DVD - Reseñas

Especialidades de la casa III

Paco Yáñez
lunes, 30 de marzo de 2015
Gustav Mahler: Sinfonía Nº9 en re mayor. Krzysztof Penderecki: Threnody to the Victims of Hiroshima; Concerto Grosso for three cellos and orchestra; Duo Concertante; Credo. Iwona Hossa y Ewa Vesin, sopranos. Agnieszka Rehlis, mezzosoprano. Rafał Bartmiński, tenor. Nikolay Didenko, bajo. Anne-Sophie Mutter, violín. Daniel Müller-Schott, Artor Noras y Ivan Monighetti, violonchelo. Roman Patkoló, contrabajo. Warsaw Boys Choir. Chorus of the Polish National Opera. Warsaw Philharmonic Choir. Gewandhausorchester Leipzig. Sinfonia Varsovia. Riccardo Chailly, Charles Dutoit, Valery Gergiev y Krzysztof Urbański, directores. Robert Kamyk y Paul Smaczny, productores. Toine Mertens y Janusz Tołopiło, ingenieros de sonido. Dos DVDs de 115:12 (Mahler) y 121:32 (Penderecki) minutos de duración grabados en la Gewandhaus de Leipzig (Alemania) y en Ópera Nacional Polaca de Varsovia (Polonia), los días 6, 7 y 8 de septiembre, y 23 de noviembre de 2013. Accentus ACC 20299 (Mahler) y ACC 20276 (Penderecki).
0,0003855 De nuevo nos adentramos en el menú de especialidades de la casa que nos oferta el sello Accentus, en esta ocasión de la mano de un habitual en esta serie de reseñas: el Mahler de Riccardo Chailly con la Gewandhausorchester de Leipzig (ciclo en curso del que hemos dado cuenta de todas sus entregas), al que hoy añadimos a un grupo de notables solistas y directores que se unen a la Sinfonia Varsovia para homenajear a uno de los compositores contemporáneos más populares: Krzysztof Penderecki. Como en anteriores entregas de estas especialidades de la casa, degustemos plato por plato ...

Mahler por Chailly

La Sinfonía Nº9 en re mayor (1909-10; rev. 1911) de Gustav Mahler (Kaliště, 1860 - Viena, 1911) fue la página con la que Riccardo Chailly se despidió de la Concertgebouworkest de Ámsterdam, así como la última entrega de su ciclo mahleriano para la Decca (458 860-2). Grabado del 14 al 18 de junio de 2004, el registro fonográfico holandés de Riccardo Chailly me parece una lectura muy notable, si bien carece de la emoción, la rotundidad y el expresionismo que había alcanzado días antes en su concierto de despedida, el 11 de junio de 2004, con una Novena de antología.

Nueve años más tarde, vuelve Chailly sobre esta página de la que recientemente decíamos, citando al experto mahleriano Pablo Sánchez Quinteiro -a su vez retomando a Theodor W. Adorno-, que supone la primera partitura de la modernidad... Sea la Novena puerta o no de acceso a un nuevo tiempo, lo que sí pretende Riccardo Chailly es que responda, en lo personal, a un nuevo periodo en su comprensión de la partitura: muestra de su proceso de maduración de la misma y, quizás, justificación para un nuevo registro que, en todo caso, resulta más próximo al de su primer ciclo Mahler que lo que en otras sinfonías se ha dado (en algunos casos, como en la Sexta sinfonía, con hasta 23 años entre las respectivas grabaciones con Concertgebouw y Gewandhaus).

