Alemania

Kit Armstrong, estrella de Düsseldorf

Juan Carlos Tellechea
jueves, 18 de junio de 2015
Düsseldorf, domingo, 18 de enero de 2015. Gran sala auditorio de la Tonhalle de Düsseldorf. Central Park in the Dark, de Charles Ives (1874 - 1954). Concierto para piano y orquesta número 21 en do mayor, KV 467, de Wolfgang Amadeus Mozart (1756 - 1791). Sinfonía número 5 en do menor, opus 67, de Ludwig van Beethoven (1770 - 1827). Solista, Kit Armstrong (piano). Orquesta Düsseldorfer Symphoniker. Director invitado, Mario Venzago. 100% del aforo
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Con 22 años el joven pianista y compositor Kit Armstrong (5 de marzo de 1992) ya no es el niño prodigio aún inmaduro que todos admiraban con asombro hasta hace poco. Su presentación la tarde del domingo 18 de enero de 2015 es aguardada con interés por el público de Düsseldorf, al igual que la dirección de Mario Venzago.

Con una musicalidad y un dominio de la técnica innegables, Armstrong, nacido en Los Ángeles, California (madre originaria de Taiwán, padre inglés) posee ya un sonido aquilatado y una visión reflexionada y global de lo que toca. Armstrong lanzado a una carrera internacional vertiginosa va creciendo musical y personalmente de forma paulatina.

Desde el primer compás no deja dudas de que entiende cómo debe cuidar al Concierto para piano y orquesta número 21 en do mayor de Wolfgang Amadeus Mozart. Si bien de lejos puede parecerle al espectador un muchachito muy joven, casi un púber, como para tomarlo demasiado en serio, lo cierto es que ya tenemos ante nosotros a un virtuoso con madurez, a un intérprete que convence, no solo a la platea.

El programa de esta velada está integrado, al mejor estilo (¿y por qué no?) de aquellas antiguas emisiones de radio tituladas "La música que usted prefiere", por la obra de Mozart con el célebre "Andante", y la Sinfonía número 5 de Ludwig van Beethoven.

El concierto comienza con una pequeña pieza de ocho minutos de Charles Ives, Central Park in the Dark, en la que se alternan acordes llenos de tensión con una música marcial que se va haciendo más densa estridente y grotesca.

La Sinfónica de Düsseldorf, que sigue sin director musical principal, da lo mejor de si. Pero le cuesta gran esfuerzo seguir la velocidad, la premura, la gimnasia fuera cauce y los movimientos mamarrachentos del director invitado Mario Venzago.

Venzago fustiga a la orquesta de tal forma durante la denominada "Sinfonía del destino" de Beethoven que uno tiene la impresión de que este suizo de 67 años quiere alcanzar lo antes posible el tren nocturno que lo lleva de regreso a Berna, donde ejerce desde 2010 los puestos de director principal y director artístico de la Berner Symphonieorchester, tras "salir pitando" en 2009 de la Indianapolis Symphony Orchestra de Estados Unidos, en plena crisis por la bancarrota de Lehman Brothers que afectó muchísimo a patrocinadores y donantes de ese colectivo musical.

Incluso Venzago llegó a figurar entre los posibles candidatos a asumir la dirección general musical de la Sinfónica de Düsseldorf, ofrecimiento que declinó y por lo tanto ha quedado fuera de concurso. Podríamos decir que ¡por suerte!, pese a que ostenta todavía el título de "Director-Schumann invitado" de esta orquesta. Lo cierto es que este afanoso "cagaprisas" barre literalmente la partitura de Beethoven sin dar siquiera a los músicos la oportunidad de lograr refinamientos en la ejecución.

Resultado: inseguridades de los vientos en varias ocasiones y confusión en el conjunto, pese la excelente calidad, seguridad, claridad y pulcritud de las cuerdas. Con esta velocidad de torbellino no hay lugar ni tiempo para interpretaciones más excelsas.

Pero, por otra parte, ¡qué placer!!! ¡qué refinamiento musical!!! nos ofrece Kit Armstrong con este Concierto de Mozart, célebre no solo por su majestuoso movimiento inicial, sino por su melancólico, espiritual, confortante y romántico "Andante", que fuera tema central del filme Elvira Madigan, un clásico moderno de 1967, del director sueco Bo Widerberg (1930 - 1997).

Armstrong, con muy cuidada elegancia y delicadeza acomete este lento movimiento, pero sienta al mismo tiempo sobrios y claros acentos; sin florituras, sin caer en lo empalagoso, para evitar todo halo de sentimentalismo. En algunos pasajes destacados, nos parece oir a su mentor, el músico, poeta y escritor austríaco Alfred Brendel. De alguna forma Armstrong pareciera tener la ambición de emular a su protector, ídolo y pianista de clase mundial.

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