Alemania

Las marionetas también follan

Xoán M. Carreira
viernes, 4 de enero de 2013
Mannheim, viernes, 28 de diciembre de 2012. Nationaltheater Mannheim. Avenue Q, de Robert López y Jeff Marx sobre un libreto de Jeff Whitty. Versión alemana de Dominik Flaschka (diálogos) y Roman Riklin (canciones). Dirección escénica de Dominik Flaschka. Decorados: Simone Baumberger. Vestuario: Kathrin Kündig. Muñecos: Rick Lyon. Intérpretes: Manuel Steinsdörfer (Princeton, Rod); Stefanie Köhm (Kate Monster, Lucy D. Schlampe); Jonathan Agar (Brian); Lanie Sumalinog (Christmas Eve); Florian Claus (Nicky, Trekkie Monster, Bullshit Bär, Neuankömmling); Cornelia Löhr (Manipuladora de Lucy, Trekkie Monster, Lavinia Semmelmöse, Rod, Kate, Nicky, Princeton y Ricky); Martin Schäffner (Daniel). Avenue Q-Band. Figurantes del Nationaltheater Mannheim. Christiaan Crans, dirección musical.
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Avenue Q es un musical estrenado en el Vineyard Theatre de Broadway, Nueva York, en marzo de 2003. La acción transcurre en el universo que en España y Latinoamérica se conoce como Barrio Sésamo, y los protagonistas son tres humanos -la pareja formada por Brian, un simpático tejano, su novia japonesa Christmas Eve y el adolescente Daniel, encargado del mantenimiento de los apartamentos- y las marionetas que son los vecinos habituales de Barrio Sésamo/Avenue Q, quienes en esta producción comparten agonismo con sus manipuladores, los cuales están en el escenario y hacen pantomima.

Avenue Q (Mannheim, 2012)

Brian, Daniel, Kate Monster, Ron y Pricenton. Avenue Q (Mannheim, 2012) © National Theater Mannheim.

Los vecinos de Avenue Q se consideran unos fracasados, Brian acaba de perder su empleo, su novia Chrismas es una terapeuta sin clientela, forzada a trabajar a tiempo parcial simulando ser china, Daniel es un antiguo niño-actor que  no se resigna a haber perdido encanto y fama al envejecer. Por parte de las marionetas, Kate Monster es una dulce chica del barrio que regenta una guardería infantil, que cifra todos sus sueños en crear una escuela para monstruos y sueña con el amor. Rod es un joven y elegante intelectual que se niega a asumir su homosexualidad a la vez que se siente aplastado por la soledad. Su compañero de piso, Nicky no consigue encontrar estabilidad ni trabajo. Lavinia Semmelmöse, la vieja maestra, se pasa el día regañando a Kate y advirtiéndola contra los peligros del sexo, especialmente de la pornografía en internet. Trekkie Monster es un solitario gruñón malhumorado, obsesionado con sus inversiones en el lucrativo negocio del porno en internet.

El argumento es una deliciosa parodia de los tópicos del género. En el mundo de los héroes, Kate se enamora de Princeton, un joven inteligente y sensible de San Francisco, recién llegado a Avenue Q, pero en sus amores se entremete Lucy D. Schlampe, una glamurosa estrella erotica de Las Vegas, que está actuando en el café del barrio. Será Trekkie, el entrañable monstruo de las galletas, quien al final de la obra actúe como deus-ex-machina resolviendo favorablemente el enredo según los cánones del drama clásico (y del moderno mecenazgo). En el mundo terrenal, en el lugar correspondiente a la tradicional fábula pastoril, la historia de los esfuerzos del desenfadado Nicky en convencer a su amado Rod para que se atreva a reconocer su amor y 'salir del armario'.