En el DVD que nos remite el sello Accentus encontraremos dos extras en los que Riccardo Chailly reflexiona, sea en solitario (en la cabaña de Toblach donde se escribió la partitura), sea en diálogo con el biógrafo por antonomasia de Mahler, Henry-Louis de La Grange, sobre la sinfonía, su gestación, sentido y proceso de interpretación. No esconde Chailly -como en anteriores entrevistas del ciclo Accentus- su filiación en Holanda con Willem Mengelberg: punto de partida para sus lecturas, buscando una perspectiva histórico-evolutiva dentro de la tradición mahleriana del Concertgebouw. Sin embargo, repasando partitura y anotaciones de Mengelberg, La Grange se muestra en desacuerdo en no pocos aspectos con el holandés, del que dice inventaba asociaciones personales en la música de Mahler. Es quizás éste el punto más destacado, y que ambos, director y biógrafo, comparten: el no concebir la Novena como una despedida de la vida, sino como la obra de un hombre en plenitud de fuerzas, lógicamente asediado por demonios (sean derivados de su relación con Alma o de la muerte de su hija). Es más, el propio La Grange afirma que Mahler era muy precavido con que se leyeran sus sinfonías como confesiones autobiográficas; señalando la importancia de ir a la partitura como fuente musical para no ‘romantizar’ la música. Sea como fuere, la química entre ambos lleva a La Grange a afirmar que los años de Chailly en Ámsterdam supusieron algunos de los mejores momentos de su vida como mahleriano, amor musical que tuvo su primer flechazo el 22 de diciembre de 1945, en el Metropolitan neoyorquino, de la mano de Bruno Walter dirigiendo, precisamente, la Novena sinfonía ...

...y no podría ser mejor traído aquí Bruno Walter, pues en esa mirada-análisis del pasado desde la que Riccardo Chailly asienta sus sucesivas lecturas, es a Walter a quien se remonta en Leipzig, debido a la asociación que en su día se dio -con Mahler de por medio- entre Walter y la orquesta de la que ahora es titular el milanés. Dentro de esa recomprensión de la sinfonía se produce, de igual modo que Chailly está realizando con otros compositores que dirige y graba en Leipzig (Beethoven, Brahms, Mendelssohn, etc.), un aligeramiento del peso sinfónico, ahora más directo y más articulado, menos agresivo y más rápido (siendo el factor más evidente entre sus dos Novenas comercializadas). De este modo, y aunque Chailly conserve intactos los que define, siguiendo a Alban Berg, como complejidad e infinidad de poderes de la Novena, a lo que el milanés añade el humor, lo sarcástico y las múltiples señales de una vida en plenitud que quiere afirmarse, se constata una fluidez mayor, una celeridad que otorga más vivacidad a la lectura, aunque también es verdad que le resta algo de intensidad, de expansión en determinados momentos, al abreviar el recorrido y rotundidad de los clímax. Comparando la duración por movimientos de sus grabaciones en Ámsterdam (30:29 / 16:55 / 14:01 / 28:24) y Leipzig (26:17 / 14:05 / 12:47 / 24:35) se aprecia a primera vista este proceso, que afecta casi por igual, y proporcionalmente, a cada movimiento. ¿Dónde quedaría, pues, la referencia de Bruno Walter? Tomemos sus dos grabaciones: Viena, 1938 (24:57 / 15:43 / 11:21 / 18:30); Hollywood, 1961 (29:18 / 17:34 / 13:10 / 21:04).

Efectivamente, en cuanto a mayor agilidad sí hay una influencia, pero lo sería del primer Walter, no tanto de su grabación norteamericana, incluso más demorada en sus tres primeros movimientos: digamos que, si Walter evolucionó hacia un Mahler más ralentizado y expandido; Chailly efectúa el camino inverso, excepto en un ‘Adagio’ que me parecería inconcebible en manos del milanés a una rapidez walteriana. Ahora bien, sigo encontrando en general en Chailly una voluntad de perfeccionismo mayor que en Walter, una obsesión por el detalle, con una proyección más moderna de la obra. Influencia walteriana o mengelberguiana, los presupuestos interpretativos de Chailly son muy similares a los que expusiera en Ámsterdam, con sus tensiones, relieve de voces principales, etc. Todo ello parece mantener las señas de identidad, si bien ahora más comprimidas en el tiempo. En general, destacaría en esta nueva lectura el ‘Adagio’ y su progresión interna, pues si bien se podría acusar esta versión de un tanto más fría y distante que la holandesa, es en los últimos compases, en el último tercio del ‘Adagio’, donde se consiguen unas cotas de excelencia mayores en cuanto a intensidad emocional, pues el apartado técnico, como es habitual en Chailly, está más que asegurado (versión idónea para seguir con la partitura). De hecho, el pasado verano tuve la oportunidad de conversar con Jonathan Müller (tras la actuación del Natalia Ensemble en Santiago de Compostela), y el primer trompeta de la Gewandhausorchester en esta grabación de Accentus destacaba de su director, precisamente, esa exigencia, esa búsqueda sin cesar de la excelencia; algo de lo que este DVD es un buen ejemplo; aunque, repito, lo más logrado del milanés en cuanto a la Novena continúa siendo, en mi opinión, aquel concierto de junio de 2004. 

