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El final no siempre está en el comienzo

Ainhoa Uria
jueves, 12 de junio de 2014
Bilbao, martes, 20 de mayo de 2014. Palacio Euskalduna. Turandot. Opera en tres actos. Libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni, sobre una fábula de Carlo Gozzi. Música: Giacomo Puccini. Estrenada en Milán, Teatro alla Scala el 25 de abril de 1926. Edición Ricordi Milán. Producción: ABAO-OLBE, GranTeatre Liceu y Théâtre du Capitole de Toulouse. Dirección de escena: Nuria Espert. Dirección de escena de la reposición: Marco Berriel. Escenografía: Ezio Frigerio. Vestuario: Franca Squarciapino. Iluminación: Vinizio Cheli. Coreografía: Marco Berriel. Asistente de dirección musical: Thiago Tiberio. Asistente de iluminación: Jacopo Pantani. Maestro repetidor: Miguel N´Dong. Dirección de banda interna: Jon Aizpuru. Director de producción: Cesidio Niño. Director técnico: Mario Episcopo. Jefa de regiduría y coordinadora musical del escenario: Ainhoa Barredo. Regidora: Ohiana Barandiaran. Regidor de luces: Jabier Bergara. Jefe de figuración: Alberto Sedano. Jefe de iluminación: Justo Ozaeta. Jefa de sastrería: Francisca de Prado. Jefe de Utilería: Javier Berrojalbiz. Utilería: E. Rancati S.r.L. Vestuario y complementos: ABAO-OLBE, Gran Teatro Liceu y Théâtre du Capitole de Toulouse. Zapatería: Pompei S.r.L. Posticería: Alicia Suárez y Marco Audello. Peluquería y caracterización: Alicia Suárez. Jefe de maquinaria: Mario Pastoressa. Técnicos de maquinaria escénica: Proscenio. Iluminación: Tarima, S.L/JL. Light. Audiovisuales: José Carlos Martínez. Sobretitulación: Aitziber Aretxederra. Reparto: Martina Serafín (Turandot), Marcello Giordani (Calaf), Davinia Rodríguez (Liú), Alessandro Guerzoni (Timur), David Menéndez (Ping), Jon Plazaola (Pang), Vicenç Esteve (Pong), Alberto Núñez (Emperador Altoum), Fernando Latorre (Un mandarín), Eduardo Ituarte (Príncipe di Persia), Leioa Kanika Korala (Basilio Astúlez). Coro de Ópera de Bilbao (Boris Dujin) y Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección musical: John Mauceri. Aforo: 2164. Asistencia: 85%
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La princesa de hielo no aparece hasta el segundo acto enmarcada por una arquitectura dorada a los pies del Emperador Altoum, pero sus rasgos pétreos y su arrogancia se dejan ver al comienzo cuando il mandarino abre el primer acto con un bando en el que dice que el Príncipe de Persia tiene que morir por no haber acertado los tres enigmas que le iban a llevar a conquistar el corazón helado de Turandot. Il mandarino (Fernando Latorre) abre así este drama con voz segura en el primer acto y algo enervada en el segundo dando paso al coro de ABAO que clama “gira la cote”, pleitesía a la dictadora por miedo a ser sometidos a terribles torturas, girando la piedra en la que se va a afilar la espada con la que cortarán la cabeza a il Principe di Persia.

Il Principe di Persia (Eduardo Ituarte), un tenor más que aprovechable para un papel más decisivo, muere por causas tan nobles como el amor de una mujer; morir de amor es una de las causas que más ríos de tinta ha hecho correr inmediatamente después que matar por amor, que es menos doloroso para uno mismo y más efectivo en posibilidades para conseguir a la amada. La controversia creada por el libreto es dada por la veracidad de cada personaje que tan solo en dos momentos es irreal, cumpliendo de grado la exacerbación de las pasiones humanas pero sin faltar a la coherencia de sus personajes.

Calaf (Marcello Giordani) aparece en este primer acto de forma no muy brillante, pero poco a poco irá soltando su no muy emotiva expresividad hasta llegar el “Nessum dorma” esperado. Timur (Alessandro Guerzoni) de forma expresiva y acorde con su papel, interpretó a un padre dolorido por el miedo a perder a su recién encontrado hijo. Liu (Davinia Rodríguez) cantó de forma muy intensa en momentos aunque la potencia de su voz no le acompañaba. Aun así se llevó la ovación máxima del público porque, ya de entrada, el papel que cumplía era el amigable y sensible.

Aparecen los bufones y a la vez los sabios de la corte hablando de la realidad de sus apacibles vidas con su casita al lado del lago, tan lejanas al martirio al que somete Turandot a su pueblo, intentan disuadir a Calaf de la locura de someterse al mortal examen de la princesa. El trío formado por David Menéndez, Jon Plazaola y Vicenç Esteve casaba muy bien y el papel de David Menéndez sobresalía, aparte de por su mayor presencia en el trío, por el toque de timbre y vigor que le aportaba.