Avenue Q (Mannheim, 2012)

El enorme acierto de Robert López, Jeff Marx y Jeff Whitty reside en apropiarse de los popularísimos teleñecos y hacer que nos cuenten nuestras miserias cotidianas, conseguir que apenas empezado el espectáculo ya estemos cantando con ellos una pegadiza tonadilla cuya letra dice ¡Qué asco ser como soy! Pero, al igual que sucede en las pinturas de Mel Ramos o en las esculturas de Jeff Koons, la inclusión de iconos de la cultura popular como los teleñecos no implica que este drama musical sea una historia de teleñecos. No en vano Roy Lichtenstein nos enseñó que "la fuerza del Pop Art reside en la tensión entre productos que aparentemente tienen el objeto como fin y procesos que en verdad tienen el fondo como fin." (¿Qué es el Pop Art?, 1963). Del mismo modo, Kate, Princeton, Rod, Rick y sus amigos cantan canciones sencillas y versos fáciles de memorizar (¿Quién no es a veces un poco racista? Lo mejor de Internet es el porno). Siguiendo con nuestra lectura de Lichtenstein, escrito hace cincuenta años, "prefiero sentarme bajo un árbol con una cesta de pícnic que bajo una bomba de gas [...] Hay ciertas cosas del arte comercial que son perfectamente utilizables, enérgicas y de gran vitalidad. Los artistas del Pop Art utilizamos esas cosas sin que eso signifique que estemos abogando por la estupidez, la adolescencia internacional o el terrorismo."

En Alemania, el país más católico de Europa, acostumbran a tener muy claras las cuestiones morales. Por eso no se impide el acceso a menores a un espectáculo en el que dos marionetas practican sexo en vivo. Sobre todo cuando están enamoradas y -como buenas marionetas- no por estar follando, Kate y Princeton dejan de hacer comentarios al público o gestos paródicos de la pornografía filmada convencional. Existe un postulado en historia del arte que afirma que todo artista que ha contemplado una obra cubista, ha perdido la inocencia visual. Del mismo modo podría postularse que todo dramaturgo que haya visto la película Who Framed Roger Rabbit (1998) de Robert Zemeckis, ha perdido la candidez para trabajar con dibujos animados o marionetas interaccionando con humanos. Estos personajes, se rigen exclusivamente por códigos narrativos tal y como nos recuerda Jessica Rabbit: "No soy mala, simplemente me dibujaron así", pero esto plantea una seria dificultad narratológica cuando humanos y títeres comparten la acción pues su lógica accional y vital ni es igual, ni se parece, pero sí lo son sus sentimientos y sus pasiones; de ahí su capacidad para conmovernos fácilmente a la risa, a la ternura, a la irritación o a la tristeza.

Avenue Q (Mannheim, 2012)

Kate Monster y Princeton. Avenue Q (Mannheim, 2012) © National Theater Mannheim.

Como es norma de la casa, la producción del Nationaltheater Mannheim de Avenue Q es espléndida en todos los sentidos. Los únicos cambios relevantes afectan al personaje de Daniel -originalmente el personaje del popular actor afroamericano Gary Coleman-, judío en esta versión, lo que obliga a modificar a su vez el texto original de la canción Everyone is a little bit racist, en la que Kate y Gary discuten acerca de si Jesús era blanco o negro y Princeton les sorprende informándoles de que era judío. En ese contexto, se establece una divertida tensión entre el afroamericano Gary y la japonesa Chrismas, que se reproduce fácilmente en la versión alemana. Kate Monster y Princeton actúan, cantan y manipulan con gracia, habilidad y sensibilidad a Manuel Steinsdörfer y Stefanie Köhm, al punto de hacerlos parecer actores dotados de autonomía e inteligencia. Formidable la labor de Florian Claus y Cornelia Löhr, con su multitud de marionetas, aunque en el caso de Cornelia Löhr quedé convencido de que ella es también una marioneta (una humana jamás sería tan expresiva). Jonathan Agar, Lanie Sumalinog y Martin Schäffner consiguieron ese pequeño gran milagro que es interpretar roles de personajes adultos en clave infantil para un público adulto, sin que resulte estúpido y consiguiendo que los niños presentes en la sala -entre los que me cuento- disfruten. Súmese la estupenda, entregada y vivaz interpretación de la Avenue Q-Band, la concertación y dirección delicada, divertida, flexible, precisa e inteligente de Christiaan Crans, y la igualmente inteligente y perspicaz inteligente régie de Dominik Flaschka, apoyada en unos decorados, figurines y vídeos imaginativos y llenos de alusiones y guiños al espectador.

Mención de honor aparte, claro está, para Rick Lyon y sus marionetas, desde Kate hasta las preciosas cajas cotillas. La idea de Dominik Flaschka de crear el personaje de Rick y hacer aparecer su marioneta en la producción del Nationaltheater Mannheim me ha parecido estupenda, ¡cosas de la magia del teatro! ... y de las lecciones del Pop Art.

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