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Componiendo horizontes, Jornadas AEOS sobre la crisis de público de la música sinfónica

Redacción
martes, 29 de noviembre de 2016
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Encender el móvil en un concierto en lugar de apagarlo y amplificar la experiencia mediante elementos interactivos; escuchar -copa en mano- música clásica en directo en un pub; acudir a un evento donde la orquesta sinfónica actúa con The Pet Shop Boys... Son algunas de las originales fórmulas para atajar la crisis de público que vive la música clásica y que se analizarán en las IV Jornadas AEOS-Fundación BBVA, que este año se celebran bajo el lema Componiendo horizontes.

La cuarta edición de esta conferencia bienal que reúne a músicos, gestores culturales y público general se celebrará en el Palacio del Marqués de Salamanca -sede de la Fundación BBVA en Madrid- el martes 29 y el miércoles 30 de noviembre. Contará con representantes de las 28 orquestas españolas que se integran en la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas [AEOS], de formaciones de referencia internacional como la Orquesta Filarmónica de la BBC y laYouth Orchestra of the Americas YOA, de instituciones académicas como la Guildhall School of Music & Drama (Londres) y el Conservatorio de París, y de organizaciones profesionales como la Asociación Francesa de Orquestas y la Federación Europea de Jóvenes Orquestas Nacionales. El objetivo es “analizar y cuestionar lo que somos y lo que queremos ser, comparando modelos y compartiendo opiniones para obtener nuevas herramientas con las que crecer y seguir haciendo excelencia en la cultura”, afirma Ana Mateo, presidenta de AEOS.

Para Ana Mateo, la situación de las orquestas en España “está marcada por la crisis. Por un lado, nos ha pasado factura y hemos tenido muchas dificultades para cumplir con los presupuestos. Pero, por otro, nos ha obligado a buscar nuevas maneras de llegar al público y de hacer más con menos. La buena noticia es que se avista el final de la crisis y todas las orquestas seguimos aquí, algo que no ocurre en todos los países de nuestro entorno”.

En España el 24,5% de la población ha asistido a algún concierto de música actual en el último año y el 23,2% al teatro. La cifra contrasta con el 8,6% que representa la asistencia a conciertos de música clásica. El fenómeno  no es exclusivo de nuestro país, pues, como apunta John Sloboda, profesor de investigación en Guildhall School y una autoridad internacional en psicología de la música, “en Estados Unidos la asistencia a conciertos de música clásica ha caído un 30% en las tres últimas décadas; el descenso es especialmente significativo en el público menor de 50 años”.

Cambiar dimensiones, espacios y formatos

Sloboda, que dirige en Guildhall el programa de investigación Understanding Audiences, propone algunas dimensiones clave para entender el alejamiento del público joven de los eventos de música clásica. Una es “lo predecible frente a lo impredecible: en un concierto de pop, folk o jazz no sabes de antemano qué van a tocar, ni cómo va ser el escenario, la luz, la indumentaria del grupo o el nivel de improvisación sobre temas conocidos. Todo lo contrario ocurre cuando se trata de música clásica”. El contraste surge también en “la dimensión personal versus impersonal. En música clásica el intérprete ideal se hace invisible dentro de la orquesta o exagera su presencia si se trata de un solista; también del público se espera que se concentre exclusivamente en la música, sin interactuar con la orquesta ni siquiera con quien se sienta a su lado”. Relacionada con este aspecto está la “dimensión de lo activo frente a lo pasivo. En una obra de teatro, la risa del público forma parte del desarrollo positivo de la obra; en un concierto pop hay libertad de movimientos, conversación, baile y aplausos…”.

Sloboda hace notar que, en cambio, los Proms -conciertos de la BBC en el Royal Albert Hall de Londres y, simultáneamente, en espacios abiertos de otras ciudades del país- “funcionan tan bien porque la sociabilización se induce desde el momento en que se hace cola para entrar; hay espacios para pasear durante el concierto, y el flujo de espectadores o la posibilidad de que te entrevisten en una conexión en vivo con otras sedes alimenta la sensación de ser parte de algo más grande; incluso la opción de estar de pie, sentado o tumbado proporciona un toque informal. Todo esto se suma a interpretaciones del máximo nivel para un programa muy bien escogido”.

El programa Understanding Audiences también ha probado con éxito de público la inclusión de música clásica en pubs. El esquema siguió el procedimiento habitual en el que la entrada da acceso a toda la noche, pero con una hora de música clásica en lugar de pop. En esta hora, una orquesta de doce instrumentos interpretaba fragmentos y arias de Handel. Llegado el momento, el pub estaba completamente abarrotado y todos eran menores de 35 años. La gente estaba de pie, sentada en el suelo o apoyada en la pared, con una copa. “Un presentador-explica Sloboda- iba entre los músicos, preguntándoles sobre su instrumento o la pieza que iba a tocar. El ambiente era el de una fiesta, con mucho margen para que el público reaccionara a lo que ocurría en el escenario, risas, comentarios con los demás asistentes y libertad para moverse. Y, sin embargo, había bastante silencio durante la interpretación. El aplauso era frecuente, vocal y entusiasta, lo que animaba mucho a los músicos y a toda la sala. La gente se encontró no solo con Handel y una magnífica interpretación, sino con los intérpretes y su entusiasmo por la música, y con los demás asistentes, en una combinación bastante poco frecuente y, por eso, única”.

