Estados Unidos
Un rotundo triunfo
Horacio Tomalino

Si en su debut de temporada 2012-13 la Washington National Opera obtuvo un rotundo triunfo subiendo a escena la ópera Anna Bolena de Donizetti, esto se debió en buena parte a la caracterización que de la desgraciada reina inglesa hizo la soprano Sondra Radvanovsky, quien en esta ocasión además hacía su debut en este nuevo rol sobre este mismo escenario. Sin ser una soprano dramática de agilidad, Radvanovsky demostró poseer sobrados agudos y una solida técnica con la cual hacer frente con las agilidades de la parte. En su voz, la parte de Anna encontró no sólo unos medios excepcionales y dúctiles con los cuales hacer frente a las exigencias de la partitura, sino que además adquirió gran profundidad dramática que claramente evidenció el minucioso conocimiento que la cantante ha hecho de la parte para sacarle el mayor partido posible a su capital vocal. En todo momento su prestación supo ir superándose a si misma, alcanzando su cenit de excelencia tanto en las confrontaciones con el rey como con Seymour, así como en la escena final donde su aria ‘Al dolce guidami…’, con sus pianissimos, sus filados y su sinnúmero de matices, no hicieron mas que preparar al oyente para una caballeta ‘Coppia iniqua…’ de manual, plena de bravura y no apta para cardiacos.
Aunque eclipsada frente a la figura de Radvanovsky, la Giovanna Seymour de la mezzosoprano italiana Sonia Ganassi demostró solvencia y mucho aplomo en la caracterización de la rival de la reina. Su canto rebosó de refinamiento, cuidado fraseo y buen gusto en el más estricto estilo belcantista, aunque pudo reprocharle una excesiva búsqueda del mejor sonido en detrimento del carácter que su parte requiere. Tampoco la ayudó el hecho de tener que medir fuerzas con una soprano cuyo importante volumen en más de una ocasión dificultó su audición. Ganassi se quedó corta en su aria ‘Per questa fiamma indómita…’, en la que resultó aburrida y perdió una buena oportunidad de delinear el carácter de la contrincante de la reina.
© 2012 by Scott Suchman
A cargo del nada sencillo personaje de Lord Riccardo Percy, Shalva Mukeria dibujó un enamorado de la reina de gran porte vocal. En un rol particularmente grato para sus facultades vocales, el tenor georgiano
sacó a relucir un timbre homogéneo en todo el registro, un rico esmalte, y seguras agilidades, cualidades con las que fue imponiéndose a medida que avanzó la ópera y que fue cincelando con apreciable arrojo y vigor.
El bajo americano Oren Gradus, si bien tuvo un desempeño destacable, como Enrique VIII pareció estar aun verde. Aunque está fuera de toda discusión la importancia de su patrimonio vocal, el modo como lo administra Gradus no siempre pareció el más adecuado para darle a la parte del rey de Inglaterra toda la nobleza y autoridad que su personaje exige.
Tanto la mezzosoprano Claudia Huckle como el bajo Kenneth Kellogg aportaron oficio y adecuación como el paje Smeton y el hermano de la reina, Lord Rochefort, respectivamente. Excelente desde todo punto de vista, el tenor Aaron Blake dotó a la parte del despreciable oficial Sir Hervey de una dimensión vocal y escénica descomunal, como pocas veces he visto.
© 2012 by Scott Suchman
El coro de la casa tuvo una gran noche haciendo gala de una sólida preparación vocal y de gran implicación con cuanto sucedía en la escena.
Desde el foso, el Mtro. Antonello Allemandi hizo una lectura musical de gran contenido dramático, con tiempos siempre justos y de riguroso estilo donizettiano que no decayó en ningún momento. Supo además coordinar con eficacia la labor de todos los intérpretes.
Otro de los responsables del éxito general de la producción fue el director de escena Stephen Lawless, cuyo trabajo de superlativa calidad, fiel al momento histórico en el que transcurre la acción y con inteligentes marcaciones tanto de los solistas como de las masas corales, le dieron tanto profundidad a la historia como espectacularidad a la escena. Es justo mencionar la claridad de ideas y la funcionalidad de la escenografía que firmó Benoit Dugardyn, así como el rico vestuario diseñado por Ingeborg Bernerth, elementos que contribuyeron en gran medida al éxito final de la presentación.
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