Bélgica
¡Viva Leonor!
Berta del Olivo
En estos días en los que España se prepara para el relevo en la jefatura del Estado, que no crea el lector agudo y perspicaz que el grito de ¡Viva Leonor! hace referencia a uno de los posibles vítores que podrían llegar a escucharse en esta proclamación o en futuras proclamaciones.
Más bien, el vítor de ¡Viva Leonor! está dedicado a la soprano Malin Byström, (¡Viva Leonor!, ¡Viva Malin Byström!) verdaderamente arrolladora y excelsa como Leonor/Fidelio, y en este vítor también se hace eco el grito y la exaltación de la libertad de Beethoven con Fidelio.
De nuevo, que el lector no asuma, ahora que nos hayamos inmersos en discusiones sobre la forma ‘política’ de Estado, que Beethoven escribe Fidelio como ejemplo de que la libertad y la libertad de pensamiento es la que debe configurar la sociedad. Por el contrario, el mensaje de Beethoven es sencillo: el amor y la valentía nos hace libres. Frente a la sencillez de su mensaje humanista, Fidelio es buena muestra de la complejidad compositiva beethoveniana.
Efectivamente, Beethoven recoge la sencilla expresión de su grito de libertad en el coro final de prisioneros: "O welche Lust!, in freier Luft; Den Atem leicht zu heben!; Nur hier, nur hier ist Leben!" (¡Oh, qué placer!, ¡al aire libre!, ¡es más fácil respirar!). Este coro exhala un olor tan vivo como el "Va pensiero" de Verdi, penetrando y extendiéndose en la eternidad de la humanidad gracias a la brillante interpretación del coro de cámara francés Les Eléments.
En cuanto a su complejidad compositiva, Beethoven llegó a realizar hasta cuatro diferentes oberturas de Fidelio, una labor titánica de revisiones reiteradas y masivas, revisiones con las que profundiza en su tratamiento y estudio de la tonalidad. Cada una de las diferentes oberturas obliga a Beethoven a reajustar a su vez las tonalidades utilizadas en los actos, inicialmente tres que fueron reducidos a dos actos en la versión de 1806.
Pasemos a hablar del joven y audaz director francés, Jérémie Rhorer. Doblemente audaz, en primer lugar por crear en 2005 junto a Julien Chauvin su orquesta Le Cercle de l’Harmonie, (especializada en el repertorio de finales del siglo XVIII, con especial predilección por Mozart, Haydn y el corpus musical francés), orquesta que busca legitimarse a través de la innovación aportada a sus interpretaciones, y en segundo lugar por su forma de dirigir en búsqueda permanente, cuidadosa, meticulosa, de los espacios propios de la intensidad, de las dinámicas sonoras. Excelentes fueron sus crescendos en el segundo acto, mucho más graduales que en el primer acto.
La soprano sueca Malin Byström está disfrutando de una gran temporada, sin duda existe una correlación evidente entre el estado óptimo de su voz exuberante y matizada y los personajes qué ha venido desarrolando en los últimos meses: Contessa en Le nozze di Figaro (Grand Théâtre de Genève); Fiordiligi en Così fan tutte (Bayerische Staatsoper); Donna Anna en Don Giovanni (Covent Garden) así como el rol principal en Arabella (Metropolitan Opera).
Lamento que fuera esta coproducción una versión de concierto para Fidelio principalmente por los cantantes masculinos. Se apreciaba en todos ellos un físico y una gestualidad propia de actores shakesperianos, especialmente Robert Gleadow (Rocco) y Michael Corvin (Jaquino), por los que mereciamos haber tenido la ocasión de verles interpretar sus papeles. De hecho, Joseph Kaiser, bien como Florestán, con una buena interpretación de una de los cumbres de la ópera, "Gottwelch Dunkel hier", ha trabajado a las órdenes de Kenneth Branagh.
Michael Corvin (Jaquino) pretendió en varias ocasiones dibujar sobre el reducido escenario de la sala de concierto algunas acciones teatrales. ¡Error! Posibles soluciones: en los subtítulos que se mostraban en pantalla, (como siempre en Bruselas en las dos lenguas oficiales, francés y holandés), incorporar una breve descripción de la escena; o, directamente, hacer olvidar a los cantantes cualquier pretensión de interpretación de la acción teatral.
La soprano belga Sophie Karthäuser interpretó a la hija de Rocco, Marzelline, enamorada de Florestán. Aunque aceptó el liderazgo de Malin Byström, Sophie Karthäuser, con mucho menor volumen sonoro pero con una gran musicalidad, fue la que mostró una mayor concentración de todo el elenco de principio a fin de la ópera y laboriosamente va ‘haciendo su camino’: está temporada ha sido una de las solistas de La Resurezione dirigida por René Jacobs el pasado mes de marzo. Asimismo, en años anteriores, ha participado en numerosas producciones de la Monnaie, como Hanako en Hanjo de Hosokawa así como Pamina en Die Zauberflöte de Mozart; Calisto/Eternità en La Calisto de Cavalli, Ilia en Idomeneo de Mozart y como Angelica en Orlando de Handel.
Incluso las luces enfocaban en la escena final con más intensidad a Malin Byström. No se debe a ninguna restricción técnica de la Sala Henry Le Boeuf, completamente equipada con todos los recursos lumínicos necesarios para cubrir toda la primera línea del escenario de manera uniforme. Espero que este pequeño detalle se resolviera en el segundo y último concierto del jueves 12 de junio.
Reinó durante todo el concierto la voz de una Malin Byström en estado de gracia, (recibió y respondió los bravos levantando vigorosamente su brazo derecho en señal de celebración de la liberación no sólo de Florestán, sino también de las pasiones más profundas del público). Y Sophie Karthäuser mostró una actitud muy positiva ante el dominio de su colega de cuerda sueca: alabemos la fraternidad beethoveniana de las dos sopranos de la velada, ¡Viva Leonor!, y ¡Viva Sophie!.
Da capo: s’il vous plaît, sin lecturas maliciosas de estos vítores.
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