Francia

Romeo y Julieta, pero poco más

Elna Matamoros
lunes, 7 de enero de 2002
Niza, martes, 25 de diciembre de 2001. Teatro de la Ópera de Niza. Romeo y Julieta, ballet de Marc Ribaud sobre música de Sergei Prokofiev. Ballet de la Ópera de Niza. Director Artístico: Marc Ribaud. Dirk Hofacker, escenografía y figurines. Jacques Chatelet, iluminación. Elenco: Julieta: Valérie Ly-Cuong/Roberta Mazzoni, Romeo: Pablo Savoye/Andrés Heras Frutos, Tybalt: Yester Mulens, Mercutio: Michele Spolverato, Benvolio: Yannick Sempey, Paris: Stéphane Ferrand, Frère Laurent: Michele Politi, Nurse: Eleonora Gori, Lady y Père Capulet: Servane Delanoë y Sergueï Gamrikeli. Ballet Orquesta Filarmónica de Niza, Director: David T. Heusel. Del 25 al 29 de diciembre de 2001. Asistencia: 95%.
0,0001287 El Ballet de la Ópera de Niza ha celebrado la Navidad con la reposición del Romeo y Julieta que la compañía había estrenado en marzo de la temporada anterior, como forma inequívoca de asegurarse el éxito en las últimas funciones que despedirían el año. Con coreografía del director artístico de la compañía, Marc Ribaud, y sobre la partitura homónima de Prokofiev, el ballet tuvo una calurosísima acogida en su estreno tanto por la crítica como por el público, éxito que en gran parte fue propiciado por la brillante ejecución de los bailarines.Un Romeo y Julieta siempre gusta, a poco que se haga con la música y la historia; si además pones una orquesta de verdad (la Filarmónica de Niza en este caso), bien dirigida - este año, por David Heusel, un mirlo blanco en la dirección orquestal para danza, que ha sacado lo mejor de ella - y unos bailarines creíbles en los papeles principales, ya no se tiene uno que preocupar de mucho más. La coreografía no es que fuera algo extraordinario, sinceramente, pero por lo menos no trataba de hacer algo diferente y novedoso (esta obra no necesita más 'desadaptaciones' que las que ya hemos sufrido) sino que el Sr Ribaud se ha limitado a utilizar su lenguaje coreográfico de siempre, dándole cierto sentido expresivo a través de una gran riqueza gestual, y así lograba que la cosa funcionara. Lo único malo de todo esto es que, si no hubiera sido por los bailarines, que han desarrollado los personajes por sí mismos, el ballet se habría quedado disuelto en la nada más absoluta. Con la única excepción de los personajes principales, esto es: Romeo, Julieta, a ratos Tybalt y a ratos Mercutio, los demás quedaban bastante desdibujados ante la falta total de profundidad en el trabajo de sus caracteres. Los roles protagonistas, interpretados por las parejas formadas por Valérie Ly-Cuong y Pablo Savoye, y por Roberta Mazzoni y Andrés Heras Frutos, pusieron de manifiesto todo lo referido anteriormente.La pareja que estrenó el ballet, y sobre la que fue creada esta producción, fue también la encargada de levantar el telón este año, y con razón. Si Valérie Ly-Cuong es una Julieta hermosa, joven, vital, desgarradoramente dramática en las escenas finales, y que ha crecido enormemente en su interpretación desde la temporada pasada, Pablo Savoye saca todos matices -y son muchos- que el personaje masculino de la obra debe mostrar; además, juega con la coreografía y el resto de los personajes como sólo el protagonista de la historia debe hacer, poniendo a cada uno en su lugar. Ambos, con la compenetración adecuada, pasan por encima de las dificultades técnicas y artísticas que el trabajo presenta. La otra pareja que se enfrentó al reto de enamorarse y morir en pocas horas, aunque en el estreno mostraron una evidente falta de seguridad, con el paso de los días se fueron acomodando con la situación y en poco tiempo serán una pareja bien formada y creíble. Roberta Mazzoni es una bailarina con mucha experiencia a sus espaldas y con una técnica impecable que además de agradecer mucho su partner, permitió al público disfrutar de un exquisito y cuidado trabajo de piernas; su Julieta, mucho más comedida y menos exclusiva que la de Ly-Cuong, tiene aún que acomodarse a la propia personalidad de Mazzoni hasta dotarse de vida propia y escapar de los tópicos más manoseados del personaje. Su Romeo, el español Andrés Heras Frutos, es un bailarín joven, de físico envidiable, y con un entusiasmo vital muy apropiado al papel, pero con ciertas carencias técnicas importantes para afrontar un Romeo de estas características; es de suponer que irá madurando y asentándose en el escenario hasta lograr dominar por completo la situación, porque cualidades no le faltan.El Tybalt que Yester Mulens nos ha ofrecido este año está bastantes escalones más arriba que su interpretación pasada; mucho más integrado en la acción global y aprovechando más adecuadamente sus extraordinarias características físicas, se ha colocado de pronto a la altura del bailarín que requiere este personaje. Michele Spolverato, un Mercutio brillantísimo técnicamente y bastante cerca de lo que cualquiera se espera en este papel, sólo necesita llegar un poco más lejos en su interpretación en la escena de la muerte para convertirse en el Mercutio obligado de cualquier producción. Tanto el Benvolio de Yannick Sempey (seguro y cumplido), como Eleonora Gori y Michele Politi (nurse y cura respectivamente) han desarrollado sus personajes hasta donde la coreografía les permite, y los demás - que son unos cuantos - pasaron totalmente desapercibidos.Los diseños de escena y vestuario de Dirk Hofacker no pasan del aprobado por los pelos y se llevan una calabaza en el caso del 'disfraz' de Romeo, pero la iluminación del siempre genial Jacques Chatelet tiene solución para todo y la escena final de la cripta resulta muy efectiva gracias a una cegadora luz blanca que contrasta con la riqueza de colorido del resto de la noche.El resultado de todo esto es un ballet que gusta mucho porque tiene todo lo que un Romeo y Julieta necesita: juventud, drama, pasión, y evocación narrativa sobre una obra maestra musical. Y sobre todo, unos bailarines que se creen lo que hacen y que no salen al escenario coartados, sino a interpretar una historia maravillosa que no hace falta actualizar ni modificar, porque sigue siendo una de las mejores obras de su autor. Y… ¿alguien quiere ponerse a discutir a estas alturas con Shakespeare?
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