Artes visuales y exposiciones

El amor de Japón por el impresionismo

Juan Carlos Tellechea
viernes, 13 de noviembre de 2015
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Inmediatamente a la entrada del recinto de exhibición Japans Liebe zum Impressionismus Von Monet bis Renoir, nos reciben El paseo, de Édouard Manet (París, 1832 - ídem, 1883), del Museum of Modern Art de Ibaraki, Japón; y Mujer leyendo, de Shintaro Yamashita (1881 – 1966), del Bridgestone Museum of Art de Tokio. Pocos conocen en occidente que las colecciones de arte en Japón poseen innumerables cuadros de creadores contemporáneos y modernos franceses.

El Centro Federal de Arte y Exposiciones de Alemania (Bundeskunsthalle), con sede en Bonn, presenta hasta el próximo 21 de febrero de 2016 más de 100 obras de la segunda mitad del siglo XIX, desconocidas en Europa, pero adquiridas en este continente, en su momento, por coleccionistas privados, museos e instituciones del país del sol naciente.

Obras

Los trabajos son de artistas como Camille Corot (París, 1796 – ídem, 1875), Jean-François Millet (Weiler Gruchy/Gréville-Hague, Normandía, 1814 – Barbizón, 1875), Gustave Courbet (Ornans/Besançon, 1819 – La-Tour-de-Peilz, Suiza, 1877), Édouard Manet, Claude Monet (París, 1840 – Giverny, 1926), Pierre-Auguste Renoir (Limoges/Limousin, 1841 – Cagnes-sur-Mer/Costa Azul, 1919), Paul Cézanne (Aix-en-Provence, 1839 – ídem, 1906), Paul Gauguin (París, 1848 – Atuona/Hiva Oa, Polinesia Francesa, 1903), Vincent van Gogh (Groot-Zundert, Países Bajos, 1853 – Auvers-sur-Oise, 1890) y Pierre Bonnard (Fontenay-aux-Roses/París, 1867 – Le Cannet/Cannes, 1947), entre otros, y abarcan los períodos comprendidos entre la escuela de Barbizón, pasando por los impresionistas y postimpresionistas, hasta llegar a los nabis.

Claude Monet, En la barca (1887)Claude Monet, En la barca (1887) © 2015 by The National Museum Of Western Art, Tokyo / Cortesía de Bundeskunsthalle, Bonn

Historia

París era el ombligo del mundo artístico a finales del '800 y comienzos del '900. El despertar de la era moderna tuvo allí uno de sus escenarios a varios niveles, social, musical y, fundamentalmente, en el universo del arte. Jóvenes talentos de diferentes países, también de Japón, peregrinaban a la Ciudad Luz a finales del siglo XIX para imbuirse de esas nuevas corrientes en escuelas y academias.

Japón había comenzado a abrirse cautelosamente al mundo occidental en 1868, tras 200 años de total aislamiento. Bajo el joven emperador Mut.suhito (período Meiji) el país se había dado una constitución moderna y comenzaba la era de la industrialización.

Comercio

Políticos de alto rango y miembros de la aristocracia nipona viajaban a Europa para estudiar la cultura (dato curioso al margen: el tango, traído a París desde Buenos Aires en 1908, fue llevado desde allí a Japón dos décadas más tarde por el barón Tsunayoshi Megata, quien abrió en Tokio la primera academia gratuita de baile de ese género musical) y los sistemas políticos de Occidente.

A través de las relaciones comerciales se llegó a la importación y exportación de obras de arte. Una selección de las colecciones de esa época se encuentra ahora aquí en Bonn, única escala de esta muestra, presentada al mejor estilo japonés y comisariada por Atsushi Miura, profesor de historia del arte de la Universidad de Tokio. Las piezas fueron cedidas por la Fondation Claude Monet – Giverny, la Académie des Beaux-Arts Hachioji, el Tokyo Fuji Art Museum, el Museum of Modern Art de Ibaraki , el National Museum of Art de Osaka, y los Musées d'Orsay et de l'Orangerie de París, entre otras entidades.

Vincent van Gogh: Recolectores de madera en la nieve (1884)Vincent van Gogh: Recolectores de madera en la nieve (1884) © Cortesía de Yoshino Gypsum Co., Ltd. (depositado en el Yamagata Museum of Art) / Cortesía de Bundeskunsthalle, Bonn

Auge

En Francia los impresionistas empezaban a pintar de una nueva forma, naturalista, contrariando las convenciones sobre la labor en estudio. Los artistas buscaban maneras de expresión más modernas, libres y emigraban al campo o a la orilla del mar con sus caballetes y paletas para capturar allí atmósferas luminosas y motivos naturales.

El arte y la artesanía japoneses habían sido algunas de las principales atracciones de la Exposición Universal de Londres (1862). Desde entonces los ukiyo-e (xilografías japonesas) se convirtieron en fuente de inspiración para muchos pintores, comenzando por los impresionistas, continuando con los postimpresionistas y modernistas de finales del siglo XIX, y por último para los cubistas de comienzos del siglo XX; todos ellos interesados en la asimetría y la irregularidad del arte japonés.