La BBC Philharmonic Orchestra ha optado por añadir a su programación nuevas formas de presentar la música clásica. Una de ellas es, explica Simon Webb, su director general, “las Red Brick Sessions, una serie que lleva a la música a nuevos espacios, como la universidad, y donde el programa combina el repertorio clásico con el contemporáneo. En lugar de pedir al público que apague su móvil le decimos que lo encienda, pues a través del smartphone o de la tablet se puede hacer zoom sobre la orquesta y seguir, de forma sincronizada con la música, la partitura y las notas al programa, con la opción de comentar en directo. Se trata de realzar la experiencia concertística. También recurrimos a los conciertos de géneros cruzados: cada año celebramos Philharmonic Presents, un concierto en el que tocamos con artistas de pop y rock, como The Pet Shop Boys, Boy George, Clean Bandit,  John Grant, The 1975, Jarvis Cocker, Richard Hawley y The XX”.

Enseñar a vivir la música

“Con la desaparición paulatina de las humanidades y de la música en etapas fundamentales de la educación a las orquestas nos toca hoy implicarnos más en la educación de los niños y jóvenes que serán el público de mañana”, señala Ana Mateo. Y para eso, lo primero es reivindicar el papel que el arte desempeña en las capacidades cerebrales y el rendimiento académico y profesional general. En esta línea, Eric Booth, otro de los ponentes de las jornadas, indica: “Estudios recientes muestran que quienes reciben mayor educación temprana en arte y música alcanzan tasas significativamente mayores de logros profesionales en ciencia y tecnología. Si lo piensas es lógico: la formación artística y musical estimula la curiosidad y la búsqueda creativa de soluciones, te enseña a manejar procesos complejos, te exige trabajar en equipo y te infunde tolerancia a la incertidumbre y gusto por innovar. En fin, muchas de las capacidades que se precisan para tener éxito en el mundo profesional”.

Primero actor de Broadway y luego empresario de éxito, Eric Booth acabó dedicándose a la enseñanza artística y la educación musical en Estados Unidos. Autor de The Music Teaching Artist’s Bible,  ha sido profesor en la Juilliard School de Nueva York y en la Universidad de Stanford. Se le considera un innovador en creatividad docente, es asesor de seis de las diez principales orquestas de Estados Unidos y la primera persona que ha sido investida doctor honoris causa en Teaching Artistry (New England Conservatory, 2012).

Booth explica que, mientras el profesor de Música del colegio sabe de metodología de la educación, el teaching artist es un músico profesional que, además de su trabajo como intérprete, lleva a cabo actividad orientada a despertar la sensibilidad artística y enseñar a disfrutar de la experiencia del arte. “Por diversas razones, la mayor parte de la gente nunca ha encontrado la manera de activar su propia capacidad artística y el derecho a vivir la riqueza que el arte proporciona. Los artistas educadores son expertos en eso. Y su campo de actuación crece a medida que más sectores de la sociedad descubren lo que un músico educador puede aportar. Aprender a disfrutar de la música acelera la recuperación en enfermos hospitalizados, alivia el estrés, y mejora el ambiente y los indicadores de salud en las residencias de mayores. Vivir la música reduce la tasa de reincidencia en personas que salen de la cárcel y aumenta el compromiso de los alumnos con dificultades escolares”.

Mikel Cañada, coordinador del Departamento Educativo de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y ponente en las jornadas, destaca que "en España se está trabajando en esta línea desde hace varios años. Precisamente uno de los proyectos que se presentan en estas jornadas, Mosaico de Sonidos -desarrollado por la AEOS con Plena inclusión y la Fundación BBVA-, es un buen ejemplo de ello: 150 músicos de 14 orquestas trabajan con personas con diversidad funcional para conectarles con el universo sonoro e un proceso creativo. No enseñamos música, sino que hacemos música. En este proyecto están también implicadas otras artes escénicas como la danza y el arte dramático".

Cañada hace notar que "en España también existe una gran distancia entre la ciudadanía y la música: llevamos 8 años en descenso de público, de número de conciertos y de recaudación, con un ligero cambio de tendencia en 2015. Esto hace cada vez más necesaria la figura del músico mediador que tienda puentes entre la música y la sociedad, más desde la experimentación que desde la imposición de modelos establecidos. En nuestro país se realizan aproximadamente 1600 conciertos al año, a los que asisten un millón de personas, destinados a públicos no habituales: público joven, mayores, colectivos en riesgo de exclusión, personas con diversidad funcional... Paralelamente se realizan talleres y actividades complementarias destinadas a sensibilizar y acercar nuestros lenguajes a las personas, siempre desee estrategias innovadoras desde el punto de vista metodológico y conceptual".

