Artes visuales y exposiciones
Todo lo que usted quería saber sobre los papas y no sabía dónde preguntar
Juan Carlos Tellechea

Una imponente exposición titulada Die Päpste und die Einheit der Lateinischen Welt [Los papas y la unidad del mundo latino], la primera de su género en el orbe, tiene lugar hasta el próximo 31 de octubre en los Museos Reiss-Engelhorn (REM) de la ciudad de Mannheim. El catálogo de 544 páginas ha sido publicado por la editorial universitaria Schnell und Steiner de Regensburg.
La muestra, codirigida por la prestigiosa Universidad de Heidelberg, la más antigua de Alemania, fundada en 1386, se realiza paralelamente a la celebración de la Iglesia Evangélica alemana del 500º aniversario de la Reforma Protestante, iniciada por el monje augustino Martín Lutero en 1517. Lutero defendía, en 95 tesis presentadas en Wittenberg (hoy estado federado de Sajonia-Anhalt), su doctrina sobre la salvación solamente por la fe y atacaba la venta de indulgencias propiciada entonces por el papado para acumular dinero a cambio de un supuesto perdón de los pecados.
Se exhiben en Mannheim más de 300 piezas, entre obras de arte, documentos y objetos de enorme valor histórico del período de 1.500 años que va desde el pontificado de San Pedro hasta el de Clemente VII (Giulio di Giuliano di Medici) y el cisma de la Iglesia Católica con la Reforma Luterana, en torno a 1530.
Para el director general de REM, Alfried Wieczorek, la exposición, que abarca una superficie de 2.500 metros cuadrados repartidos en tres pisos del Museo del (ex) Arsenal (Zeughaus-Museum) de la ciudad, ofrece una oportunidad única para entender las raíces de las confesiones cristianas en Europa. Evocar en este 2017 los 500 años de la Reforma implica también verter una mirada a los siglos de historia previa común, afirma.
Preparado durante varios años y a un costo millonario en euros, es éste el mayor proyecto y el más ambicioso que he dirigido en toda mi vida, acota por su parte el renombrado historiador Stefan Weinfurter, jefe de la sección de investigación sobre Historia y Legado Cultural de la Universidad de Heidelberg.
Entre los objetos más espectaculares figura el denominado Kaiser-Papst Rotulus (Rollo de Emperadores y Papas) del siglo XV que presenta 1.400 años de historia cristiana, en una serie de 15 pergaminos adheridos consecutivamente, con una longitud total de casi 7 metros; desde Jesús, pasando por San Pedro y San Pablo, hasta el papa Eugenio IV, el veneciano Gabriele Condulmer (1431-1447), y la sucesión de emperadores desde César y Octaviano/Augusto hasta Segismundo (1410-1437).
El rollo que contiene, entre otras figuras, la de la legendaria papisa Juana (supuestamente Juan VIII, muerto en circunstancias nunca aclaradas, cuyo pontificado duró una década, entre 872 y 882) fue confeccionado en la región del Rin y el Meno y ha sido cedido para la muestra por la Biblioteca Estatal de Berlín. Irene de Atenas (c. 752-803), emperatriz de Bizancio, es la única monarca cuya efigie aparece en ese pergamino.
Uno de los episodios más tristes y dramáticos, desde el punto de vista cultural, es el que vivió en 1622 la impresionante Biblioteca de la Universidad de Heidelberg, la madre de todas las bibliotecas, según su director, Veit Probst. Tras el saqueo de la ciudad por tropas católicas durante la guerra de los Treinta Años (1618 – 1648), la entonces Bibliotheca Palatina (fundada en 1430) se convirtió en botín de guerra y sus fondos fueron transportados a lomos de más de 200 mulas hasta el Vaticano (vía Múnich) para terminar a manos del papa Gregorio XV (1621 – 1623), Alessandro Ludovisi.
De los más de 3.500 manuscritos y 13.000 libros impresos regresaron a Heidelberg en 1816, tras el congreso de Viena, 847 (en idioma alemán) y algunos que habían sido cedidos (1797) por la Iglesia Católica a Francia. Gracias a la digitalización a partir del siglo XXI se ha logrado tener acceso a esos documentos de Heidelberg acaparados en la Biblioteca Apostólica Vaticana.
Durante un recorrido con la prensa, el director de la Biblioteca de la Universidad de Heidelberg nos mostró el ímprobo trabajo que están realizando sus expertos con modernas tecnologías para poner vía internet al alcance de todo el mundo los fascímiles de los códices (3.524 en total), libros impresos e incunables (aproximadamente 5.000) que mantiene en sus instalaciones, entre ellos el valioso Codex Aureus de Lorsch.
Durante este periplo informativo hemos tenido además la oportunidad de ver las ruinas de la Abadía Imperial de Lorsch, cerca de Worms, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El monasterio de Lorsch, del 764, fue uno de los más célebres de la época carolingia y su antiguo pórtico real (Königshalle), del siglo XI, es el más antiguo y hermoso de la arquitectura de los tiempos de Carlomagno.