Japonerías

El japonismo, término que se refiere a la influencia de las artes niponas en las occidentales, fue utilizado por primera vez por el historiador y cronista parisino Jules Clarétie (Limoges, 1840 – París, 1913) en su libro L'Art et les artistes français contemporains (1876). Las obras creadas a partir de la transferencia directa de los principios del arte japonés sobre el occidental, especialmente las realizadas por artistas franceses, reciben la denominación de japonesque (japonesca o japonerías).

Libertad

Los pintores y escultores de París adoptaron con interés el lenguaje japonés: el mar, las olas como motivo central, los árboles, los parques y las ramas floridas aparecen frecuentemente en la pintura francesa.

Especialmente les llamaban la atención la ausencia de perspectiva, la luz carente de sombra, las áreas planas de colores vibrantes, la libertad de composición al colocar a los sujetos descentrados, organizados, en su mayor parte, en ejes diagonales bajos al fondo. Éstas eran las principales características del arte japonés que influyeron en los artistas franceses.

 De este modo hicieron su entrada en el mundo del arte europeo las expresiones manifiestas de los sentimientos, y las impresiones causadas por la naturaleza.

Recursos

Estos elementos estaban en contraste directo con la tradición artística occidental y fueron asumidos por la pintura rupturista del siglo XIX y las vanguardias del siglo XX, como recursos liberadores de las convenciones academicistas.

Así nació el arte moderno; la pintura, las pinceladas, los motivos, todo se liberaría de las regulaciones convencionales. También los pintores japoneses que llegaron a París para estudiar a finales del siglo XIX se entusiasmaron con esas nuevas corrientes artísticas y adoptaron sus formas.

Los lienzos de Édouard Manet y de Shintaro Yamashita mencionados más arriba son un primer testimonio de la inspiración que se ejercieron recíprocamente Francia y Japón en este campo. Paseo, muestra a una elegante y joven dama caminando por el parque; los troncos de los árboles, arriba a la derecha, remiten a la confrontación de Manet con los grabados japoneses. Por su parte, en Mujer leyendo, realizado por Shintaro Yamashita durante su larga estancia para estudiar en París, el artista japonés toma como modelo a, lo que a los ojos de un asiático algo más experimentado era, “una exótica mujer europea“ .

Adaptación

Muchos de los cuadros de artistas japoneses presentados en Bonn muestran cómo se adaptaron éstos a los colores y al lenguaje pictórico de los impresionistas. De regreso a su país cambiaron los motivos europeos, mayormente hermosas jóvenes, vestidas con atuendos occidentales, por modelos con vestimentas tradicionales. Asumieron la técnica del óleo y las formas de expresión de la pintura francesa, pero continuaron evolucionando autónomamente. Mientras, los pintores galos, a su vez, quedaban fascinados por el riguroso arte japonés.

Grabados

Los grabados en madera tradicionales eran muy cotizados entre coleccionistas y artistas occidentales. Monet, Renoir y más tarde también van Gogh se dejaron inspirar por los motivos del Lejano Oriente y por la gestualidad de sus sobrios trazos.

Estilo francés

También los artistas japoneses se dejaron inspirar por la forma de pintar de sus colegas franceses. Cuadros de estilo puntillista eran novedosos en el arte japonés. Los artistas habían preferido antes los contrastes, al estilo de los grabados en madera.

Los coleccionistas, en su mayoría miembros de las dinastías industriales de Japón, viajaban asimismo a París para adquirir obras modernas europeas en talleres y galerías. Tan solo el presidente del astillero Kawasaki, Kojiro Matsukata, compró entonces en la capital francesa más de 2.000 cuadros, desde los paisajes de Courbet hasta los postimpresionistas como Georges Seurat (París, 1859 – ídem, 1891) y van Gogh.

Visión

Gracias a aquella pasión coleccionista de varios mecenas japoneses los visitantes pueden redescubrir ahora la obra de famosos impresionistas franceses a través de una nueva visión de la historia del arte. Fotografías tomadas en aquella época dan testimonio de este período de la historia del arte, más allá de los cuadros y grabados, objeto de su interés.

Adelantados

Uno de los primeros japoneses que trajo obras impresionistas a su país fue Tasashi Hayaschi. Éste llegó en 1878 a París y conoció la bohemia de los pintores franceses trabajando primero como intérprete para el marchante Kenzaburo Wakai. Más tarde fundó con su compatriota una sociedad comercial para vender obra gráfica y artesanía japonesa. Considerado como un conocedor del arte nipón, ganó rápidamente prestigio en Francia en su especialidad. Pintores famosos como Pissarro, Berthe Morisot (Bourges, 1841 – París, 1895), la primera mujer en el grupo de los impresionistas, y Edgar Degas (París, 1834 – ídem, 1917) trocaban en su galería cuadros por xilografías japonesas.

