiza alzado en tapices musicales de patrones tejidos en base a ritmos y alturas hilvanados en ínfimas microvariaciones y levísimos suspiros que al tiempo reflejan, como un pestañeo, toda la extensión de la eternidad; en el caso de Cage su penetración en el silencio se produce a modo de saltos sobre pilares sonoros: golpeos del ser como ágora reverberante contra un teórico vacío sonoro que el compositor ya había negado como realidad física con sus experiencias en la cámara anecoica de la Universidad de Harvard y la revelación plástica que supusieron los cuadros completamente blancos o completamente negros de Robert Rauschenberg, a lo que se añade la influencia de la filosofía Zen; todo ello fraguado conceptual y musicalmente en esa genialidad que es la antes mencionada 4’33’’.
Perfecto ejemplo del último Cage en relación con el silencio, son las obras para piano solo que el sello NEOS presenta en dos compactos interpretados por la pianista Sabine Liebner. El primero de ellos (NEOS 11042) está íntegramente dedicado a ASLSP (1985), obra cuyas ocho secciones ininterrumpidas desgrana Liebner en 64 minutos. El carácter de la indicación de Cage para esta pieza: "as slow as possible", lejos de indicaciones metronómicas exactas, abre un mundo de posibilidades para la realización de la misma, pudiendo encontrarnos versiones fulgurantes, como la de Steffen Schleiermacher (MDG 0791), que se queda en tan sólo 16:45 minutos -empleando unos 2 minutos para cada sección-, frente a otras que convertirían a ASLSP en la obra musical más larga de la historia de la humanidad, pues, por tomar un ejemplo extremo, en el órgano de Halberstadt se calcula que la duración de la interpretación actualmente en progreso será de ¡¡¡639 años!!! Como se pregunta Christoph Schlüren al respecto: ¿estará la iglesia en pie tras todos esos años?, ¿habrá por aquel entonces alguien interesado en tal ejecución de más de seis siglos? Como vemos, Sabine Liebner se sitúa en un término mucho más acorde con las posibilidades físicas de una versión de concierto, al tiempo que en un balance más adecuado para vivenciar la relación entre las notas aisladas o acordes pianísticos y sus ecos, campo éste en el que se expanden algunas de las sonoridades más bellas de la obra a través del uso del pedal. Pieza para su audición en total silencio, preferiblemente a oscuras, en ella el teclado va desgranando verdaderos fenómenos sonoros que emergen en el vacío, llenándolo de ecos, de colores que nacen, se difuminan y extinguen.
El segundo compacto de Sabine Liebner (NEOS 11043) presenta las obras One (1987), One2 (1989) y One5 (1990), todas ellas parte de las cuarenta y ocho Number Pieces que Cage compuso en sus últimos años de vida, entre 1987 y 1992. Se trata de la última vuelta de tuerca del compositor en cuanto a depuración sonora; un proceso en el cual resuenan ecos de sus anteriores etapas a través de una serie de técnicas extendidas que afloran en diversos momentos de estas piezas para piano solo, generalmente como acciones instrumentales dentro de la caja del piano. Estas técnicas, unidas a una calibrada disposición de las alturas, crean un universo sonoro muy idiosincrásico del último Cage, enormemente atractivo y de una gran musicalidad, alquitarando en este sentido lo mejor que diseminó a lo largo de su fértil carrera. El silencio vuelve a ser un marco esencial para estas irrupciones sonoras que como fenómenos vivos van proliferando en la partitura, algunos de ellos con ciertos niveles de indeterminación, y en todo caso, con una notación mínima, parca, y de gran laconismo poético, siempre asociado en Cage a la influencia de la espiritualidad oriental, aquí especialmente audible.
En estas piezas para piano, Cage utiliza unos diagramas temporales que especifican el comienzo y el fin de cada célula sonora, para la cual se predeterminan las alturas, si bien la velocidad y duración de las notas son abiertas, a definir por cada pianista, dentro del marco temporal acotado por Cage. Una de las cuestiones más complejas, así pues, es cómo estos pasajes de notas se relacionan entre sí, creando un hilo, un discurso musical. En este sentido, Cage prefería que el sonido emergiera de forma espontánea en cada interpretación, para acusar la individualidad de cada versión y crear un ámbito de sorpresa, en el cual la música nos asalta realzando el valor y la profundidad del silencio: ese topos acústico cuya importancia en el último Cage es tan (si no más) esencial que el sonido en sí. Este modus operandi tiene su punto álgido en One5, con sus 97 eventos sonoros en 20 minutos de duración, si bien aquí los tonos se expanden en ecos sostenidos por un pedal presionado de forma continua. One2 enfatiza otro ámbito: el del sonido/silencio espacializado, al estar escrita para cuatro pianos dispuestos en una habitación, entre los cuales se mueve la pianista activando una serie de fenómenos sonoros prefijados en secuencias para cada instrumento (de nuevo con profusión de técnicas extendidas, fiel reflejo de los dedicatarios de esta partitura: el compositor George Crumb y la pianista Margaret Leng Tan, experta en la ejecución de estos recursos -recordemos al respecto su excelente grabación para el sello Mode (142) del Makrokosmos (1972-73) del propio Crumb-).
Las interpretaciones de Sabine Liebner son de una exquisitez digna de destacar, así como de una musicalidad muy calibrada y lógica (o una de las lógicas cageanas posibles). Su juego entre el sonido pianístico y el silencio crea un continuo que respeta tanto la voz del instrumento como su eco en el silencio, rescatando los posibles que en éste se dan cita. Técnicamente, su digitación es impecable, así como sus intervenciones en el interior de la caja del piano, y si bien estas piezas no es en dicho terreno donde ofrecen sus mayores dificultades, precisamente por lo expuestas que están al silencio y al eco, si dicho apartado no se cubre con la abrumadora solvencia que lo hace Liebner, los errores son doblemente obvios. Así pues, versiones de notable filiación cageana, de gran sensibilidad poética, y plenamente conscientes del valor fundamental de esta música: su/nuestra exposición al silencio a través de lo que de nosotros en él resuena.
La grabación de los compactos de NEOS es, como de costumbre, modélica, procedente de la Saarländischen Rundfkunks, si bien hubiese resultado interesante escuchar la espacialización de One2 en formato multicanal. Los libretos son al tiempo informativos y visualmente muy interesantes, al presentar diversos ejemplos de partituras, junto a fotografías y a las habituales biografías y ensayos.
Tres inteligentes propuestas discográficas, de este modo, para penetrar en el corazón de los múltiples Cage sabiamente enjaulados en/por Cage.
Estos discos han sido enviados para su recensión por Diverdi
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