Alemania
El amor trepa por "La Scala di Seta" en Bielefeld
Juan Carlos Tellechea
El hermoso Teatro de Bielefeld (1904), de estilo historicista (del arquitecto Bernhard Sehring, el mismo que diseñara el Theater des Westens de Berlín) presenta esta tarde una nueva producción de La scala di seta, ópera cómica de Gioachino Rossini, estrenada en 1812 en el Teatro San Moisè de Venecia y muy raramente representada en los últimos años.
Con telón abierto, ante una sala repleta de público, presenciamos los prolegómenos de la pieza, ambientada en la taberna "La scala di seta", en algún lugar de Italia. El personal (de ambos sexos) discurre animadamente, discute, riñe de vez en cuando, se abraza, gasta bromas, ríe, da empujones ... hay mucha vida en el local. Un parroquiano algo amonado (Jörg Lemm), sentado ante una mesa, bebe tranquilamente una copita de aguardiente, haciendo caso omiso a lo que ocurre a su alrededor. Su actitud serena y distante incrementa aún más lo grotesco de la enrevesada escena.
Los teatros de Venecia soportaban en torno al 1800 una compulsiva austeridad. La solución más económica era la "farsa", una ópera cómica con pequeño reparto, escenografía única y orquesta reducida a pocos músicos. El compositor del momento era Rossini. Con 18 años debutó en 1810 con una farsa, La cambiale di matrimonio. Más tarde siguieron otras cuatro (L'inganno felice, L'occasione fa il ladro, La scala di seta, e Il signor Bruschino); la tercera de la serie, por su orden, fue La scala di seta que no tuvo mucho éxito en su momento.
El texto contenía algunas similitudes con Il matrimonio segreto, de Domenico Cimarosa (1749 - 1801), que causara furor en Viena en 1792 y estaba basada en The clandestine mariage, de David Garrick y George Colman, que ganó celebridad en Londres en 1766. El libreto de Giuseppe Foppa se inspiraba en el de la opéra comique francesa L'echelle de soie, de Eugène Planard, estrenada en París en 1801 con música de Pierre Gaveaux. Ésta a su vez se apoyaba en Sophie ou le mariage caché musicalizada por el compositor bohemio Josef Kohaut en 1768. La temática, a todas vistas, no era novedosa. Pero la versión de Rossini tenía algún detalle propio como el de la escala de seda en su utillería.
El Teatro de Bielefeld pasa por parecidas medidas de ahorro. Sin embargo la obra, de 105 minutos de duración, con un argumento más bien simple, se presta adecuadamente para la programación de esta época prenavideña, con mucho ajetreo de compras en las céntricas calles aledañas.
Con esta puesta de Nina Kühner (formada en Múnich) el entretenimiento está asegurado; hay mucha acción, ritmo y refinada coordinación de los tiempos sobre el escenario. Descolla por su estupenda voz e histrionismo el barítono brasileño Caio Monteiro (São Paulo, 1983), quien se gana a la platea encarnando al metepatas Germano, indiscreto, inocente, vivaz y juguetón empleado de Dormont (Vladimir Lortkipanidze), propietario del bar, tío y tutor de Giulia (Cornelia Isenburger).
Dormont quiere casar a su sobrina con el calavera y ricacho tiburón inmobiliario Blansac (Yoshiaki Kimura). Pero Giulia había contraído nupcias secretamente poco antes con Dorvil (Lianghua Gong), quien visita cada noche a su mujer, trepando por una escala de seda para deslizarse por el nicho del extractor de aire del local (escenografía y vestuario Hanna Zimmermann). A Giulia se le ocurre la idea de que su prima Lucilla (Nohad Becker), hija de Dormont, podría ser la pareja ideal para Blansac y decide oficiar de celestina. La Lucilla de la mezzosoprano Becker transmite mucha emoción a la sala con su interpretación.
Enredos y equívocos dominan el argumento. La soprano Isenburger encarna con brillante virtuosismo a Giulia y cautiva a los espectadores con su suave y aterciopelada voz. La Orquesta Filarmónica de Bielefeld interpreta la bella, vívida, contrastante, dinámica, colorida música de Rossini (que por momentos parece haber imbuído a la de los filmes de Charles Chaplin y Buster Keaton) de forma muy ajustada y elegante, bajo la batuta de Pavel Poplavski. El maestro de Pésaro exige a los cantantes no solo buenas cuerdas vocales e histrionismo, sino también ciertas acrobacias, casi como en una moderna comedia musical. Todo el elenco se desempeña muy bien ante los desafíos de la ingeniosa coreografía.
Destaca asimismo el Dorvil del tenor Gong con su voz argéntea, belcantista y potente. El tenorio Blansac de Kimura parece hecho a medida; su desempeño tanto lírico como actoral es notable. El tío Dormont del georgiano Lortkipanidze es sumamente convincente. Fuertes aplausos y ovaciones durante largos minutos cerraron la muy agradable velada de este otoñal sábado en Bielefeld, con temperaturas (8 grados centígrados sobre cero) insólitamente muy superiores a lo habitual para esta época del año.
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