España - Madrid
Otros tiempos, otros modos
Juan Krakenberger
Dos importantes obras del repertorio cuartetístico figuraron en el programa, justo antes de las vacaciones de pascua, y será debido a esto que la sala no se llenó, como de costumbre. Sobre todo, el Cuarteto Schumann era un atractivo -están por terminar sus estudios y lanzarse a la carrera de concertistas- y su buena actuación confirmó su madurez y calidad.
Erik y Ken Schumann, violines, Liisa Randalu, viola, y Mark Schumann, violoncello, forman este joven cuarteto que nos ofreció una primorosa versión del Cuarteto Nº1 en la menor op 41 Nº1, de Robert Schumann. Compuesto en 1842 -junto con dos cuartetos más del mismo opus- se han hecho bastante famosos en el repertorio de los cuartetos profesionales, porque permiten dar rienda suelta a los sentimientos que esta música tan romántica despierta espontáneamente. Desde la ‘Introduzione: Andante expresivo - Allegro’ del primer movimiento, pudimos gozar del buen sonido que estos músicos nos presentaron. Repitieron la exposición para luego satisfacernos con respiros maravillosos en la elaboración de este Allegro, con técnica irreprochable, para llegar a un final muy delicado y de sonido muy íntimo.
El ‘Scherzo - Presto’ que sigue nos fue presentado en varios colores: el primer motivo, más bien de color áspero, y el segundo motivo -en contraste- con sonido muy transparente, con un esultado muy efectivo en el conjunto. El Trío, cantábile, otro color más: muy agradable.
Sigue un ‘Adagio’ muy sereno, hasta que las cosas empiezan a moverse algo más, pero siempre en un clima de serenidad: muy bello. Hay un pasaje de diálogo entre segundo violín y viola que suena exquisitamente, y -en general- el precioso sonido de los cuatro músicos pudo apreciarse en toda su plenitud.
El Cuarteto termina con un ‘Presto’ que pone a prueba la ductilidad del conjunto, que quedó plenamente confirmada. Hay solos en la exposición que sonaron muy, muy bien, y más adelante hay unos unísonos rápidos, impecablemente tocados. En fin, la actuación terminó de manera triunfante, y las aclamaciones del público no se hicieron esperar. Tuvieron que salir a saludar y recibir aplausos prolongados. Si esto fue la despedida del Cuarteto Schumann, desde luego se les va a recordar… un conjunto que seguramente tendrá un futuro brillante.
Después de un breve intervalo, sonó la segunda obra programada: el Cuarteto Nº15 op 132, de Beethoven, por el Cuarteto Van Kuijk, que se formó en Paris en 2011 y cuyos integrantes son Nicolas Van Kuijk y Sylvain Favre, violines, Grégoire Vecchioni, viola, y Sebastien Van Kuijk, violoncello. Desde 2013 estudian en el Instituto Internacional de Música de Cámara de Madrid.
Los últimos cuartetos de Beethoven -este es el penúltimo- son temidos por su enorme dificultad, no solo desde el punto de vista técnico y de conjunto, sino también desde el musical. Cuando yo toqué este cuarteto, hace ahora casi medio siglo, lo que se procuraba era tocarlo para que sonara lo mejor posible, cosa nada fácil dado la escritura muy compleja y ‘moderna’ de estas últimas obras del gran compositor. Parece que mientras tanto la modernidad ha hecho sus avances y la versión que escuchamos fue, a mi parecer, bastante cruda sonoramente. No cabe duda que los componentes del cuartetos se sabían la obra en cada detalle -mucho trabajo, por cierto- y hubo pasajes cuyo sonido me gustó, pero otros no eran tan agradables de escuchar.
El 1º movimiento, ‘Assai sostenuto – Allegro’, un lento de apenas ocho compases, tocados pianissimo, llevan al Allegro que es interrumpido dos veces por un compás en Adagio, como reminiscencia de la introducción inicial. Hubo buenos contrastes dinámicos durante el desarrollo, pero también hubo pasajes donde no se buscó el mejor sonido sino la mayor pureza estilística, y eso, en estas obras tardías de Beethoven, suena a veces de forma bastante cruda.
El segundo movimiento, ‘Allegro ma non tanto’ en ¾ ocupa el lugar del Scherzo tradicional, con el tema expuesto en unísono, y piano -luego vienen pasajes en forte- y los contrastes dinámicos pudieron apreciarse con claridad. El Scherzo tiene un carácter folclórico y imita sonoramente a un conjunto de música popular, antes de que se repite el Allegro inicial.
El 'Molto adagio', tercer movimiento, tiene un subtítulo que dice lo siguiente: “Canto sagrado de agradecimiento de un recuperado de salud a la Deidad, en modo lidio”. Después de este canto, tranquilo, en 4/4, viene un Andante en 3/8 (que lleva el sub-título “Sintiendo nueva fuerza”) música triunfante que se apoya en un solo del primer violín acompañado rítmicamente por los demás, y vuelve el Molto Adagio inicial. Y esta misma historia se repite una vez más, y desemboca finalmente en un final lento, que lleva el subtítulo “con intimísimo sentimiento”. Pues bien, esto se puede tocar con un sonido que busca la mayor intimidad, y confieso que en muchos pasajes me faltó ese algo mágico.
El cuarto movimiento 'Alla marcia, assai vivace' es precisamente esto, un breve movimiento liderado por el primer violín, que desemboca en un 'Piú Allegro' y al final apenas seis compases de un 'Presto' que nos llevan sin interrupción al último y quinto movimiento 'Allegro appassionato', en ¾, lleno de contrastes, y técnicamente muy exigente (hacia el final hay una aceleración y se convierte en Presto). La versión fue correcta pero no me emocionó: aquí hay que jugar con contrastes de sonoridades y matices de forma intencionada. Estoy convencido que estos mismos cuartetistas, dentro de unos años, lo comprenderán. Apenas tres y pico de años desde que empezaron a trabajar juntos no parece suficiente tiempo como para acometer y madurar esta difícil música. Los aplausos fueron, por lo tanto, menos efusivos que para el cuarteto anterior: cosa perfectamente comprensible bajo las circunstancias.
Un concierto con muy buena música, y muy buenas intenciones. La actuación del Cuarteto Schumann compensó plenamente la asistencia a este concierto.
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