En opinión de Booth, “los músicos tienen el poder de cambiar el futuro del público y el arte. El 96% de la población tiene poca o ninguna conexión con esta enorme riqueza que es la música. Es necesario un cambio muy profundo y los músicos son agentes clave. El intérprete que acepta su papel como artista educador, o artista ciudadano, o artista que trabaja con comunidades y colegios -da igual el nombre que les des- son embajadores: conectan la música orquestal con los demás tipos de música que están presentes en esas comunidades, en lugar de separarlas. Abrazan la alegría de la música y se lanzan a explorar su viveza. No separan su faceta educadora de la de músico: ambas permean sus intereses vitales y su relación con los demás. De esta forma, encuentran maneras de abrir los conciertos y crear nuevos formatos que acogen a un público más amplio y le ayudan a conseguir una conexión personal relevante con la música. Esto no significa simplificar la música clásica para ampliar su público, sino abrir caminos a la experiencia directa del poder que contiene. Los músicos educadores saben cómo hacer esto”.

Se buscan nuevos líderes

Las jornadas analizarán cuáles son las nuevas habilidades y herramientas personales con que han de contar los intérpretes, tanto desde el punto de vista de su aportación a un equipo -la orquesta- como desde su potencial emprendedor. En este espacio intervendrá, entre otros, Mark Gillespie, director artístico y gerente de la Youth Orchestra of the Americas YOA.

Gillespie, pianista de formación, había comenzado una pujante carrera como compositor y productor de música pop junto a Rodney Jerkins -promotor de figuras como Michael Jackson, Whitney Houston y Beyoncé- y llevó a TLC y Brandy Norwood a las listas de los más vendidos. Sin embargo, un accidente sufrido en Noruega a la edad de 25 años le dejó parcialmente sordo de un oído y su vida dio un giro hacia la gestión, en particular con la YOA Orchestra of the Americas, a la que conoció en su gira europea de 2006.

Creada en 2001, la YOA es una orquesta formada por 80 músicos de entre 18 y 30 años de edad procedentes de 25 países del hemisferio occidental, pero fundamentalmente americanos. De hecho, su misión institucional es capacitar a jóvenes líderes musicales para transformar sus sociedades de origen, en América y fuera de ella. Cada año celebran audiciones a través de YouTube en las que participan -sin coste alguno para ellos- un millar de candidatos, 80 de los cuales son seleccionados para participar en un programa de formación gratuito y a tiempo completo cuyo etapa central se desarrolla en julio y agosto, a través de una residencia intensiva de dos semanas y una gira de un mes que cada año lleva a la YOA a un lugar del mundo diferente. Hasta ahora, 250 alumnos de la YOA se han incorporado a orquestas profesionales. Lo aprendido allí ha servido a muchos de ellos para poner en marcha más de cuarenta instituciones diferentes, parte de las cuales trabajan en zonas de menor desarrollo económico y social.

Una de las iniciativas desarrolladas por Gillespie en la YOA es el Global Leaders Program, que decidió poner en marcha porque “la sociedad anima al músico a perfeccionar su talento, pero esto tiende a enjaularlo. Muchos intérpretes acaban sintiéndose desconectados de la vida real y preguntándose si no hay algún horizonte más amplio en el que puedan desarrollarse. Este es el núcleo del Global Leaders Program: el convencimiento de que músicos consumados pueden beneficiarse de ideas y herramientas en las que nunca habrían pensado”. En este curso de un año de duración, cuyo cuerpo docente incluye dos premios Nobel, los participantes se forman en capital cultural, metodologías docentes, psicología, emprendimiento, colaboración público-privada, modelos de negocio, marketing, gestión, liderazgo, y derecho mercantil y de la música, entre otras materias. Los conocimientos se ponen en práctica en una veintena de misiones sobre el terreno de entre cinco días y una semana de duración que tienen lugar en países como Chile, Brasil, Canadá, Estados Unidos, Puerto Rico o Perú.

Gillespie está convencido de que el auge de la educación musical está generando no solo nuevas oportunidades profesionales para los músicos, sino un verdadero proceso de transformación social en muchos países. “Los programas de formación orquestal han demostrado estar entre las maneras más eficaces y eficientes de integrar a los niños en el tejido social al proporcionarles orientación, hábitos y capacidades que forman la base del éxito a largo plazo en la vida. Estos programas necesitan músicos que sean a la vez líderes capaces. Cuando se escriba la historia de la música del siglo 21, estoy seguro de uno de sus capítulos estará protagonizado por el renacimiento de las orquestas sinfónicas como herramientas de capacitación”.

El músico formado en un programa de liderazgo es, en cualquier caso, un valor añadido para su orquesta y su entorno, a los que puede contribuir de diversas maneras: “Desde participar en una actividad extraescolar para transmitir su oficio de una manera atractiva con un grupo de niños hasta participar en sesiones de planificación estratégica en las que conjugue un conocimiento profundo de la música con el del mercado cultural y sus necesidades”.

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