España - Castilla y León

Garbiñe Muguruza y Eliahu Inbal: el triunfo del sistema

Samuel González Casado
lunes, 13 de junio de 2016
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Valladolid, viernes, 3 de junio de 2016. Auditorio de Valladolid. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Eliahu Inbal, director. José Miguel Asensi, trompa. Pauer: Concierto para trompa y orquesta. Ravel: Rapsodia española. Stravinski: La consagración de la primavera. Ocupación: 90 %.
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Mientras disfrutaba con el soberbio partido que Garbiñe Muguruza hizo para ganar su primer Roland Garros, me acordé de algo que en realidad es lo contrario a lo que estaba viendo en ese momento, y que curiosamente he escuchado decir tanto a tenistas como a pianistas (supongo que vale para cualquier instrumento o deporte): el sistema debe imponerse a las circunstancias. Es decir, uno debe haber trabajado lo suficiente en su vida (o sea, mucho) para poder crear una forma de organización propia que sirva para salir airoso más allá de la planicie o la inspiración eventuales, de buenos y malos días. En el caso de los tenistas Nadal o Muguruza, se dice eso de “ganar jugando mal”. En el caso del director de orquesta Eliahu Inbal no es así exactamente, pero a sus 80 años debe tirar de experiencia y talento para suplir algunas carencias físicas que le hacen transmitir cierta incertidumbre a la hora de sacar adelante obras complejas de montar, como la de la segunda parte del concierto que se comenta.

De hecho, la primera mitad en general no me convenció, y sin embargo la disfruté por múltiples circunstancias. El acompañamiento en la obra de Pauer fue grisáceo, porque le faltó presencia y precisión rítmica. La trompa es un instrumento cuyo volumen admite que el resto de la orquesta pueda desmelenarse un poco, y la esencia de este concierto precisamente parte de un potente diálogo del solista con la orquesta (además de consigo mismo). El primer trompa de la OSCyL, José Miguel Asensi, estuvo muy correcto, aunque eché de menos algo más de implicación en lo que la composición de Pauer propone: una estructura de tema con variaciones cíclico que sirve para transmitir estados de ánimo muy distintos, con capacidad para sorprender gracias a la transformación y retorno a su melodía principal. Pese a esto, el dominio de las capacidades técnicas y seguridad de Asensi son legendarios, y gracias a ellos se pudo disfrutar con variedad y sin el menor sobresalto de la parte solista de esta bonita obra.

En la Rapsodia española hubo buenas ideas, pero no acabaron de moldearse al cien por cien. La experiencia en este repertorio de Inbal no puede discutirse, y hubo momentos muy expresivos, aunque tímbricamente se sufrieron algunos desequilibrios que restaron exquisitez al conjunto. La cuerda no tuvo sus mejores días y, aunque este director no le da demasiada importancia a que suene redonda, en los momentos en que actúa de protagonista se desbocó un poco. Pese a ello, de nuevo se pudo disfrutar de la música gracias a que gran parte de lo que se hizo resultó muy personal y nada aburrido: sin que la ejecución fuera perfecta y el concepto apareciera en su esplendor, la calidad de todo lo que había detrás hizo que se sostuvieran.

Con la Consagración de la primavera hubo dos aspectos admirables, que en realidad es uno: precisión y transparencia. Fue una versión rápida en la que pudo oírse absolutamente todo, lo cual tiene su mérito si tenemos en cuenta que la sala es algo reverberante y la Consagración tiene una orquestación densa. En relación a esto se justifica, por ejemplo, la moderada presencia de la percusión, lo que amortiguó el “lado salvaje”, pero a la vez hizo que el sonido se proporcionara mágicamente y convirtió a todas las intervenciones de las familias en capítulos intachablemente imbricados en esta incontestable tesis sobre el equilibrio orquestal. Me faltaron, claro está, las grandes progresiones, sobre todo al final; pero la precisión y la implicación de todo el mundo (me gustaron especialmente las maderas), y una vez más ese fondo de armario repleto de recursos económicos y efectivos que tiene Eliahu Inbal, hizo de esta Consagración un todo coherente y enormemente disfrutable desde un conjunto de individualidades bien dispuestas.

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