España - Madrid

Perfecto

Fernando Galicia
miércoles, 7 de noviembre de 2001
Madrid, martes, 30 de octubre de 2001. Auditorio Nacional de Música Orquesta Nacional de Rusia. Concierto para violín y orquesta en re mayor op.35; Sinfonía nº 5 en mi menor, op.64. Vladimir Spivakov (director), Vadim Repin (violin). Ciclo de Promúsica, 2º concierto.
0,0001396 El segundo concierto del ciclo de promúsica de esta temporada trajo como protagonista a Piotr Ilich Chaicosqui, de la mano de la Orquesta Nacional de Rusia, dirigida por Vladimir Spivakov. Interpretaron el Concierto para violín y orquesta en re mayor, op.35, y la Quinta sinfonía en mi menor op.64.Desde el principio llamó la atención la peculiar colocación de la orquesta, con los timbales a la derecha, los contrabajos a la izquierda, los cellos en el centro, las violas centradas hacia la derecha, y los violines segundos a la derecha del director. Pero sin duda lo que más destacó del concierto fue la magnífica interpretación de Vadim Repin, que llegó a eclipsar en determinados momentos la también formidable actuación de la orquesta. El sonido cálido y limpio del stradivarius de Repin inundaba la sala sinfónica del auditorio, entre unas perfectas escalas, dobles cuerdas impecables y todo un alarde de técnica violinística; gran agilidad de dedos con la que llevaba a cabo unos extraordinarios pasajes a solo y unos trinos dignos de admiración. He ahí el porqué de que sea considerado uno de los mejores violinistas del mundo. Ni una sola nota se le fue, ya fuera grave, aguda (unos agudos estremecedores), armónico...Pero aunque la orquesta quedase relegada a un segundo plano, hay que decir que en todo momento estuvo a la altura, no tapando nunca al solista, con unos cambios de dinámica muy suaves y en todo momento muy seria y con gran sentido de unidad. La sección de viento madera estuvo impecable; el metal no estuvo mal, si bien las trompas se mostraron poco comedidas en ocasiones. El comienzo de la Canzonetta fue todo un ejemplo de interpretación entre el solista y las flautas, con unas melodías en tiempo lento fantásticas. Con la llegada del Allegro vivacissimo llegaron unas vertiginosas escalas, dando lugar a un tremendo vivace, con unos crescendos perfectos. El final de la obra, in crescendo, dio lugar a una gran ovación tanto para el solista como para el director y la orquesta.Vadim Repin interpretó como bis una sonata para violín de Ysaye; toda una lección de dobles cuerdas de una factura bellísima, con una increíble precisión y nitidez.Tras el descanso vino la Quinta sinfonía. El comienzo nos mostró ya lo que anteriormente, durante la primera parte del concierto, había estado tapado por la estela de Repin. Y es que un magnífico clarinete tiraba de la orquesta como si de un tiralíneas se tratase. Le siguieron los cellos y los contrabajos. Como es natural en una orquesta rusa, sobre todo interpretando a un compositor ruso, la presencia del metal fue muy notable; sin embargo, lo mejor de toda la sinfonía estuvo, sin duda, estuvo en la madera, especialmente entre el clarinete y el fagot, a los que hay que añadir las flautas. Los cambios de matices y los crescendos fueron muy buenos durante el Adagio y durante el Allegro con anima. La cuerda se mantuvo muy compacta, y llevó hasta el obstinato final mediante repetición de cuatro notas descendentes. El andante comenzó con una estupenda trompa, a la que siguieron el clarinete y el fagot, para dar paso a las cuerdas. Entre todos dieron lugar a unos cantábiles muy buenos, dignos de mención. Los trombones fueron los que rompieron la armonía general, entrando como apisonadoras a la hora de realizar los ff. Afortunadamente, las estrellas de la sinfonía estaban del lado de la madera, que volvieron sobre los pizzicatos de las cuerdas: primero el oboe, luego el soberbio clarinete, y las tres flautas. El Allegro moderato comenzó con unas rapidísimas escalas entre las cuerdas y las flautas. De este movimiento cabe destacar otra vez el clarinete, así como unos grandísimos contrastes de dinámica. En el Andante y en el allegro vivace el metal se comió un tanto a las cuerdas, sobre todo al final de la obra. El trabajo de la madera fue, de nuevo, impecable. Asimismo, los crescendos y los fortissimos se interpretaron de un modo excelente, llegando así al final de la sinfonía, con un tremendo final 'en seco' que provocó la gran ovación del público. Algo que no puede escaparse a los oídos de cualquiera que estuviese allí fue el enorme trabajo del percusionista, muy serio a lo largo de todo el concierto.Al final interpretaron un vals para cuerda de Chaicosqui, que chocó un tanto con la sinfonía en tanto a que fue de una línea bastante más 'melodiosa' (si se me permite decirlo así). A veces fue algo desordenado, pero en general quedó curioso.Vladimir Spivakov tuvo una actuación impecable; no es un director de muchos aspavientos, pero sí de una seriedad profesional admirable, y así lo demostró esta noche; el público supo reconocerlo.Así pues, estupendo concierto de la Orquesta Nacional de Rusia, de la mano de Spivakov, y con la presencia de una de las grandes figuras de la música hoy en día: Vadim Repin. Perfecto.
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