Legado

Tras 23 años Hayashi regresó a Japón portando en su equipaje una voluminosa carga con obras maestras europeas, entre ellas de Monet, Renoir, Degas, Pissarro, Alfred Sisley (París, 1839 – Moret-sur-Loing, 1899) y Armand Guillaumin (París, 1841 – Orly, Val-de-Marne, 1927) que pueden ser apreciadas en esta exposición por primera vez en el Viejo Continente. El sueño de Hayashi era entonces crear un museo dedicado exclusivamente al arte europeo. Pero, falleció en 1906 y en 1913 su familia vendió 160 obras de su colección a Nueva York. El paisaje de Corot Ville d'Avray (1835 – 1840), del Bridgestone Museum of Art de Tokio fue uno de los 100 óleos del legado de Hayashi que fueron vendidos en Japón.

 Museos

El Ohara Museum of Art de Kyoto, inaugurado en 1930, acogió la colección del empresario industrial (hilandería de algodón Kurabo) y filántropo Magosaburo Ohara (1880 – 1943), quien entusiasmado con las obras occidentales que había reunido el pintor japonés Torajiro Kojima (1881 – 1929), a comienzos de 1920, se convirtió en su mecenas y financió sus viajes por Europa. El hijo de Ohara, Soichiro, amplió la colección con obras de artistas contemporáneos de vanguardia, incluyendo corrientes como la informal de Francia y el expresionismo abstracto de Estados Unidos, así como las de arte moderno japonés. Más tarde fueron integradas también esculturas del Antiguo Oriente (China), así como de Roma y Grecia. La Torajiro Kojima Memorial Gallery, abierta en 1972, reúne los trabajos de aquel artista y los hallazgos arqueológicos de Europa y Egipto que trajo a Japón.

El National Museum of Western Art de Tokio, es hoy uno de los más apreciados y populares de Japón y parte de sus fondos provienen de las obras adquiridas por Matsukata. Una porción de esas adquisiciones había sido transportada a su país. Otros dos segmentos quedaron almacenados en depósitos en Londres y en París. En 1927, con la crisis económica mundial, el banco del astillero Kawasaki presentó concurso de acreedores y buena parte de la colección de arte quedó confiscada en carácter de garantía.

La guerra

En un incendio en 1939 se quemaron las obras que habían sido depositadas en la capital británica. Tras la Segunda Guerra Mundial, Francia decomisó las que se encontraban en París. En 1958 decidió, sin embargo, devolverlas a Japón como obsequio, pero a condición de que fuera construído un museo para alojar toda la colección.

 La postguerra

El arquitecto suizo nacionalizado francés Le Corbusier (Le Chaux-de-Fonds, Cantón de Neuchâtel, Romandía, Suiza, 1887 – Cap Martin, Provenza-Alpes-Costa Azul, Francia, 1965) diseñó el edificio del National Museum of Western Art de Tokio que abrió sus puertas en 1959.

La cifra de obras expuestas en aquel entonces fue de 363; hoy los fondos de este museo cuentan con 5.500 trabajos, entre nuevas adquisiciones y donaciones. Entre éstas se encuentran allí también 59 esculturas de Auguste Rodin (París, 1840 – Meudon, 1917) y 11 de Antoine Bourdelle (Montauban, Tarn-et-Garonne, 1861 – Le Vésinet, Yvelines, 1929). Matsukata había adquirido asimismo numerosos bronces de Rodin vaciados póstumamente.

Monet

Matsukata tenía una muy buena relación personal con Monet y le adquirió varios cuadros durante sus visitas a Giverny, a comienzos de la década de 1920; los había presentado la sobrina de Matsukata, Takeko, casada con el acaudalado japonés, Sanji Kuroki.

La pareja, muy interesada en arte, vivió en París entre 1919 y 1922, mantenía contacto regular con Monet y le compró a éste, entre otros cuadros, Casas en la nieve y el monte Kolsaas (1895), del Uehara Museum of Modern Art de Shimoda, prefectura de Shizuoka, que pintó el maestro impresionista francés durante una visita a su sobrino en Noruega. Takeko Kuroki, a su vez, fue retratada en 1922 por Edmond Aman-Jean (Chevry-Cossigny, Seine-et-Marne, 1858 – París, 1936) en kimono.

Yoga y japonismo

Los pintores japoneses del Yoga, como denominan éstos al estilo occidental, se definían a si mismos como artistas individualistas y libres que representan una parte del auge internacional del arte moderno de comienzos del siglo XX.

La inquebrantable predilección hasta hoy de coleccionistas y visitantes de museos de Japón por el impresionismo, podría explicarse por los elementos japonescos que contienen esas obras, así como por la sensibilidad que evidencian ante lo efímero de la belleza y que los nipones logran intuitivamente captar como factor de comunión entre ambas culturas.

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