La exposición de Mannheim comienza con la presentación en una vitrina de la Capsella di Samagher, un cofrecillo-relicario con marfil taraceado y ornamentaciones de plata (hallado en la iglesia de San Hermargoras, en Samagher, Croacia), precioso documento del primer arte paleocristiano, cedido por el Museo Arqueológico Nacional de Venecia (completamente restaurado allí por un equipo multidisciplinario de especialistas).
La pequeña caja fue confeccionada probablemente en un taller romano a mediados del siglo V para ser obsequiada al emperador de Occidente Valentiniano III y muestra en una de sus figuras principales una de las escasas reproducciones del presbiterio de la antigua Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Por vez primera pueden apreciarse aquí reconstrucciones digitales de Roma en la Edad Media y de la antigua basílica de San Pedro, construida entre 326 y 333 por el emperador Constantino I y que se erigía donde ahora se halla la actual basílica, edificada entre 1506 y 1626 por orden del papa Julio II (1503-1513), Giuliano della Rovere, conservando algunos de los elementos de su predecesora.
También se ha reconstruido para la muestra la tumba del apóstol, crucificado bajo el régimen de Nerón en el año 64 en un extremo del Circo Romano, donde se levantaba el obelisco egipcio de Heliópolis (testigo de aquel cruento hecho, hoy en la plaza de San Pedro). La sepultura se encontraba fuera del circo, en la Colina Vaticana, a 150 metros del lugar de su muerte, convertido primero en un santuario y tres siglos después en el emplazamiento de la antigua basílica.
Del papa Julio II, mecenas de grandes artistas como Rafael Sanzio, Bramante y Miguel Ángel, puede admirarse en Mannheim el retrato al óleo sobre madera (entre 1545 y 1546) de Tiziano (1488-1576), una de las obras maestras del Alto Renacimiento conservada en la Galleria degli Uffizi, Galleria Palatina, de Florencia. El atuendo del pontífice era el que utilizaba en sus audiencias, durante las que administraba justicia. En sus manos el pintor reprodujo las ricas joyas por las que sentía especial cariño este miembro de la noble familia della Rovere, originaria de Savona, Liguria.
Relatar la historia de cada uno de los papas a través de los 2.000 años transcurridos desde Pedro hasta la actualidad llevaría gruesos volúmenes enciclopédicos. Por eso, es no menos vasta y sumamente interesante la labor desplegada por el historiador alemán Volker Reinhardt, quien en su nuevo libro Pontífice. La historia de los papas desde Pedro hasta Francisco (editorial C.H. Beck, de Múnich ) responde a casi todas las preguntas que pudieran haber quedado sin respuesta en la exhibición. Reinhardt narra de forma erudita, fluida y con una velocidad asombrosa la historia a través de los siglos de los sucesores de Pedro en su interdepencia y entrelazamiento con los gobernantes seculares en cada una de sus épocas.
Por supuesto, el papa Alejandro VI (1492 – 1503), Rodrigo Borja, figura en esta nómina; un personaje inescrupuloso y criminal que ascendió en la jerarquía de la Iglesia Católica por nepotismo (era sobrino de Calixto III, 1455 – 1458, Alfonso de Borja) y que al llegar al solio pontificio se las arregló para consolidar a su familia dentro de la nobleza italiana y acrecentar su poder. El pontificado de Alejandro VI fue traumático para la Iglesia Católica. Sus hijos, Lucrecia, Juan, César y Jofre fueron instrumentos de sus maquinaciones; estuvo involucrado en decenas de situaciones políticas, intrigas, tormentosas y alevosas relaciones entre los poderes internacionales desencadenadas por él mismo. Fue la época del descubrimiento de América por Cristobal Colón (1492), la apertura del mundo, la unidad de la Iglesia que le aseguraba asimismo nuevas fuentes de tributos, las bulas Inter Caetera (1493) e Ineffabilis (1497) y la confirmación del Tratado de Tordesillas (1494) entre España y Portugal.
Cuadros, esculturas y manuscritos originales, así como reproducciones de importantes monumentos subrayan la importancia del obispo de Roma no solo como autoridad espiritual en la evolución teológica de la Iglesia Católica, sino como instancia supranacional que marcó la historia europea. Una tercera parte de las piezas presentadas provienen de los Museos Vaticanos y se muestran por primera vez fuera de esas instituciones.
La exposición concluye con el cuadro Papa II (1951), de Francis Bacon (1909 -1992), cedido por la Kunsthalle de Mannheim, el segundo de la serie de tres obras de este tipo, inspirado en el retrato pintado (1650) por Diego Velázquez (1599-1660) de Inocencio X (1644-1655), Giovanni Battista Pamphili, de la nobleza romana. En el lienzo de tonalidades grisáceas se ve a un pontífice sentado sobre el trono de San Pedro, rodeado de líneas que semejan los barrotes de una jaula, profiriendo un prolongado y desgarrador grito, como si el peso de esa función fuera humanamente insoportable.
Aunque exige del espectador la inversión de bastante tiempo y varias horas de aguante, la exhibición es muy recomendable y vale la pena visitarla. Quien se interese por los detalles no podrá eludir en reiteradas oportunidades realizar una planificación previa de lo que quiere ver concentrada y esencialmente.
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