Alemania

El diablo se cuela por la pantalla chica

Juan Carlos Tellechea
lunes, 15 de enero de 2018
Alessandro Borghesani © T. Krefeld Mönchengladbach Alessandro Borghesani © T. Krefeld Mönchengladbach
Mönchengladbach, lunes, 15 de enero de 2018. Teatro de Mönchengladbach (Unión de los Teatros de Krefeld y de Mönchengladbach/Baja Renania). Teufelskreis (literal: Círculo del diablo). Compañía Ballett von Robert North. Coreografía y compilación musical Robert North. Asistente de coreografía Sheri Cook. Escenografía Udo Hesse, según un concepto de Manfred Gruber. Vestuario Udo Hesse. Vídeo Peter Issig. Dramaturgia Regina Härtling. Intérpretes: Elissa Rossignoli (madre), Marco A.Carlucci (padre), Radoslaw Rusiecki (hijo), Irene van Dijk (hija), Luca Ponti (abuelo), Raphael Peter (maestro), Alessandro Borghesani (diablo). Damas: Victoria Hay, Teresa Levrini (dos amigas), Alicia Fossati, Jessica Gillo, Yasuko Mogi, Yoko Osaki, Amelia Seth, Yoko Takahashi. Varones: Illya Gorobets, Takashi Kondo, Giuseppe Lazzara, Robin Perizonius, Francesco Rovea. Música de Richard Wagner, David Byrne, Frank Skriptschinski, Einstürzende Neubauten, Max Roach, Christopher Benstead, Dimitri Yanov-Yanovsky, Alberto Iglesias, Jean Sibelius, Johann Sebastian Bach y Michael Jackson. 100% del aforo.
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La historia de este ballet es normalísima. Al coreógrafo estadounidense Robert North (Charleston/Carolina del Sur, Estados Unidos, 1945) le ha bastado observar una familia moderna para inspirarse. ¡Y cómo! Ha conseguido un colorido, agitado y fascinante espectáculo de noventa minutos de duración con mucha ironía, buen humor y, por ende, optimismo sobre el futuro de la juventud de nuestros días.

El título de la obra en alemán es Teufelskreis, algo así como Círculo del Diablo si lo traducimos literalmente al español. La palabra tiene en realidad un doble sentido, porque Teufelskreis se interpreta libre y habitualmente como círculo vicioso. Ambas acepciones pueden tener aquí cabida, porque quien cae en manos del Diablo no puede liberarse fácilmente de sus garras y así lo ven los 20 bailarines que reúne North en esta coreografía, estrenada mundialmente en 2005 por el Aalto Ballett Essen (Cuenca del Ruhr) bajo el nombre de Wie ihr's wollt (Como queráis) y readaptada ahora para la Unión de los Teatros de Krefeld y de Mönchengladbach (Baja Renania).

Para North el Diablo (genialmente encarnado por el bailarín Alessandro Borghesani) es una figura que está permanentemente al acecho, que lo observa todo, que nunca se cansa, que resiste todas las situaciones y que se entromete en nuestras vidas fingiendo ser nuestro mejor amigo y consejero, nuestra mejor compañía en los momentos de soledad, confusión, dolor y desesperación.

No es una concepción meramente religiosa y antimediática la que anima al coreógrafo, formado en Londres en la Royal Ballet School y en el Contemporary Dance Theatre (sus líneas son indelebles), sino una forma de describir los peligros que acechan al hombre moderno con la revolución digital, el consumo de alcohol y drogas, el desempleo y la falta de perspectivas para los jóvenes.

El televisor (escenografía de Udo Hess) que manipula con el telemando el hijo de la familia (muy bien Radoslaw Rusiecki) sirve a Satanás para colarse furtivamente en el hogar y... una vez dentro... en sus ordenadores. La fascinación que ejerce el Diablo (vestido de rojo y con el rostro pintado de blanco, como una máscara) no es nueva; ya la ilustraban El Bosco y Pieter Brueghel en sus cuadros, Johann Wolfgang von Goethe y Thomas Mann en sus obras literarias. Lo nuevo aquí es el método, aprovechando las nuevas tecnologias que a Lucifer le vienen de perillas.

