España - Valencia
El arte del trabajo bien hecho
Fernando Galicia
Alicante, viernes, 28 de septiembre de 2001.
Teatro Principal. Joven Orquesta Nacional de España. Director: Patrick Davin. Programa: Igor Stravinsky: Concertino; Alejandro Civilotti: The Scream; Francisco Guerrero: , Coma Berenices; Claude Debussy: Prélude à l'apres-midi d'un faune; Bela Bartók: Suite de 'El mandarín maravilloso'. XVII Festival de Música Contemporánea de Alicante.
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No sería justo comenzar esta crítica sin hablar del gran acierto que supone la presencia de la JONDE en la decimoséptima edición del Festival de Música Contemporánea en Alicante. Su inclusión en el evento supone un gran avance con respecto a ediciones anteriores, en las que si bien no se contaba con malas orquestas, sí es cierto que no supieron rallar a la altura de nuestros jóvenes intérpretes; la calidad y el compromiso de la JONDE han quedado evidentes durante los dos primeros conciertos que han ofrecido este fin de semana, ambos con un programa muy serio y de una dificultad más que considerable.El concierto que nos ocupa comenzó con el Concertino de Igor Stravinsky, adaptación de la versión original del cuarteto de cuerda para doce instrumentos. En un principio el sonido del conjunto fue bastante apagado, casi monótono, pero fue mejorando a medida que iban avanzando los compases, ganando en dinámica y en riqueza sonora. Sobre todo se puede resaltar el gran trabajo realizado por el violín y el cello (protagonistas a su vez de la pieza). El violín sonó ágil, con mucha soltura; el cello sonó con un aplomo impresionante, con gran seriedad, algo que sirvió de base al resto para llevar la pieza a buen puerto. Merece resaltarse el papel del clarinete, muy sobrio en sus intervenciones. Como hemos mencionado, a medida que se iba avanzando se fue ganando en confianza, algo que repercutió en la riqueza del sonido de todo el conjunto, marcando muy bien los contrastes de dinámica, con unas subidas de intensidad soberbias, y con algunos detalles muy buenos, como los pizzicatos (donde el cello se mostró inconmesurable).En segundo lugar se interpretó The Scream (El grito), de Alejandro Civilotti, en lo que constituía el estreno mundial de esta pieza encargada a Civilotti por el Centro de Difusión de Música Contemporánea (CDMC) en febrero del presente año. Está compuesta sobre el famoso cuadro The Scream de E. Munch, y está estructurada en lo que se puede denominar 'variantes sobre un momento musical' (en donde todo gira en torno a una idea dada, en este caso un bloque sonoro, del que derivan diferentes texturas). Destacó sobre todo en esta interpretación el gran sentido de grupo de la orquesta, lo que dio lugar a un fantástico clima sonoro. La idea de bloque se llevó a cabo a la perfección, y de ella entresalían los distintos solistas con una precisión de tiralíneas (llamó nuevamente la atención el clarinete, con un sonido muy limpio en todas sus intervenciones). El trabajo de las cuerdas fue excelente, sobre todo en el caso de las violas y de los cellos (que dejaron grandes detalles de calidad, como por ejemplo una ejecución excelente de armónicos). Mención aparte merece la sección de percusión, que realizó una gran labor a lo largo de todo el concierto, con gran protagonismo. En esta pieza en concreto destacó el bombo, muy preciso en sus entradas y sin sobreponerse en ningún momento al resto de los instrumentos. Los crescendos desde pp de la orquesta fueron impecables, pero al llegar al fortíssimo se perdía un poco el control, con un viento metal que a veces se presentaba poco comedido. El tremendo final, con la percusión in crescendo, terminó de provocar el entusiasmo del público, que aplaudió mucho la interpretación de la obra. El compositor, presente en la sala, se mostró muy complacido por el resultado, y que también fue muy aplaudido por los que allí se encontraban.La tercera obra en