Momento de la representación de 'Turandot' de Puccini. Dirección musical, John Mauceri. Dirección escénica, Nuria Espert. Bilbao, ABAO, mayo de 2014

El emperador Altoum, querido por el pueblo y arrepentido de haber cedido a las exigencias de Turandot aparece en lo alto rodeado de su consejo de sabios de forma muy elegante y deslumbrante, tanto como su aparición, sobre un decorado arrastrado hacia adelante mientras las columnas laterales se separaban hacia los lados. Pero estaba tan alto que no se oía lo suficiente. A la hora de ubicar en el espacio a las jerarquías ancestralmente, se han utilizado varios sistemas basados en el poder y así como en el Antiguo Egipto una de ellas era representar a la figura autoritaria con un pie adelantado al resto, múltiples culturas coinciden en representarlos más grandes o más altos, y aunque reitero que su entrada fue impactante, no se contó con el sonido que no se iba a oír. Una pena, porque Alberto Núñez posee una voz bonita y con un vibrato voluptuoso. Es en este deslumbrante marco dorado con el escenario a rebosar cuando hace presencia la fría aunque no tan incomprensible princesa. Explica que a su abuela la violó un príncipe extranjero y que no volverá a pasar en palacio algo semejante mientras ella viva, por eso, como la esfinge, plantea tres enigmas a cada pretendiente, cuyo acierto lleva a su conquista pero su yerro a la muerte. Turandot cumple su papel muy bien cantado en todo momento y muy bien representado, con el dramatismo y el hieratismo necesario.

En cuanto a la coherencia de los personajes hay que decir que cada uno tiene su lógica y su comportamiento, dentro de su situación, es totalmente justo, incluida la frialdad de Turandot en memoria del dolor que sintió su abuela. Ciertamente hay dos casos en los que el libreto queda algo frívolo; uno en el momento en el que después de enfadarse Calaf tras la muerte de Liu con Turandot, vuelve a enamorarse de ella e intenta romper el aura de hielo que tiene, y otro, el final, no se puede comprender que después del tercer acto en el que Turandot queda desnuda psicológicamente y acepta el amor de Calaf, se clave un puñal mientras el pueblo canta jubiloso el final de la ópera.

Impresionante el decorado, necesario para albergar esta grandiosa ópera. En el primer acto, el dragón de piedra al fondo del escenario se abre horizontalmente para dejar ver, tintada en rojo y rodeada de humo, la belleza de Turandot, momento en el que Calaf se encapricha de ella. El segundo acto con la entrada de Turandot es de una riqueza ornamental muy barroca y llaman la atención los dos complementos que se ponen encima Ping, Pang y Pong con los que cambian su apariencia de bufones eunucos a elegantes ministros de la corte. La pagoda en la que canta Calaf el “Nessum Dorma” da un ambiente solitario y silencioso que simboliza la noche en la que nadie debe dormir bajo pena de muerte.

Momento de la representación de 'Turandot' de Puccini. Dirección musical, John Mauceri. Dirección escénica, Nuria Espert. Bilbao, ABAO, mayo de 2014.

Pero vamos al título: dicen las personas expertas que en el comienzo de una obra está el fin, que el tono o el camino y su clausura están en el primer acorde. Queda claro el momento en el que Puccini murió y continúa la partitura Franco Alfano, se vuelve más aburrida y más parca, con lo cuál, si eliminamos el final del tercer acto que es una catarsis del final del segundo, poco tiene que ver con la energía del comienzo, y eso se percibe no sólo en el foso sino también en el escenario, en el que la total oscuridad acoge a Turandot, con una luz que le apuntaba indiscretamente al trasero, y a Calaf augurando otra nueva explosión de color y formas que con la felicidad del pueblo se esperaba, pero lo único que apareció fue parte del mismo decorado del segundo acto, menos iluminado y con la incongruencia del final. Hay otro detalle que hay que comentar y es que el decorado era imponente y muy artístico pero poco funcional; al tener tantas profundidades las voces se quedaban encajonadas y solo a medida que los cantantes se acercaban al foso donde había un riachuelo, se dejaban oír de verdad, así que la entrada de Turandot fue un tanto inaudible al igual que la de Calaf, el resto como estaban cerca del borde del escenario no tuvieron esos problemas, pero lo mismo le pasó a Altoum.

De todos modos, aunque no esté de acuerdo con este final, es verdad que la balanza de la justicia se equilibra porque Timur y Liu mueren por Calaf, y no sería justo que todo terminara bien para él, y Turandot había acabado con tantas vidas que tampoco se merece ser feliz habiendo hecho infelices a tantas personas.

La OSN sonó muy impactante en los momentos en los que la música requería su espectacularidad pero atrasada y adelantada en otros muchos, por no hablar de lo fuerte que sonaban las percusiones. El coro de Ópera de Bilbao bordó su papel, extensísimo en esta ópera en concreto y para las sopranos muy agudo en muchos momentos, llegando en varias ocasiones al do sostenido sobreagudo.

Llama la atención la presencia de la muerte, que aparece cuando en el primer acto van a afilar la espada y es la encargada de cortarle la cabeza al Príncipe de Persia y aparece en el tercero alejándose de Turandot en el momento en el que se le va destruyendo la coraza de hielo, simbolizando el exorcismo del mal, y la normalidad con la que se trata el tema de que los niños trepen al monte identificado por el tigre para ver la ejecución del príncipe de Persia, y cómo jugaban con su cabeza recién cortada como si fuera un balón. Si sólo fuera ficción y nunca se hubiera llevado a niños a ese tipo de salvajadas...

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