España - Castilla y León
Poenitentia virtus non est
Samuel González Casado
Había expectación ante la segunda visita de la rusa Iulia Lechneva (transcripción anglosajona: Julia Lezhneva) a Valladolid, aunque parece ser que no se cumplieron las previsiones de público y el asunto fue trasladado a la sala de cámara. Realmente, este tipo de concierto en la sala sinfónica hubiera sido un verdadero despropósito, dado que el número de músicos de Il Giardino Armonico no pasó de diecinueve (incluido el director, que tuvo una intervención como flautista en una de las propinas), y el volumen de la soprano no se puede calificar de generoso.
Lechneva se está convirtiendo en un producto discográfico que Decca publicita con algún vídeo que puede verse en Youtube (Exsultate jubilate de Mozart y otros), en el que la imagen se centra en el rostro de la cantante a través de planos de estilo "casual" que quieren dar a la soprano una imagen de cercanía e inocencia. Pese a una postura corporal mucho más correcta que la de otras colegas, lo que no es poco, tanto en vídeo como en directo la soprano no puede disimular sus carencias: en el primero resulta musicalmente inane, aunque el aseo en la afinación y la capacidad mecánica para dar muchas notas rápidamente no hagan desagradable la interpretación. Pero en el concierto que aquí se comenta con Il Giardino decepcionó sin paliativos. Su resonancia es muy baja, la emisión es combada y poco dúctil, lo que provoca un paso problemático y unos agudos calamitosos de los que solo puede sacar algo en pianissimo; entonces consigue efectos bonitos (en Lascia la spina, o el Salve Regina de Händel), pero es un arma con la que puede impresionar solo cuando la música se lo permite, y por supuesto una soprano debe demostrar muchos más recursos en un concierto como este.
Directamente relacionado con lo anterior está el cúmulo de despropósitos estilísticos con que la soprano puede llegar a torturar: cuando se pone dramática directamente vocifera y abre el sonido. El fiato entonces le da innumerables problemas, lo que provoca que las respiraciones se descontrolen en número, lugar y presencia. Su falta de impostación en la zona media en estas situaciones le da un carácter cómico a lo que debería ser trágico: en "Pensieri, voi mi tormentate", la letra "a" provocaba un efecto tan horroroso que hacía pensar en el doctor de Così fan tutte o en Octavian disfrazado de Mariandel.
No existe, además, ninguna direccionalidad expresiva en su canto, como si realmente la verdadera naturaleza de lo que interpreta le resultara ajena. Su incapacidad técnica para colorear hace que las palabras sean opacas aunque se entiendan, porque su significado no se resalta musicalmente, sino que participan de un ambiente determinado sin más, monótono por mucho que se enfaticen determinados momentos. Todo ello, aparte de no lograr un resultado loable en lo artístico, es peligrosísimo para su voz. Evidentemente Lechneva está pésimamente aconsejada, y es una lástima, porque el camino que ha tomado -muy de moda hoy- no puede arreglarse, salvo costosa reconversión que llevaría su tiempo. Seguramente tampoco va a pretenderlo, gracias al éxito comercial que disfruta gracias a su aspecto, promoción, auge del repertorio al que está limitada, capacidad para ciertos tipos de agilidad y buena afinación dentro de su recluido espectro de posibilidades. Sus pianos "flotantes" probablemente trasladarán a muchos a la misma antesala del paraíso, aunque en este caso se esté más cerca de él por penitencia que por virtud.
Del grupo Il Giardino Armonico no hay mucho que comentar: fiel a su estilo de siempre y a lo que transmite el eléctrico Giovanni Antonini, las interpretaciones fueron muchas veces radicales en los tempi, con los típicos raspados de cuerdas y violencia extrema en algunos pasajes. Destacó la única pieza de Geminiani que se interpretó, el Concerto grosso "La folía", con el violinista Stefano Barneschi espectacular. Estimulantes los dos concerti grossi de Händel, con tempi contrastados pero sin arbitrariedades, y en general plausibles las intervenciones en las obras donde intervino la soprano, cuyas capacidades vocales más características -velocidad y a veces, en su lado opuesto, carácter contemplativo– casan bien con el estilo de Il Giardino, aunque se careciera de un concepto musical verdaderamente unitario.
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