España - Cataluña
‘Bravo, bravo, don Pasquale!’
Jorge Binaghi

El Liceu, que se jacta de ser un teatro ‘donizettiano’ por tradición y público, no lo es tanto justo cuando de una joya como ésta se trata. Han pasado casi treinta años desde que subió a escena aquí por última vez (no voy a contar la cantidad de Lucias o incluso Bolenas o Stuardas que han pasado para contentar a veces a la diva de turno más que al público ... o incluso sin diva alguna), más lozana que nunca, y eso que el autor (la haya hecho en nueve días o algo más) no seguiría mucho tiempo en plenitud física o psíquica y tres años después moriría. Si hay que considerarla su testamento (más que los inacabados o el Poliuto, que tampoco están nada mal) también habría que acabar con alguna sonrisita perdonavidas cuando se habla de su autor (en comparación con otros y, señaladamente, con su ‘rival’ Bellini, que muy dotado para la comedia no parecía y tuvo la inmensa ‘suerte’ de morir joven, con un final terrible y misterioso, bello y adulado, y en París).
Y eso que la versión, que no es mala, dista de ser maravillosa. La producción de Pelly es inteligente, pero aparte de que no encuentro su alusión a la gran comedia italiana, hay en el tratamiento de los personajes dos líneas encontradas: por un lado Ernesto, que parece no creerse nunca lo que dice y hace, y resulta muy cómico y ‘distanciador’; por el otro los otros tres (o cuatro) y el coro que, salvo alguna pincelada ‘surrealista’, responden a los tipos tradicionales de la ópera bufa. Sobre todo en el caso del protagonista, aunque no estoy seguro de cuánto puede haber puesto de sí Regazzo con algún añadido, repetición o gesticulación. Es cierto, como él dice en el programa, que la obra no deja de ser de una crueldad tremenda, y bien está que al final don Pasquale deje a todos con evidente disgusto y se encierre en su casa, pero acentuar su decadencia física (la bellísima introducción de la gran aria de Ernesto en el segundo acto nos muestra al pobre tío preocupado porque el Viagra que ha ingerido no hace efecto) se acerca peligrosamente al vodevil más pasado. Decorados ‘plegables’ muy interesantes y buen vestuario e iluminación.
'Don Pasquale' de Donizetti. Dirección musical, Diego Matheuz. Dirección escénica, Laurent Pelly. Barcelona, Teatro del Liceu, junio de 2015 © A. Bofill - Gran Teatro del Liceu, 2015
Musicalmente, la orquesta no estuvo mal. Se presentaba aquí Matheuz, otro descubrimiento del ‘método Abreu’ (por el que tengo el mayor respeto), pero como en el caso del ‘hermano mayor’, Dudamel, condiciones innegables no pueden ocultar que no es la ópera el mejor lugar para realizarlas o hacerlas evidentes. La obertura fue, curiosamente, desde el ataque mismo, tan sorda como ruidosa, incluso violenta, y el tema de Norina resultó deshilvanado. En el resto de la obra, especialmente en los pasajes rápidos, desató una carrera infernal (baste citar la sección final del dúo entre Pasquale y Ernesto y entre Norina y Malatesta, sólo en el primer acto) no pocas veces acompañado de un volumen extremo, que impedía modular y, sobre todo, acentuar. Esperemos que pronto se solucione la acefalía del coro porque este, siempre bueno, parece menos brillante en las últimas ocasiones (y aquí tiene uno de los grandes coros de ópera, no sólo de las de Donizetti)
'Don Pasquale' de Donizetti. Dirección musical, Diego Matheuz. Dirección escénica, Laurent Pelly. Barcelona, Teatro del Liceu, junio de 2015 © A. Bofill - Gran Teatro del Liceu, 2015
De los cuatro protagonistas (recordemos el reparto de fábula que tuvo el autor en París, cosa que habría que tener siempre presente) hubo uno que fue un auténtico lujo. Hacía tiempo que no oía en vivo a Kwiecien y fue un placer escuchar ese color, ese volumen (no impresionante, pero importante), esa capacidad para las agilidades, la intención en los más mínimos detalles (su ‘gusti’ en la escena de la presentación de la futura esposa en el segundo acto fue toda una lección), su figura y su capacidad escénica (ahora siempre bajo control). Por supuesto que yo he tenido la terrible ‘desgracia’ de haber visto dos veces al memorable Bruscantini en este papel, pero ésta -junto con la actuación de Corbelli- es una de las pocas veces en que no lo extraño … del todo. Es una cosa minúscula, pero creo que, en ese mismo segundo acto, el ‘figliol non mi far scene, è tutto per tuo bene’, con un par de pinceladas (no se trata de una cuestión de voz, sino de inflexiones) tendría mucha más vida y realce, y daría una visión más completa de un personaje que sí será un tipo … pero cuán mefistofélico.
Los demás no llegaron a su nivel, pero lo hicieron bien. Gatell no pudo repetir, obviamente, el Ernesto que hizo con Muti, pero es una voz adecuadísima, con apenas alguna nasalidad, y esta vez las medias voces de la serenata se quedaron esperando mejor ocasión (las hizo luego en el dúo con Norina, pero se comprende que subiendo una escalera para plantar una luna de papel en el techo no estuviera para exquisiteces): conoce el papel, y es un buen actor. Nafornita ha sido un reemplazo por el que particularmente me siento agradecido: nunca la había escuchado. Es simpática, se mueve bien, parece más bien una soubrette de no mucho caudal y buenos piani hasta que en el agudo el volumen aumenta, pero el color es opaco y aparecen las estridencias (curiosamente parece tener limitaciones en el extremo, como se notó en los finales del dúo con Pasquale, el del concertante del segundo acto y algún que otro momento más).
'Don Pasquale' de Donizetti. Dirección musical, Diego Matheuz. Dirección escénica, Laurent Pelly. Barcelona, Teatro del Liceu, junio de 2015 © A. Bofill - Gran Teatro del Liceu, 2015
Regazzo no tendrá una voz de calidad y su grave nunca ha sido importante, y además ahora hay señales de veteranía, pero es un cantante de raza (que sorprendentemente -no lo había visto nunca en sus Mozart o Rossinis o barrocos- se dejar ir más de una vez al trazo grueso). Ahora parece tener problemas con los pasajes rápidos (‘Un fuoco insolito’) aunque no se le puede enrostrar del todo los problemas de respiración en la sección sillabata del gran dúo ‘Cheti cheti immantinente’ aunque Kwiecien resolviera su parte sin problema alguno. Correcto Pujol en su breve intervención.
El Teatro tenía algunos claros que no creo se hayan debido a la presencia -por otra parte ya habitual en cada función- de los acomodadores en huelga que a la puerta del teatro dejan oír, además de sus reclamaciones adornadas a veces con alguna frase que no lo es, toda suerte de sonidos que, por suerte, no llegan a la sala. Es un viejo problema: las obras, los artistas y hasta los espectadores no son culpables, pero se encuentran en el medio. En cualquier caso es de esperar que no se solucione a la manera en que se han ‘solucionado’ algunos problemas más serios en España de un tiempo a esta parte tratando de que el tiempo pase sin hacer nada en la vana esperanza de que el cansancio y el hartazgo lo ‘arreglen’ todo. Hubo un ‘Cunctator’ en la República Romana, pero pasado un período los políticos romanos -que se las traían ya ellos- advirtieron que ‘cunctare’ no servía para nada más que a agitar los ánimos.
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