Tributo a Krzysztof Penderecki

Creo recordar que en alguna ocasión compartí con los lectores de Mundoclasico.com una conversación que hace años mantuve con el compositor polaco Krzysztof Penderecki (Dębica, 1933) al respecto de su extraordinaria Threnody to the Victims of Hiroshima (1960). Aunque sabemos que el título llegó a posteriori de la composición, y que por tanto no podemos interpretar ésta como una obra descriptiva, le comentaba entonces a Penderecki que su lectura para la EMI era como visualizar la hecatombe nuclear desde el suelo, en las calles de Hiroshima, sufriendo en carne viva el drama; mientras que lecturas posteriores como la de Antoni Wit (Naxos) se subían al Enola Gay y observaban la tragedia desde las alturas, con mayor frialdad (observación -permítaseme decirlo- que al compositor le pareció pertinente). Pues bien, la lectura que ahora nos presenta el sello Accentus, en su DVD dedicado al homenaje que se tributó a Penderecki el 23 de noviembre de 2013 en la Ópera Nacional Polaca de Varsovia, parece vista a través de una pantalla de televisión; tal es la distancia que, en su conjunto, establece el joven director polaco Krzysztof Urbański, a pesar de su galería de ostentosos gestos, de su expresividad (facial incluida) un tanto impostada. En ningún momento se alcanza la fiereza sonora que el propio Penderecki consiguiera en los años setenta, ni el sentido global que expusiera Wit. Urbański se dedica a marcar entradas con todo un repertorio de efectos digitales, pero lejos está de mostrarnos la obra en su conjunto, prácticamente la atomiza y desarticula. Se podría decir que el suyo es un enfoque camerístico, pero tampoco acaba de establecer unas relaciones entre las secciones de cuerda suficientemente sólidas. Lectura fallida, por tanto, que tiene como virtud el hecho de que, al ser un registro audiovisual, se pueden ver las técnicas extendidas que Penderecki utilizó en ésta, una de sus obras maestras (aunque el realizador comparta no poco de la hiperactividad del director musical, y le cueste centrarse en una toma compacta).

La siguiente página de este homenaje es el Duo Concertante (2010), o un Penderecki de su etapa más conservadora. Los referentes más directos son aquí Béla Bartók e Igor Stravinsky, con el que se linda la cita de ciertos pasajes para violín de L’Histoire du soldat. Resulta descorazonador comprobar que un compositor que desplegó una técnica y una expresividad tan rotundas como las del Threnody (o Anaklasis, Polimorfia, De Natura Sonoris...), se haya recluido en semejantes pastiches que, además, veremos capitalizan el resto del concierto. Nadie niega a Penderecki su dominio técnico, su inmaculada escritura; pero es tal la carencia de riesgo en su búsqueda, tal lo harto reconocible de todos sus planteamientos, que uno acaba abrumado por la sensación de recurrencia histórica, de sentido netamente epigonal (aunque -he de decirlo- la voz de Penderecki, su personalidad, sea evidente, con no pocas señas de identidad reconocibles a primera oída; como también lo eran, por otra parte, sus piezas de los años sesenta; más atractivas). Ni que decir tiene que el dúo formado por Anne-Sophie Mutter y Roman Patkoló borda la partitura, con un toque especialmente neoclásico en el violín de la alemana, mientras que el contrabajista no deja de exponer ciertas improntas del jazz.

