España - Castilla y León
Cabezón, Bach y el cráneo de Santa Laura
Xoán M. Carreira

Afirma Antonio Baciero que Cabezón y Bach son "las dos puertas del Barroco", su comienzo y su final, y añade en las notas al programa que acompañaron a este recital que: "Desde la práctica de los modos eclesiásticos, los romances renacentistas y las canciones franco-flamencas, en Cabezón se manifiesta una riqueza evolutiva no menor que la experimentada por Bach desde los corales luteranos y prácticas litúrgicas a los aires cortesanos franceses, recogiendo ambos muy diversas estéticas hacia nuevas síntesis formales y técnicas: un lenguaje renovado que incluía tanto la capacidad de espontaneidad visionaria del genio, como las sabidurías contrapuntísticas estructurales, sin excluir en ambos las realidades pedagógicas en el ejercicio de su profesión."
Cuatrocientos cincuenta años después de su muerte, en la misma iglesia en la que se bautizó Cabezón, se celebró un recital en su memoria en la cual su música resonó junto a la de Bach en manos de un intérprete tan competente, inteligente, sabio, sensible y veterano -recordemos que el diablo sabe más por viejo que por diablo- como Antonio Baciero (Aranda de Duero, Burgos, 1936). A bordo de su piano recorrimos dos ríos cuyo enorme caudal sigue alimentando el inmenso mar de la música occidental para tecla. Más aún que sus argumentos literarios, la retórica musical de este gran intérprete evidenció la desmesura artística de ambos compositores-intérpretes que asombraron a sus contemporáneos y siguen dejándonos boquiabiertos varios siglos después.
Los historiadores culturales nos preguntamos a menudo si la erección de un artista al canon es debida a sus virtudes estéticas de su obra o a su acierto para presentarla en el lugar, momento y ante el público adecuado. ¿La memoria póstuma de Chopin hubiera sido igual sin el mecenazgo de los Rotschild? ¿Su admirado Bellini sería el paradigma del belcanto si sus óperas se hubieran estrenado en Catania en vez de París? La Justicia se representa cegada y no hay la menor evidencia de que en el caso de los veredictos históricos la Justicia haga trampa y se levante la venda. En cualquier caso, nuestro sistema de valores estéticos usa como vara de medir los paradigmas y resulta irrelevante que la importancia de Cabezón se deba a haber sido el músico de Felipe II o a su portentoso talento contrapuntístico. En la recepción del arte el factor relevante son las emociones mientras que el sistema productivo se limita a ser la explicación del cómo, cuándo, dónde, de quién, para quién .... El reconocimiento como canon es lo que lleva las obras de arte a los museos y las obras musicales a las salas de concierto, y la de paradigma la que convierte sus copias en material de merchandising o sus interpretaciones en repertorio.
Bach y Cabezón nos siguien asombrando; el asombro es una emoción intelectual, pero emoción al fin y al cabo, lo miremos desde las perspectivas platónica, kantiana, spinoziana o la que se nos ocurra. Por eso Cabezón es un compositor canónico y las Diferencias sobre el canto del caballero son una obra maestra -o sea, un paradigma- tanto para William Byrd como para Antonio Baciero, tanto para los aristocráticos invitados de Queen Elisabeth como para quienes nos reunimos en la iglesia de San Estebán de Castrillo Mota de Judíos (58 habitantes, censo de 2015), tan amada por Antonio de Cabezón, quien sin duda se sentiría feliz de saber que cuatrocientos cincuenta años después de su muerte entre su público se encontraba absorta la cabeza de Santa Laura, reliquia regalada en 1549 por el Príncipe Elector Federico II a Cabezón, quien a su vez la depositó en su pueblo natal como patrona del lugar [leer documentación]. Una prueba más de que no todos los músicos cobraban sus servicios en tabaqueras de plata o bolsas de taleros.
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