DVD - Reseñas

Los cofres de los tesoros I

Paco Yáñez
miércoles, 25 de febrero de 2015
Ludwig van Beethoven: Sinfonía Nº5 en do menor; Sinfonía Nº7 en la mayor; Sinfonía Nº9 en re menor; Romanza para violín y orquesta Nº1 en sol mayor. Hector Berlioz: Symphonie fantastique; Le Corsaire, Obertura de concierto. Johannes Brahms: Sinfonía Nº1 en do menor; Concierto para violín en re mayor. Anton Bruckner: Sinfonía Nº7 en mi mayor. Piotr Ilich Chaikovski: Sinfonía Nº4 en fa menor; Francesca da Rimini; Concierto para violín en re mayor. Claude Debussy: Prélude à l’après-midi d’un faune. Manuel de Falla: El sombrero de tres picos, Suite Nº2. Gabriel Fauré: Pelléas et Mélisande, Suite orquestal. Wolfgang Amadeus Mozart: Sinfonía Nº40 en sol menor KV 550. Le Nozze di Figaro, Obertura. Modest Mussorgsky: Cuadros de una exposición. Maurice Ravel: Daphnis et Chloé, Suite orquestal Nº2. Franz Schubert: Sinfonía Nº8 en si menor “Unvollendete”. Dmitri Shostakovich: Sinfonía Nº1 en fa menor. Jean Sibelius: Concierto para violín en re menor. Igor Stravinsky: Sinfonía de los Salmos; Le Oiseau de Feu, Suite de 1945. Giuseppe Verdi: I vespri siciliani, Obertura. Richard Wagner: Die Meistersinger von Nürnberg, Preludio al Acto I; Tannhäuser, Overtura. Tristan und Isolde, Preludio al Acto I y Liebestod. Agnes Giebel, soprano. Marga Höffgen, contralto. Ernst Haefliger, tenor. Gustav Neidlinger, bajo. David Oistrakh, violín. Hallé Orchestra. London Philharmonic Orschestra. New Philharmonia Orchestra and Chorus. Orchestre National de France. Orchestre de Paris. Orquesta Filarmónica de Leningrado. Orquesta Filarmónica de Moscú. Orchestre National/Philharmonique et Chœurs de l’ORTF. Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú. Ernest Ansermet, Sir John Barbirolli, Carlo Maria Giulini, Eugen Jochum, Herbert von Karajan, Igor Markevitch, Yevgeny Mravinsky, Charles Munch, Paul Paray, Gennady Rozhdestvensky, Leopold Stokowski e Igor Stravinsky, directores. Hanno Plate-Andreini, productor ejecutivo. Un Blu-ray de 868 minutos de duración grabado en Bésançon, Croydon, Leningrado, Londres, Manchester, Moscú, París y Tokio, entre los años 1937 y 1983. EuroArts 3075094
0,0005836 Dispuesto a exprimir al máximo las posibilidades del blu-ray, el sello alemán EuroArts lanza la serie Collector’s Edition, que hasta el momento consta de cinco lanzamientos dedicados a directores, ensembles, voces, cuerdas y piano. Se trata de cinco blu-rays con duraciones entre los 848 y los 1045 minutos, a los cuales se asoma toda una galería de intérpretes de primera fila en lo que al siglo XX se refiere: los Rostropovich, Giulini, Stern, Mravinsky, Fischer-Dieskau, Gould, Tortelier, Janowitz, Klemperer, Menuhin, Michelangeli, Karajan y un larguísimo etcétera. Nos detenemos hoy en el primero de estos voluminosos cofres de tesoros históricos, en su mayor parte provenientes de tomas televisivas (especialmente francesas e inglesas) de sonido mono y una calidad de imagen bastante regular (cuando no, mala); si bien prima el interés de interpretaciones en la mayor parte de los casos soberbias (algunas, directamente históricas).