Pero nada es ostensiblemente serio en esta pieza, todo es muy divertido, mordaz, sarcástico, burlón, cáustico, punzante, socarrón, caricaturesco, sin embargo, la procesión va por dentro y da asimismo para reflexionar. Reconocemos en cada ágil movimiento y contorsión de los bailarines todo lo que el coreógrafo quiere mostrarnos con absoluta seriedad, aunque valiéndose de un lenguaje reidero. A la familia moderna (excelentes Elisa Rossignol, la madre; Marco A. Carlucci, el padre; Rusiecki, el hijo; Irene van Dijk, la hija; y Luca Ponti, el abuelo) le ocurren todos los clichés de este planeta.

La madre, en su frustración, es tentada por el Diablo al alcoholismo; el hijo, sin perspectivas de futuro, alentado al consumo de drogas; el padre siempre trabajando y no muy cerca de los problemas familiares; la hija, enamorada de su maestro (Raphael Peter), queda embarazada y se convierte en madre prematura (con mucha comicidad es presentado el momento en que se desvela el acontecimiento); el único que parece tener entereza espiritual y moral es el abuelo, quien pese a sus achaques (que al final desaparecen y se convierte en otro de los jóvenes bailarines abandonando a silla de ruedas) defiende a capa y espada la integridad de la familia con su bastón a modo de varita mágica.

Hay varios golpes cómicos a lo largo del ballet creados con gran inventiva por el coreógrafo. Entre otros, la joven primeriza sale con el bebé en su cochecito, se encuentra en un parque con otras jóvenes en la misma situación y se produce un singular pas de cinq con bailarines ya mayores que de pronto saltan del interior de esos pequeños, pero robustos vehículos sobre ruedas donde se encontraban ocultos.

Todo es ilusorio y un poco ingenuo, pero North parece creer firmemente en la institución familiar como columna vertebral de la sociedad; en ello se manifiesta cierta religiosidad del artista estadounidense, contada con una intensidad de movimientos sin par, con gran expresividad, creatividad, inventiva, fuerza y energía. Por supuesto, un ballet no puede, y el coreógrafo tampoco lo intenta, suplantar ni a una vasta filosofía sobre la existencia humana ni a una explicación más o menos teológica sobre el origen del mal. Le es suficiente con describir una situación por todos conocida de forma más o menos amena.

Del Diablo no se escapa nadie y toda la platea queda atrapada por el embeleso macabro y satírico de su personaje. Su número más espectacular lo lleva a cabo sobre el gigantesco teclado de una computadora al frente del escenario y con su monitor al fondo. Él es quien nos prodiga todos los males de este mundo: las guerras, las epidemias, las catástrofes, las sequías, la miseria, el hambre, las violaciones de los derechos humanos, el consumo desmedido y sin sentido cuyas imágenes se pueden ver en la pantalla.

La música (banda sonora), con fuertes ritmos, excelentemente compendiada por North comienza con la Obertura de El holandés errante, de Richard Wagner, por la Orquesta Filarmónica de Berlín, dirigida por Daniel Barenboim y concluye con Jam, de Michael Jackson; una mixtura que encaja perfectamente en las diversas atmósferas que crea la coreografía y en los diferentes mensajes de cada una de las escenas. Al Diablo le queda reservado el último segundo de la representación y muy prestamente aprieta la tecla de apagado de la computadora...los aplausos y ovaciones del público son a esta altura incontenibles; los gritos de ¡bravo, bravo, bravo !, las zapatetas sobre el piso y las silbatinas de aprobación hacen temblar la sala. ¡Fue una velada maravillosa!

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