España - Cataluña
Regreso de Jaroussky
Jorge Binaghi
A casi dos años exactos de su último paso por el Liceu con un programa similar, y con un público igualmente entregado aunque un punto menos numeroso que entonces (una parte es el público liceísta habitual, pero la más entusiasta -no forzosamente toda la más joven- es la de los adeptos del barroco que resultan mucho más exuberantes a la hora de manifestar su júbilo por música e intérprete favoritos) volvió a presentarse el célebre contratenor, esta vez con un conjunto, si cabe, de mayor enjundia que entonces. Y debo decir que en esta ocasión la orquesta estuvo siempre a la altura -y más si cabe- de las expectativas en tanto que al cantante lo he encontrado menos cómodo que en otras oportunidades y realmente al nivel al que nos tiene acostumbrados en las tres últimas de un total de ocho arias, todas de Porpora (no cuento los bises porque me tuve que marchar por un compromiso ineludible cuando comenzaba el primero).
Probablemente también haya que decir que un programa dedicado todo a este autor puede resultar excesivo o con un riesgo de monotonía que el anterior (Haendel) no tenía. La fórmula “pieza de concierto + aria ‘rápida’ (o ‘lenta’) + la contraria” repetida en ambas partes tampoco contribuía a introducir algún factor de sorpresa, y lo único que ocurrió fue que el fragmento de Sarti (al inicio de la segunda parte) y sobre todo el Concerto de Geminiani tuvieron una interpretación fabulosa sin duda, pero revelaron -en particular el segundo- la calidad del compositor.
Jaroussky es un cantante honesto, que no se sale de su repertorio ni se ha ganado la fama con despliegue de marketing de una gran multinacional, y sus seguidores tienen toda la razón del mundo en apreciarlo y festejarlo. Sin embargo, en esta ocasión particular, la gesticulación resultó un poco excesiva, el esfuerzo técnico fue por demás evidente en ojos y boca, y, cosa rara, la precisión en los adornos y agilidades y la perfección en los trinos sólo empezaron a ser lo que uno espera promediada la primera pieza de la segunda parte (‘Dall’amor più sventurato’ del pastiche Orfeo). Si en la primera reinó la prudencia, siempre los mejores resultados fueron en las arias líricas, con esas impresionantes messe di voce y el agudo claro que hicieron ejemplares las ejecuciones de ‘Le limpid’onde’ (de Ifigenia in Aulide) y ‘Alto Giove’ (de Polifemo, ya conocido como propina en el concierto anterior) y casi al mismo nivel la más agitada ‘Nell’attendere il mio bene (de la misma ópera citada en último término). Pero he vuelto a encontrar, ligeramente aumentados y sin variar en toda la ejecución del programa, la falta de volumen y color en centro y grave que le impiden convencer del mismo modo en los momentos de mayor ímpetu y arrojo.
Los aplausos, siempre cálidos para todos los intérprete, fueron aumentado con el paso del tiempo, y tocaron su punta más alta en el Concerto de Geminiani para la orquesta y en las dos últimas arias (Polifemo) para el contratenor quien, al terminar, recibía las ovaciones que condujeron al bis (seguramente los bises) que, como queda dicho, no pude presenciar.
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