Italia
Fervor patriótico
Anibal E. Cetrángolo

Aquellos turistas, todavía quedan algunos, que no opinan que Venecia “da para un par de días”, conocen aquel trono de piedra que en el Torcello se atribuye a Atila, pero más allá de la tradición, el personaje está fuertemente vinculado con estos lugares y esta ópera de Verdi es una de aquellas que La Fenice considera como propia: no solo vio la luz en este teatro en 1846 sino que hasta el mismo texto alude al teatro y a su ave emblemática obstinadamente resurgente. Pensando en la patria italiana canta Foresto: "Qual risorta fenice novella, / Rivivrai più superba, più bella".
Esta producción de la ópera verdiana resulta de una colaboración de la Fenice con el Teatro Comunale de Boloña y con el Teatro Massimo de Palermo. Los compañeros musicales de Abbado en Bolonia y Palermo, fueron respectivamente Michele Mariotti y Daniel Oren. En Venecia el responsable de lo musical fue Riccardo Frizza.
Daniele Abbado, el responsable escénico de este espectáculo itinerante, lee la opera sin dejarse llevar por las connotaciones que determinan la historia y el libreto de Solera. En esta versión, eso sí, se muestra de manera clara el compromiso de este título verdiano con las circunstancias políticas que lo vieron nacer, las luchas por la unidad política de Italia. Su lectura, a pesar de ello no es lineal y no resulta un panegírico de los “buenos”: se pone en evidencia la complejidad de los personajes evitando caracterizaciones de tipo maniqueista.
La labor del Maestro Frizza fue encomiable. Apuntó sobre todo a lo enfático, al fervor patriótico, "risorgimental", del melodrama. Puede decirse por eso que lo espectacular ideado por Abbado se armonizó con cuanto se escuchaba desde el foso orquestal. Frizza leyó de forma apreciable el hermoso preludio y si bien a veces -el tercer acto- la sonoridad del grupo resulto estridente, su trabajo no descuidó los momentos liricos: debo agradecerle en especial modo su esfuerzo por evidenciar la delicada trama de la orquesta que acompaña el aria del “fuggente nuvolo” de Odabella. Allí, más allá del imprescindible trabajo de los solistas del grupo orquestal, he apreciado en especial modo la lectura de las violas de la Fenice que mostraron de manera eficacísima el murmullo del “rivo” que evocan las semicorcheas.
El protagonista de esta versión fue el joven bajo Roberto Tagliavini. El cantante parmesano posee un bellísimo timbre y, como su voz se mueve mejor en la zona aguda de su registro, parece muy adecuado a este papel. Frasea bien y es perfecto en lo escénico. Cantó muy bien ese estupendo momento verdiano -caballo de batalla de los bajos- que es la caballeta “Oltre quel limite”.
La soprano coreana, que hemos conocido hace poco en Parma, confirma la opinión que tuve en aquella ocasión cuando la Yeo protagonizó Giovanna d’Arco. Se trata de una cantante en poder de una bella voz, mórbida y pronta para la agilidad. Estas virtudes le permitieron exhibir una eficaz prestación de la citada y maravillosa aria que abre el primer acto "Oh! Nel fuggente nuvolo". Por otro lado, y esto va en detrimento de la prestación de la soprano, el rol es complejo: en otros momentos, los más, la parte requiere un brío que no está en el abanico de posibilidades expresivas de esta cantante. Si se piensa que Odabella es parienta de la Abigail de Nabucco, es necesario reconocer que aquellas características de ímpetu no son el fuerte de la Yeo. Su prestación, de todas maneras, fue muy digna y, en lo vocal, el agudo resultó demasiado abierto en el forte.
Stefan Pop -Foresto- es un tenor rumano muy activo que comenzó su carrera de la más promisoria de las maneras: siendo muy joven fue elegido por Franco Zeffirelli para una famosa producción romana de La Traviata, la de 2009. Tiene una voz de hermoso color, importante volumen y es, si bien de manera genérica, expresivo. Todo esto, desgraciadamente debe hacer las cuentas con un vibrato veloz, constante y, para mi gusto, muy fastidioso, que llega hasta mostrar como incierta la afinación. En lo actoral este cantante es muy limitado. Dicho esto, debo declarar que Pop es un caso, al menos lo es para mí. El tenor es presentado con una promoción impresionante: los comunicados de prensa recogen opiniones que lo anuncian como el nuevo Caruso, como el Pavarotti redivivo. Además de estas publicidades poco medidas hay otro elemento que me sorprende, y que también asombró al público que me circundaba en el teatro el domingo veneciano, y que, confieso, atenta contra mi objetividad: durante la representación un grupo diminuto de espectadores, ubicados en el mismo sector del teatro, manifestaron por Pop un fervor que, según mi opinión es digno de causas mejores. Considerando cuánto esta devoción, en absoluto compartida por el resto del público, fue focalizada a esas pocas personas, pienso en una claque. Espero no sea así. Esta fue mi primera experiencia de escucha live de Pop y estaría felicísimo de corregir esta primera impresión, no estupenda de este artista; el cantante es muy joven y mi expectativa, grande.
El barítono coreano Julian Kim fue muy correcto en su presentación del papel de Ezio, una responsabilidad que no es excesivamente exigente ni en lo vocal ni en lo actoral. Kim tienen un bello timbre. Resultó que en la segunda parte de la representación, tal vez por cansancio vocal, su voz se quebraba. Resultaron muy correctas las participaciones de Mattia Denti -el Papa Leone- y Antonello Ceron. Excelente la labor del coro que preparo Claudio Marino Moretti.
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