La primera de estas filmaciones viene de la mano de uno de los directores por antonomasia del siglo XX, con sus luces y sus sombras: Herbert von Karajan, aquí al frente de una Orchestre de Paris filmada en lo que parece un estudio televisivo, el 25 de junio de 1970, año en el que Karajan era director y consejero musical de la recién nacida formación parisina. La filmación, procedente de los archivos de la INA, emplaza la orquesta en cuña, prácticamente frontal al director, lo que parece reforzar el sonido monoaural un tanto comprimido de la toma: algo común a muchas de estas grabaciones, que desgraciadamente presentan un sonido inferior a lo esperable por las fechas de registro. Karajan dirige aquí la Symphonie fantastique (1830) de Hector Berlioz con su habitual concentración interior, con una tensión y energía que colocan al compositor francés en línea con el más aguerrido romanticismo alemán, algo que no está de más, pero que podría gozar en esta lectura de más poesía y lirismo, de más danza y ensoñación, incluso de más opio y oscuridad en lo aquelarresco. No son aún los mejores años de la Orchestre de Paris, que a comienzos de los años ochenta grabaría un buen número de partituras de Berlioz con Daniel Barenboim para la Deutsche Grammophon, en lecturas que considero más plenas y sólidas (como la propia Symphonie fantastique del mismo Karajan para la DG con su Berliner Philharmoniker). En todo caso, gozamos aquí en imagen de esa absoluta concentración karajiana como objeto principal de una filmación típicamente televisiva que se agradece para acercarnos a un maestro del sonido que no nos dejará indiferentes; en una versión, musicalmente, correcta.

Otro universo representaba sobre el podio el mucho más expansivo Sir John Barbirolli, al que observamos en una grabación procedente de los archivos de la BBC, efectuada el 17 de enero de 1962 en el Free Trade Hall de Manchester; una toma sensiblemente deteriorada en lo que a imagen se refiere: borrosa y muy pobre para tratarse de 1962. Afortunadamente, el sonido se conserva mejor, y podemos así disfrutar de una obertura de concierto de Le Corsaire (1844) interpretada por la Hallé Orchestra en total sintonía con su maestro: con fiereza y nervio, con un sonido no tan concentrado e interiorizado como el de Karajan, pero más emocional y tempestuoso. Son dos formas totalmente distintas de concebir la relación con la orquesta, tramadas desde la misma forma de empuñar la batuta, de mirar (o no) a los músicos. En este sentido, y aunque podamos encontrar versiones muy preferibles en numerosas grabaciones técnica e interpretativamente más convincentes, es un privilegio el poder contemplar cómo estos maestros del pasado iban alquitarando sobre el podio cada nota, cada inflexión, cada matiz..., el sentido último de la música en su epifanía y apogeo.

Pero si de detalles hablamos, paradigmático y revelador será disfrutar del ensayo que Yevgeny Mravinsky dirige a su Filarmónica de Leningrado, con la Incompleta de Franz Schubert: su mimo por conseguir el tono, el ambiente preciso en el vibrato de los primeros compases del ‘Allegro moderato’. Es ello parte del documental Soviet Conductor. Russian Aristocrat (2003), obra de Dennis Marks para la BBC; una película muy recomendable en la que se parte de la infancia del director, en la Rusia prerrevolucionaria, y se recorre la carrera de Mravinsky -sin parangón por su extensión- en el podio de la orquesta en la que se recluyó frente a un nuevo Estado que, tal y como plantea el documental, arruinó el mundo del que Mravinsky provenía: un mundo de origen aristocrático, en el que la belleza, la música, la elegancia y las artes gozaban de una libertad ‘no dirigida’ (aunque a esto podríamos poner muchos reparos, pues a la Rusia zarista nos referimos). La película de Marks se abre a los numerosos recuerdos que de Mravinsky atesoran los miembros de la Filarmónica de Leningrado que hablan sobre el director, así como compañeros como Kurt Sanderling o Mariss Jansons, que se mueven entre la veneración del más joven y los recuerdos de un Sanderling que destaca el lado más inseguro de Mravinsky, su miedo al concierto, sus terrores y dudas; algo que, dice, lo acompañó a lo largo de toda su carrera, aun cuando era una autoridad musical venerada como ninguna otra en la Unión Soviética. El trabajo en los ensayos, la precisión, la búsqueda de una musicalidad perfecta, son algunos de los aspectos que muestra una película realmente interesante, en la que fugazmente veremos al hombre, más allá de la figura artística: al Mravinsky que amaba la vida, la naturaleza, la filosofía, la literatura..., pero que vivió de un modo amargo la condición de exiliado de un paraíso robado por el devenir histórico de la Rusia posterior a 1917.

