Estados Unidos
Casi un siglo después
Horacio Tomalino

Cuesta creer que la monumental ópera Príncipe Igor, obra maestra del compositor Alexander Borodin y uno de los títulos mas importante del repertorio ruso, sólo haya subido a la escena del MET en una sola ocasión y hace de esto ya casi un siglo [en 1916]. Por esta razón, el máximo coliseo neoyorquino hizo justicia presentando un espectáculo de nivel superlativo de calidad en una nueva producción escénica encomendada al destacado director de escena Dmitri Tcherniakov, y con un elenco vocal donde los cantantes brillaron del primero al último.
La edición musical y escénica dirigida por Tcherniakov en colaboración con Giannandrea Noseda y presentada en esta ocasión, descartó las interpolaciones orquestales llevadas a cabo por Glazunov y Rimsky–Korsakov buscando adentrarse en lo más profundo de la música de Borodin y haciendo foco más en el perfil psicológico de los personajes que en el contexto histórico en el que tiene lugar la acción.
A cargo del personaje protagónico, quien mejor partido sacó de esta edición revisada fue el protagonista Ildar Abdrazakov, quien despojado de la autoridad histórica del personaje -para la cual vocalmente está aún muy verde- pudo retratar con mucha solvencia la psicología de su personaje frente a la vicisitudes que le plantó la trama. Su Igor, Príncipe de Putivl apuntó sobre todo a los pequeños detalles en su trabajo de composición. Su caracterización realzó mucho más la angustia y la desdicha en su rol de padre o marido que en su rol de líder político. Supo sacar gran partido de los momentos más liricos de su parte donde lució una voz ricamente dotada, uniforme tanto de color como de volumen y de refinamiento memorable. Quizás la maduración de sus dotes vocales y la frecuentación de su personaje le den la autoridad que el personaje requiere y que en esta ocasión todavía supieron a poco.
Del resto de las voces masculinas, tanto Mikhail Petreko como Stefan Kocan tuvieron un desempeño notable como el príncipe Galitsky y Khan polovtsiano Konchak respectivamente exhibiendo voces bien timbradas, redondas en todos los registros y potentes fraseos.
Debutando en la casa, una grata sorpresa dio Sergey Semishkur quien como Vladimir Igorevich mostró un interesante patrimonio vocal, con una línea de canto inmaculada y agudos brillantes y seguros con los que defendió con autentico virtuosismo su amor por Konchakovna.
Un lujo desmedido fue contar con Vladimir Ognovenko y con Andrey Popov interpretando las partes de los soldados Skula y Yeroshka.
En lo que a voces femeninas respecta, la debutante en la casa Oksana Dyka prestó a su composición de Yaroslavna una voz potente, robusta, de interesantes toques spintos que cinceló con gran temperamento y convicción, cualidades que le fueron a la perfección a la parte de la esposa del protagonista.
Superlativa, Anita Rachvelishvili hizo temblar la casa con su amplio registro, la potencia de su voz de rico esmalte y su torrencial volumen interpretando sin macula la parte de Konchakovna.
El coro de la casa supo aprovechar cada uno de los numerosos momentos de lucimiento que le ofreció la partitura para mostrar el altísimo nivel vocal que atraviesa. Fue el más aplaudido y puede afirmarse que se llevó los laureles de la velada.
Desde el foso y en un repertorio en el que se mueve como pez en el agua, el maestro Giannandrea Noseda demostró en todo momento su autoridad y profesionalismo con una lectura vibrante, precisa y excelentemente concertada de la partitura cuidadosa al extremo del estilo del compositor ruso.
El público disfrutó las cuatro horas que duró el espectáculo y aplaudió a más no poder uno de los más atractivos espectáculos en lo que va de la actual temporada.
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