En el Concerto Grosso for three cellos and orchestra (2000-01) los ecos estilísticos llegan desde Richard Strauss y Dmitri Shostakovich, filtrados por el eclecticismo despersonalizado de la posmodernidad neotonal. Charles Dutoit, maestro con galones y director sin la teatralidad afectada y efectista de Urbański, confiere a la página un sentido pleno, la inunda de belleza en el fraseo, de arquitectura y orden entre el trío solista y el aparato orquestal, afianza las relaciones y ese sentido de concerto grosso que otorga la pluralidad que despliega esta página, sus distintas capas, su movimiento (también sus meditativas fases extáticas, de honda respiración). Daniel Müller-Schott, Artor Noras e Ivan Monighetti, en los violonchelos solistas, se muestras sobrios, sobrados en lo técnico (pues no podemos decir que se trate de una página virtuosística individualmente) y bien coordinados con una orquesta que aquí demuestra mayor calidad que en la primera página (si bien las dificultades en cuanto a lenguaje son menores). En conjunto, pues, una lectura muy satisfactoria.

Por último, la partitura más amplia y ampulosa del DVD, el Credo (1997-98), aquí de la mano del ruso Valery Gergiev, buen amigo del compositor, y director muy afín a esta clase de neotonalismos en el ámbito de la música sacra, como lo serían las piezas de Arvo Pärt, con Penderecki uno de los más destacados compositores en clave religiosa del presente. Penderecki reconoce que la Biblia era el principal libro de la gran biblioteca de su familia; pero sólo después de 65 años de obras de un modo u otro religiosas o espirituales, se decide a componer un gran Credo, todo él a modo de inmenso crescendo repleto de clímax punteados por percusión, metales y masas corales grandilocuentes; tanto, que recuerda al más mastodóntico Orff. Lejos queda lo que para mí es el mejor Penderecki litúrgico, el de la Passio et Mors Domini Nostri Jesu Christi Secundum Lucam (1962-66); o, dando la vuelta a la religión, su ópera Die Teufel von Loudun (1968-69). En todo caso, y aunque a uno esta partitura no haga más que alejarlo del último Penderecki, hay que reconocer la modélica versión que este DVD contiene, con Gergiev en estado puro, conduciendo con pasión a unos coros soberbios y a una orquesta que ahonda en el efectismo de la partitura, sin restar ampulosidad ni grandeza, algo que parece arrebatar al público, a juzgar por su reacción al final del concierto.

El DVD tributo a Penderecki incluye un valioso extra: el propio compositor hablando sobre las partituras interpretadas en el concierto, con una especial mención para el Threnody, del que da interesantes datos históricos sobre la composición. Resulta ‘curioso’ la seriedad con la que habla de esta obra, frente a la sarta de datos anecdóticos que enlaza para el Duo Concertante; mientras que para las dos restantes partituras vuelve a retomar un discurso en clave personal y musical que merece la pena escuchar.

Por lo que a las tomas de sonido se refiere, es de nuevo excelente el registro mahleriano de Riccardo Chailly, mientras que el tributo a Penderecki se muestra irregular, con una toma más diseñada para el Credo que para el Threnody, que suena con mucho ruido de fondo y una cierta indefinición poco agradable. Los formatos de audio son PCM estéreo 2.0, Dolby Digital 5.1 y DTS 5.1. Las filmaciones (dirigidas por Michael Beyer y Ute Feudel) presentan una calidad de imagen muy notable, especialmente buena en el concierto de Penderecki, desvelando la bella sala polaca. Las filmaciones se sirven en formato NTSC, con ratio de 16:9 y región 0.

Estos DVDs han sido enviados para su recensión por Accentus Music.
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