Después de tan prolija aproximación a Yevgeny Mravinsky, sabe a poco que la única filmación de concierto incluida en este BD sea la fantasía sinfónica de Piotr Ilich Chaikovski Francesca da Rimini (1876), dirigida el 19 de marzo de 1983 a su Filarmónica de Leningrado. Se trata de una versión en tempo más cercana a la de Igor Markevitch en su ciclo chaikovskiano para la Philips; con más premura, por tanto, que las expansivas recreaciones de Leonard Bernstein y Daniel Barenboim (ambos DG), por tomar dos lecturas magníficas de un tremendismo volcánico. La de Mravinsky tampoco va por los derroteros dantescos en extremo de Markevitch (rabiosamente trágico), optando por una mayor contención, por un control del sonido total, por el drama psicológico, por pulir cada irrupción de un solista, en un marco que, como apunta Jansons en el documental, se sitúa en la simbiosis de clasicismo y romanticismo. Es una versión más camerística, también más seca, y sólo al final se desata. La filmación, como otras que ya conocíamos del Mravinsky de los años ochenta, es un canto a su figura y personalidad: ascética, lacónica y parca sobre el podio en sus últimos años, donde cada gesto de rostro y manos es una plétora de intenciones artísticas. Otro aspecto a destacar es el ambiente de expectación y entrega que se percibe entre el público: la liturgia de la trascendencia musical que se respira en las butacas de la sala. Lo dicho: sabe a poco, en cuanto a tomas de concierto, por lo que a Yevgeny Mravinsky se refiere.

Continuando la dinámica de contrastes expuesta en el primer capítulo de este BD, la siguiente filmación nos muestra otra forma totalmente distinta de afrontar la dirección de Chaikovski, en este caso con Gennady Rozhdestvensky al frente de la Filarmónica de Leningrado en los PROMS londinenses, un 9 de septiembre de 1971. En grabación dirigida por Brian Large, con mejor sonido e imagen (y vívida sensación de directo, con el público prácticamente rozando el podio, en triunfal apoteosis final), disfrutamos del teatral Rozhdestvensky bailando la Sinfonía Nº4 en fa menor (1877-78); partitura que enfoca de un modo más extrovertido que Mravinsky, con notables contrastes de tempi y dinámicas, apoyado en una orquesta magnífica, donde destacan unas maderas de bello fraseo, enormemente musicales. Es un Chaikovski torrencial, ágil, poderoso, pero donde se echa en falta la concentración y el misterio de Mravinsky. En cualquier caso, otra paradigmática muestra de la versatilidad y los matices que dos batutas pueden extraer a la obra de un mismo compositor.

El siguiente capítulo tiene como protagonista a Charles Munch, y se abre con una Sinfonía Nº1 en do menor (1876) de Johannes Brahms en la que se omite el primer movimiento; según nos indica el libreto del BD, por su desaparición de los archivos de la INA. En todo caso, EuroArts ha decidido incluir este registro filmado el 20 de octubre de 1966 en Tokio, que califica de histórico, y en el que Munch comanda a la Orchestre National de l’ORTF en un Brahms enérgico, de equilibrado fraseo, con unos tempi vivos que con el tiempo no han perdido nada de vigencia: un Brahms que sigue siendo plenamente actual (aunque en DVD la versión de Bernstein con Viena sea más apabullante, tanto por dirección como por orquesta). También lo es la segunda suite orquestal del Daphnis et Chloé (1909-12) de Maurice Ravel que se incluye en este capítulo, filmado 12 días antes, igualmente en Tokio y con los mismos protagonistas. Aunque la calidad de imagen y sonido son realmente malas, se disfruta de un Ravel colorista y lírico, con un principal de flauta muy destacado, pese a que la deficiencia del registro lo tapa con las cuerdas. Una pena, pues nos encontramos ante una de las especialidades munchianas: brillante tímbricamente, exaltado y pasional. El epílogo de este capítulo nos lleva a otra suite orquestal, la del Pelléas et Mélisande (1898) de Gabriel Fauré, con Paul Paray al frente de la Orchestre Philharmonique de l’ORTF, en toma parisina del 8 de septiembre de 1971, con mejor sonido e imagen, aunque con unos resultados muy por debajo de Munch en cuanto a efusividad y brillo, con dirección sobria y plana, y lo que parece hasta aburrimiento por parte de la orquesta.

