Reino Unido

Luz y sonido

Agustín Blanco Bazán
miércoles, 6 de agosto de 2014
Vasily Petrenko © Svetlana Tarlova | OFGC Vasily Petrenko © Svetlana Tarlova | OFGC
Londres, jueves, 31 de julio de 2014. Royal Albert Hall. Richard Strauss: Preludio festivo, Motete Alemán (Suzanne Shakespeare, Tara Erraught, Adrian Dwyer, Brindley Sherratt. BBC Singers), y Cuatro últimas canciones (Inger Dam-Jensen). Edward Elgar: Sinfonía nº 2. Royal Liverpool Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Vasily Petrenko. BBC Promenade Concert nº 19
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Excelente resulta la oportunidad ofrecida por las BBC Proms, el megafestival de verano londinense para apreciar la calidad artística no sólo de conjuntos y solistas internacionales sino de la cantidad de orquestas que a pesar de la crisis económica se siguen sosteniendo en el Reino Unido. Un refinamiento de iluminación que incluye ahora un ciclorama de luz variada y cambiante a lo largo de toda la velada realza las monumentales características de este enorme monumento victoriano llamado Royal Albert Hall. El mayor oprobio de Liverpool está documentado en su famoso Museo Internacional de la Esclavitud, pero también hubo comercios más propicios al desarrollo de las artes en este, el más importante puerto del Imperio Británico en cuya ciudad nació la más antigua de las agrupaciones orquestales inglesas.

A la Filarmónica de Liverpool (fundada en 1840) la dirigieron artistas de la talla de Max Bruch, Sir Charles Hallé, Sir Henry Wood, Sir Malcolm Sargent, Sir John Pritchard, Sir Charles Groves, Walter Weller, David Atherton, Marek Janowski, Libor Pešek, Petr Altrichter y Gerard Schwarz. Su actual director artístico, el joven Vasily Petrenko, la presentó en estupenda forma en este concierto cuya primera parte fue dedicada a Richard Strauss. Su Preludio festivo (1913), una bombástica y banal pieza de ocasión preparada para la apertura de la Konzerthaus de Viena, abre con un arrollador pasaje de órgano, ideal para invadir la reverberante acústica de la sala. Los pasajes líricos que siguen antes de las estruendosas intervenciones de la percusión durante la coda fueron interpretados con recatada sensibilidad por esta orquesta de excelentes cuerdas e instrumentos de vientos, y fue este recato, siempre sobrio y expresivo, el que caracterizó la interpretación orquestal impuesta por Petrenko a su conjunto durante el resto de las obras. A veces esto no funcionó demasiado bien. La Sinfonía de Elgar, por ejemplo, requiere mayores contrastes e intensidad antes que una lectura cantabile que no hace sino traicionar melodías bonitas pero superficiales. La orquesta supo de cualquier manera convencer con inspirada ejecución de dominantes y variedad cromática.

¿Qué voz es mas adecuada para las Cuatro últimas canciones de Strauss? ¿Un vozarrón wagneriano como el exhibido por Jessie Norman acompañada por la Gewandhaus bajo la dirección de Masur? Mi preferencia es por una voz mas ágil clara y sutil en el fraseo ayudada con la densidad y soberana capacidad de proyección como el documentado en la grabación de Heather Harper bajo Richard Hickox. Sin llegar a este nivel de excelencia, la danesa Inger Dam-Jensen fraseó con suprema delicadeza y sentido su bellísima voz lírica, tal vez algo pequeña para las monstruosas dimensiones de la sala. Petrenko tuvo que apurar algo artificialmente los tiempos para apoyarla en estas circunstancias y es así que su orquesta alcanzó su mayor lucimiento en el postludio de Beim Schlafengehen, interpretado con tersa y serena introversión.

De resaltar el genio polifónico vocal de Strauss se encargaron los insuperables BBC singers en el Motete alemán. La proyección de la masa sonora al comienzo fue lo suficientemente oscura y penetrante como para llenar el Royal Albert Hall con expansión similar a la del órgano del comienzo y en este caso las reverberaciones no alcanzaron a afectar una perfecta diferenciación de texturas y una luminosa claridad a través de todos los vericuetos armónicos. Esa luz cuya luminosidad supera a la del sol o la luna aludida en el poema de Friedrich Rückert salió con milagrosa excelencia. Me fue imposible no pensar en la extraña y paradójica frase de Tristan: “¿Escuchas la luz?”

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