programa, Coma Berenices, de Francisco Guerrero, última de la primera parte, fue la más floja de todo el concierto; y no tanto en lo que a la interpretación se refiere, sino en cuanto a que no encajaba demasiado bien en un programa de tal magnitud. Tuvo muy buen comienzo por parte de las cuerdas, en un conjunto que sonaba muy disonante. La sensación de desorden fue tal vez lo que predominó a lo largo de la pieza (teniendo en cuenta que ello viene dado en gran parte desde la propia partitura). Los trombones sonaban como dos ruidos aislados del resto de la orquesta, y fue de lo que más contribuyó a tal efecto. De todos modos, en las entradas el sonido era espléndido, y los crescendos desde pp hasta fff se ejecutaban sin el menor sobresalto. Muy coordinados se mostraron los tres percusionistas, sobre todo con el tándem caja-bombo; los unísonos sonaron como tal, y consiguieron un efecto muy espectacular en una obra que llega a ser aburrida de no ser por ello. Por último, decir que las cuerdas consiguieron crear un espacio sonoro que fue de lo mejorcito de la interpretación. Resumiendo, una obra que tal vez sobraba en este programa, pero que fue conducida de la mejor manera posible.Tras el descanso dos obras de gran peso: Prelude à l'apres-midi d'un faune, de Claude Debussy, en su versión para orquesta de cámara, y El mandarín maravilloso, de Bela Bartók, en su versión de Suite. La versión del Preludio a la siesta de un fauno presenta una orquestación reducida, para once instrumentos, de la que se 'caen' los instrumentos de madera graves y los instrumentos más voluminosos de la orquesta. De la interpretación que se hizo en el concierto hay que resaltar el buen trabajo del viento; especialmente de la flauta, solista, que hizo un muy buen papel, aunque tal vez las respiraciones vinieron un tanto a destiempo, ya que cortaban un poco el sentido de las frases melódicas. La pianista también tuvo una gran labor en el desarrollo de la obra. Fue una interpretación muy aplaudida.En cuanto a El mandarín maravilloso, de Bartók, se puede decir que junto con The Scream fue lo mejor de la noche. Fue aquí donde tal vez la orquesta presentó todo su potencial artístico, habiendo escogido muy bien la ubicación de la pieza. El comienzo, con los violines y la percusión (sobre todo la caja) ya auguró que sería un éxito. La orquesta realizó un gran trabajo de grupo, con unos grandísimos crescendo que culminaban en unas llegadas perfectas en bloque. A diferencia de The Scream, el viento metal se mostró muy bien en esta obra, especialmente los trombones, sin tapar en ningún momento al resto, mostrándose muy comedidos y muy serios. Lo mismo ocurrió con los contrabajos, muy sobrios, cumpliendo muy bien como base para el resto y sin destacar por encima de ningún instrumento. Los violines supieron resolver muy bien los pasajes más melodiosos de la obra, sobre todo con los glissandi, excelentes. La percusión, como ya se mencionó anteriormente, estuvo rindiendo a un gran nivel. Lo mejor de la obra fue la marcha final, con una orquesta genial: comenzaron los cellos, seguidos por violines y viento, y coronados con una percusión majestuosa, realizando un espectacular final in crescendo. Fue lo más aplaudido de la noche.El director, Patrick Davin, estuvo impecable en todo momento, tanto dirigiendo como a la hora de ceder el protagonismo a los intérpretes. Todo un acierto.Así pues, un grandísimo concierto que dejó una clara muestra del grandísimo nivel que la JONDE tiene hoy en día. No estaría de más que se la empezase a tener un poco más en cuenta a la hora de programar grandes conciertos y eventos, en lugar de contratar sistemáticamente orquestas de 'bolos' que, por mucho nombre que tengan, no van a ser capaces de rendir a la altura de algunas de las agrupaciones españolas actuales. Hay que valorar el trabajo de la JONDE, y potenciarlo, porque si no todo habrá sido inútil.
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