La siguiente entrega nos reactivará necesariamente, al escuchar el encendido violín de David Oistrakh en el Concierto para violín en re mayor (1878) de Johannes Brahms, acompañado por la Orquesta Filarmónica de Moscú, de nuevo con Gennady Rozhdestvensky sobre el podio, aquí bastante más contenido. Estamos en Moscú, un 14 de febrero de 1966, y todo el protagonismo del concierto se centra (tanto por dirección musical como por realización audiovisual) en un Oistrakh soberbio, de una afinación, un fraseo y una profundidad expresiva hipnotizantes. Es uno de los capítulos realmente obligatorios de esta edición: una lección de estilo. La orquesta moscovita está igualmente magnífica, conformándose como una de las lecturas audiovisuales de este concierto a conocer. El resto de la entrega dedicada al binomio Oistrakh & Rozhdestvensky no tiene pérdida: un canto a la excelencia que continúa con el Concierto para violín en re menor (1903) de Jean Sibelius, en grabación del 12 de noviembre de 1966; otra vez con Oistrakh en figura principal para una ejecución de una profundidad y un control del arco asombrosos. La fluidez, sentido musical y naturalidad de cada gesto del violinista nos remiten a la gran tradición de la cuerda rusa, lo mismo que la sección de cuerdas de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú. Rozhdestvensky es plenamente consciente de la personalidad arrolladora de Oistrakh, de su calibrado sentido del fraseo y el ritmo en cada una de las partituras, y hará de su batuta un fiel acompañamiento para poner de relieve las virtudes del solista. El último concierto del capítulo es el Concierto para violín en re mayor (1878) de Chaikovski, con idénticos protagonistas y la Filarmónica de Moscú, en toma del 27 de septiembre de 1968. Especialidad de la casa, un Oistrakh especialmente sólido, aunando la profundidad emocional al lirismo, da cuenta de una versión referencial especialmente por lo que al solista se refiere. Como complemento, el capítulo incluye piezas breves de Beethoven, Kreisler, Lalo y Locatelli, todas ellas desgranadas con inmaculada perfección y virtuosismo, en lo que, repetimos, es uno de los capítulos imprescindibles de este BD.

El dedicado a Carlo Maria Giulini ya había sido publicado íntegramente en DVD por EMI (DVA 4901149). Siempre es una gozada observar la dirección de Giulini, al tiempo que todo un contraste, pues el sonido elegante y sereno que extrae de las orquestas contrasta con una gestualidad concentrada y tensa, abigarrada, acompañada por un canto que llega al paroxismo en su impecable lectura de la segunda suite de El sombrero de tres picos (1919), registrada el 2 de diciembre de 1964, una de sus especialidades en un Falla que rescata lo más ardoroso y pasional de Giulini. Lectura magnífica, al frente de la New Philharmonia Orchestra. También lo será su dirección en la obertura de la ópera verdiana I vespri siciliani (1852-55), ardorosa, meridional, cantada por Giulini en medio de un vendaval de gestos que amplían sus registros mucho más que lo observado en las dos restante partituras de este capítulo. La primera de ellas es un clásico en los programas del director italiano, unos Cuadros de una exposición (1874; orquestación de Maurice Ravel de 1922) que, sin embargo, creo más logrados en sus posteriores lecturas con (sobre todo) Chicago (DG) y Berlín (Sony). El Mozart de Giulini era ya en 1964 apolíneo, equilibrado, netamente bello. Así expone la Sinfonía Nº40 (1788), si bien escuchada hoy en día nos suena a otra época, a otra articulación, a otros planteamientos que algunas orquestas se empeñan en perpetuar, y que filtran el genio mozartiano a través de una pátina romántica que en Giulini aún se percibe.

