Alemania
Con la Novena de lleno en 2017
Juan Carlos Tellechea

Cuando uno ingresa al histórico e imponente edificio de la Filarmónica de Essen inaugurado en 1904 con un concierto dirigido por Richard Strauss; reconstruido entre 1949 y 1954; y posteriormente remozado y modernizado entre 2002 y 2004), a un lado de los antiguos jardines de la ciudad, tiene la sensación de estar muy lejos de las crisis que han llevado a cotas de desempleo sin precedentes en las últimas décadas a la cuenca del Ruhr.
Aqui dirigió Gustav Mahler el estreno de su Sinfonía número 6 , en la menor, Trágica, el 27 de mayo de 1906, y Max Reger presentó por primera vez sus Cuatro poemas sinfónicos para gran orquesta según Arnold Böcklin , opus 128, el 12 de octubre de 1913.
La ciudad fue y es todavía asiento de las mayores siderúrgicas alemanas (Krupp, Hoesch y Thyssen, hoy fusionadas en Thyssenkrupp), antes, durante y después de las dos grandes Guerras Mundiales, con todas las connotaciones (y complicidades) políticas, militaristas, económicas y sociales que esto ha representado en el último siglo.
Si uno observa al elegante público que acude a presenciar el primer concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Essen, dirigida desde 2013 por el checo Tomáš Netopil (Kroměříž/Moravia oriental, 1975) no parece que las profundas y dolorosas (para la clase trabajadora) transformaciones de que todavía es objeto la región más industrializada de Alemania les haya hecho mucha mella. Por el contrario, parecen prometerse entrar en 2017, un año que se vislumbra lleno de incertidumbres, con mayor confianza, brío y energía aún. Agradecen a Ludwig van Beethoven el vigor adicional que les prodigan, tanto el rejuvenecedor baño con su novena y última sinfonía (1824), la Coral (cuyo movimiento final fue adoptado en 1985 como el Himno Europeo), como el humanismo de los versos de Friedrich Schiller (1759 – 1805), musicalizados e incorporados a ella.
La Oda a la alegría fue compuesta por Schiller en 1785 (en Gohlis, actualmente un barrio de Leipzig), por encargo del editor de sus obras, Christian Gottfried Körner, a quien le uniría una gran amistad, para el ritual del banquete masónico de la logia de Las tres espadas de la ciudad de Dresde, aún hoy activa:
Freude, schöner Götterfunken,
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische, dein Heiligtum.
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werden Brüder,
Wo dein sanfter Flügel weilt.
(¡Alegría, bella chispa divina, / hija del Elíseo!/ ¡Penetramos ardientes de embriaguez,/¡Oh celeste, en tu santuario!/Tus encantos atan los lazos/que la rígida moda rompiera;/y todos los hombres serán hermanos/bajo tus alas bienhechoras.)
La gran sala auditorio Alfried Krupp, con capacidad para casi 2.000 espectadores, está colmada de público. En algunos sectores los espectadores deben presenciar de pie el concierto. Pero esto no les importa.
Netopil, quien trae consigo el tradicional bagaje musical de su país, donde se formó primero como violinista y en direccción orquestal, antes de completar sus estudios con el finés Jorma Panula en el Royal College of Music de Estocolmo, insinua de entrada que va a ofrecerá una versión singular de la colosal obra. Ésta se interpretó por última vez en 1991 en un concierto de Año Nuevo en la Filarmónica de Essen y era aguardada con gran expectación.
Desde el épico comienzo (Allegro ma non troppo. Un poco maestoso) el director resalta matices que no se subrayan habitualmente en las más conocidas y casi canónicas interpretaciones clásicas. El tempo de Netopil es aquí pronunciadamente diferente. Enfatiza en los pasajes que descubren toda la belleza del (para la época) nuevo lenguaje de la obra y disfruta paseándonos por ella con gran deleite. Es detallista, punzante, claro y estricto en una ejecución de titánica tensión. Se destacan las cuerdas en todo su esplendor. El entendimiento entre el Netopil (cuyo contrato ha sido prolongado hace poco hasta la temporada 2022/2023) y la orquesta es evidente.
El público aplaude efusivamente entre los movimientos antes de que la Filarmónica pueda pasar primero alinfernal, electrizante Scherzo: Molto vivace. Presto (que parece evocar las interpretaciones del mítico Herbert von Karajan),y después al más sosegado, espiritual, religioso, soñador, cálido Adagio molto e cantabile. Andante moderato.
El deslumbrante Finale: Presto, primero, con las recapitulaciones de los movimientos anteriores y después, sin música orquestal, con las vibrantes palabras (excelente el bajo-barítono Baurzhan Anderzhanov) introductorias de Beethoven a la Oda de Schiller llega a uno de sus momentos culminantes iniciales:
O Freunde, nicht diese Töne!
Sondern lasst uns angenehmere anstimmen,
und freudenvollere.
Freude! Freude!
"¡Oh amigos, no esos tonos!/Entonemos otros más agradables y/llenos de alegría./¡Alegría, alegría!"
El Philharmonischer Chor Essen (muy bien preparado por Patrick Jaskolka) hace una interpretación
muy cuidada. Las voces femeninas y masculinas, envueltas por la orquesta (un muy buen trabajo de cuerdas, maderas), se alternan de forma exacta ordenada y equilibrada al declamar las estrofas del gran poeta alemán.
Así avanza, asciende, remonta y se supera a si misma la sinfonía. El tenor (Dmitry Ivanchey), la soprano (Jessica Muirhead), la contralto (Karin Strobos) y los coros alcanzan niveles apoteósicos. La ejecución de los Filarmónicos de Essen impresiona, sacude, subyuga a la platea con este majestuoso, espléndido y exquisito mensaje de fraternidad universal de Beethoven. ¡Inolvidable!!!
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