Ludwig van Beethoven capitaliza el siguiente capítulo, comenzando por un registro mítico: la Sinfonía Nº9 en re menor (1822-24) a cargo de la New Philharmonia Orchestra con Otto Klemperer al frente, en grabación del 8 de noviembre de 1964 en el Royal Albert Hall. Ejercicio de trascendencia, de fervor musical, de fe, en el que oficia un Klemperer próximo a los 80 años, debilitado físicamente (al que vemos entrar en el escenario asistido de un bastón y un ayudante), pero de una fuerza espiritual intacta, proyectando con sus inmensas manos las dinámicas, los cambios de ritmo, los matices de un Beethoven tan rocoso y firme como el suyo siempre lo fue; en estos años finales con la New Philharmonia expandido en tempi, asombroso en aliento, titánico. Quizás pondría algunos reparos al cuarteto vocal, pues ante el derroche de pureza beethoveniana que Klemperer expone no responde tan firmemente como su orquesta, pero no resta ello mucho para que el resultado global sea una de las Novenas a conocer, sin duda, en la historia de la interpretación de este monumento.

Como stravinskiano de ley que fue, Ernest Ansermet desgrana con la Orchestre Philharmonique de l’ORTF, en toma del 25 de noviembre de 1967, una Sinfonía Nº7 en la mayor (1812) de Beethoven en la que prima el color (escúchese el comienzo en las maderas) y el sentido del ritmo (con una ORTF espléndida en las cuerdas), sin renunciar a la fuerza, a un empuje en el que los contrabajos tienen mucho que decir. Acostumbrado a lidiar con los polirritmos y las capas de voces en la orquesta del siglo XX, Ansermet desentraña un Beethoven de naturalidad sugerente, sin restar un ápice de complejidad, y manteniendo un impulso original de fuerza y carácter; aquí maridado con lo que Wagner decía apoteosis de la danza: puro ritmo (especialmente en los movimientos extremos, pues el ‘Allegreto’ lo conduce un tanto lento y mortecino). Gran lectura, en la que, repito, Ansermet saca lo mejor de la orquesta francesa.

Beethoven marca también el arranque del capítulo dedicado a Leopold Stokowski, que con la London Philharmonic Orchestra ataca, el 8 de septiembre de 1969, una Sinfonía Nº5 en do menor (1808) ostentosa, efectista y elefantiásica en su ‘Andante con moto’ (alcanza casi los 12 minutos). Vemos a una LPO plegada a los designios de Stokowski, a su manipulación de las tensiones y los acentos para conseguir lo que se acaba convirtiendo en un derroche de espectaculismo que se antoja excesivo. Del mismo concierto (con una de las mejores calidades de imagen -aquí en color- y sonido de este BD) es la schubertiana Sinfonía Nº8 en si menor “Unvollendete” (1822), más medida y centrada, aunque de resultados un tanto fríos y planos. Mayor exaltación e ímpetu conseguiría Stokowski en preludio al Acto I de la ópera wagneriana Die Meistersinger von Nürnberg (1845-67), dentro del concierto que celebraba los 60 años de su debut con la London Symphony Orchestra; concierto celebrado el 14 de junio de 1972 en el que también se programó uno de sus amores musicales: Claude Debussy, con un Prélude à l’après-midi d’un faune (1891-94) que Stokowski expone con mimo y lentitud (12:38; habría que remitirse a Celibidache para llegar más lejos). Bello sonido, el de la LSO en este Prélude, más transparente y etéreo, más afín que el que posee para un Wagner. Quizás no se trate del Debussy más impresionista -subsisten algunos apuntes de un cierto regusto hedonista en la dirección-, pero el resultado es bello, dentro de un capítulo, como el propio Stokowski, que despertará filias y fobias.

Eugen Jochum fue un director capaz de sacar lo mejor de las orquestas con las que trabajaba. Esto quedó patente cuando el 6 de febrero de 1980 se puso al frente de la Orchestre National de France para interpretar una de sus obras predilectas: la Sinfonía Nº7 en mi mayor de Anton Bruckner. Aunque para esta página disponemos de un buen ramillete de sobresalientes versiones, así como de un monumento inigualable en el propio sello EuroArts (2011408): la lectura del año 1992 con Sergiu Celibidache al frente de la Berliner Philharmoniker, esta interpretación de Eugen Jochum mantiene un grado de notabilidad que la hace muy recomendable, especialmente por la labor del director, que firma una versión muy próxima a la que grabara en diciembre de 1976 para la EMI (igualmente en la edición Nowak, y con minutajes prácticamente calcados). Si bien los metales de la ONF no son lo más bruckneriano que uno haya escuchado, en general mantienen la tensión, se acoplan al buen fraseo y construcción desde la cuerda; así como a la incesante insistencia desde la batuta en el control de las dinámicas, algo que vemos (en color) desde un reiterado contrapicado que otorga una presencia titánica al director alemán. Del mismo concierto son el preludio al Acto I y el Liebestod de Tristan und Isolde (1855-65): ambos genuinos, interiormente incandescentes, bien trazados, plenos de respiración. Si comparamos este Wagner de ley con el que en el último capítulo dirige Markevitch, la verdad es que Jochum sale mejor parado. También lo sale su dirección en la obertura de Le Nozze di Figaro (1785-86), aunque, de nuevo, es un Mozart de otro tiempo, con una Orchestre National de la RTF que en aquel 9 de abril de 1964 defendía un clasicismo que hoy nos parece arcaico en cuanto a estilo.

El último capítulo de este generosísimo BD viene de la mano de Igor Markevitch, que con la Orchestre National de l’ORTF ataca, en Bésançon, un 15 septiembre de 1968, las oberturas y el Liebestod de Tannhäuser (1842-45) y Tristan und Isolde. Como antes señalaba, mal parado sale Markevitch en la comparación, con un Wagner raquítico, mal fraseado, totalmente prescindible. Más interesante es su versión de la Sinfonía Nº1 en fa menor (1925) de Dmitri Shostakovich, con la Orchestre National de la RTF París, el 15 junio de 1963, aunque no acabe de alcanzar a las grandes lecturas de esta página. Tampoco se encuentra Markevitch especialmente fino en una página que le es más afín, como la Sinfonía de los Salmos (1930, rev. 1948) de Stravinsky, dirigiendo a la Orchestre Philharmonique et Chœurs de l’ORTF, un 14 junio de 1967. El coro es el elemento que más lastra la lectura: rudo, de mínima musicalidad, que podría arriesgarse a un primitivismo ciertamente posible en Stravinsky, pero al que le falta toda la gracia e inteligencia que desborda el genio ruso. Y para muestra, bien vale la última filmación incluida en este BD: toma histórica del 14 septiembre de 1965 en la que el propio Stravinsky dirige a la New Philharmonia Orchestra la suite de 1945 del ballet Le Oiseau de Feu (1910). Versión magnífica, como las otras que conocemos al propio Stravinsky, especialmente en su integral para la CBS. Mejora aquí con respecto a aquella grabación de 1961 con la Columbia Symphony Orchestra la prestación orquestal, especialmente unas maderas excepcionales. Por lo demás, el mismo temple, precisión, tempi de moderados a rápidos, colorido..., dando como resultado un Oiseau que se disfruta muchísimo, en el que el realizador tiene la muy pertinente idea de centrar la filmación en el compositor-director, brindándonos un documento de excepción. 

Como al principio de esta reseña señalaba, las tomas de sonido son irregulares, y aunque algunas son bastante buenas, otras pecan de una calidad pobre. Lo mismo sucede con la imagen, si bien hay que agradecer en el documental sobre Mravinsky la inclusión de subtítulos en castellano. Las ratios de imagen son 4:3 y 16:9, con formato NTSC. El sonido se presenta en PCM 2.0 Dual Mono y Dolby Digital 2.0 Dual Mono. Hay que señalar que el menú de navegación del BD es bastante deficiente: organizado simplemente por capítulos de directores, pero sin especificar las obras interpretadas ni posibilitar el acceso directo a las mismas (hay que ir saltando los capítulos), lo cual entorpece mucho la navegación y se antoja un error de edición grave (para tener conocimiento exacto del contenido del BD hay que leer el libreto, sí muy detallado). Más allá de estos fallos de diseño, así como de las limitaciones técnicas que impone el origen televisivo de las grabaciones, hay un buen puñado de versiones que nos hacen recomendar este BD, ya sea el final stravinskiano, el Beethoven de Klemperer, el Falla de Giulini, o las colaboraciones Oistrakh & Rozhdestvensky; aunque entre estos tesoros mucho más hay para disfrutar.

Este blu-ray ha sido enviado para su recensión por EuroArts
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