Bajo la alfombra de Enrique Granados
30] El Himno a San Granados, por Amadeu Vives
José María Rebés
Por el interés humano de este artículo -escrito en el verano de 1897- de Amadeo Vives, e incluso por su estilo literario, creo que vale la pena insertarlo tal cual, simplemente traducido del catalán en el que se escribió, un catalán pre-Pompeu Fabra que tiene un encanto especial para mí. El compositor de Collbató nos presenta aquí a su amigo Enrique Granados como una figura por encima de su tiempo. Esta opinión perduraría a lo largo de la vida de Vives, como demostraría en las notas que escribió tras la muerte de su amigo leridano.
Enrique Granados1
Amigo Narcís Fuster: Dios sabe con cuánta pesadumbre escribo estas líneas que para honrar la ilustre personalidad de Enrique Granados ha tenido a bien solicitarme.
Viéndome obligado por prescripción facultativa a realizar un viaje al Monasterio de Montserrat he de haceros este trabajo en medio del tráfico del viaje, dada la premura de tiempo con la que lo necesitan. Aquí pues, camino de Sant Jeroni,2 sentado en las rocas, os escribo estas líneas a prisa y corriendo, creyendo que os las tomaréis a buena voluntad, no solo usted sino aquel a quien van dedicadas, que de sobras sabe mi afecto por él, tanto en lo que se refiere al amigo como al artista, ambos merecedores de toda consideración.
Hablar de Granados es hoy por hoy ligeramente escabroso. Parece ser que el intento de revelar una nueva personalidad artística lleve siempre a la idea escondida de tirar por tierra los pedestales que sostienen las viejas personalidades. Está claro que eso es una puerilidad y no obstante es un hecho.
Comparar artistas con artistas en nuestro país significa no apreciar las diversas cualidades de uno y otro, para determinar la idiosincrasia particular de cada uno (aquí solo se entiende un más o menos absoluto) sino el propósito de levantar a uno para hundir al otro. Nada más falso que eso. El arte es muy distinto de la política, que solo desea tener un ídolo (o un cacique), los artistas podemos tener devoción a muchos santos a la vez y no es cierto aquel dicho que dice que si se reza a un santo se enfada el otro. Po eso quiero entonar hoy un himno a San Granados, sin miedo de que se ofendan otros que también son santos de mi devoción.
He dicho que hablar de Granados era algo escabroso. Lo es también por otro motivo. Un nuevo artista, cuando lo es verdaderamente, lleva siempre en una mano la luz de una nueva vida y en la otra la antorcha del incendiario. Por eso el nuevo arte no es siempre revolucionario. Pero la antorcha no sirve para aniquilar el arte viejo por antiguo, que es eternamente moderno por la vida intensa que lleva sus entrañas, sino el arte estancado, rutinario, enfermizo y circunstancial, aquel que es proclamado como verdadero por las multitudes pero que está al mismo inferior nivel que ellas. Claro, no pueden soportar que se hable de ellas. Su mediocridad triunfante teme al arte sano y verdadero lo mismo que el hombre malvado a la justicia.
Ahora bien: Granados hace un arte sano, joven, fuerte y vigoroso, por eso los artistas mediocres se le rebelan. Por eso al hablar de él se ha de tener en cuenta la fuerza y el poder de las multitudes, que serán sus enemigas naturales mientras no se haya asimilado su obra artística y forme como parte integrante de su vida.
Hace ya algunos años que conozco a Granados. Él tocaba entonces en el Café de Barcelona,3 que ya no existe. Nos hicimos amigos enseguida. Nada tan agradable como recordar muestras conversaciones de aquellos tiempos, tan francas, tan sinceras, tan llenas de buena fe. Ahora nos parecen inocentes como nos lo parecen nuestras antiguas opiniones. Sus primeras composiciones datan de aquella época, puesto que Granados no es uno de aquellos pianistas a los que la afición de ser compositor se le despierta a última hora. Antes que todo es compositor a pesar de sus grandes cualidades naturales de pianista y de haber llegado a ser gracias a ellas uno de los primeros virtuosos del piano en España.
Las obras de aquella época con pequeños fragmentos para piano por el estilo del Álbum de la juventud de Schumann. Se encuentran ya en germen en aquellas composiciones primeras todas sus cualidades principales; hijas más de la intuición que del estudio.
Después estuvimos mucho tiempo sin vernos, durante el cual él se dedicó principalmente al estudio del piano. Estudió en París dos años y parece que durante aquella temporada se adormeció su vena de compositor.
Por muy grande que fuera la fe que yo tenía en Granados, eso de no vernos más, oír hablar poco de él, etc., etc., hizo que se borrara algo de mi cerebro todo el relieve que había adquirido su figura, e incluso aquellas hermosas melodías que tanto me habían agradado hace años se me presentaran más borrosas y esfumadas, haciéndome dudar de su gran valor real. Pero Granados trabajaba en la sombra y en el misterio, elaborando con tiempo y constancia la riquísima miel con la que nos regalará después abundantemente. ¡Y tanto!
De repente se presenta en el mundo musical como el autor de aquellas Danzas españolas que habían de dejar parados a los músicos más eminentes de Europa, por su inspiración y por su novedad melódica y armónica. ¡Triste cosa! De aquellas danzas, verdaderas joyas artísticas, de las que se han hecho trece o catorce ediciones y casi todas se han vendido fuera de España, se han tocado en el extranjero en muchos conciertos por verdaderas eminencias pianísticas siempre con un éxito satisfactorio, pero aquí nuestros pianistas como buenos compatricios las desprecian a la hora de ponerlas en sus programas.
Todo el mundo sabe ya que Granados es el autor de la Miel de la Alcarria4y la María del Carmen,5 dos obras de Feliu i Codina de las cuales he de decir (concédame el derecho que se le permite hasta al hombre más ignorante) que la primera no me gusta nada de nada y la segunda la veo sin aburrirme, pero también sin interesarme gran cosa.
Pues bien, la primera ya la ha juzgado el público y lo ha hecho favorablemente haciendo justicia a su autor. En Miel de la Alcarria hay páginas de primer orden y una jota que es a mi juicio la mejor de todas las jotas que se han escrito hasta la fecha.
El tercer acto, que contiene fragmentos de música religiosa, es de un efecto escénico tan grande, que a pesar de lo insustancial de la letra produce una honda impresión en el ánimo del espectador. No digo nada de aquella riqueza rítmica que España tiene en Granados un ejemplo único, ni de aquella delicadeza exquisita que es la nota característica de su temperamento, ni de tantas y tantas maravillas como hay encerradas en aquellas páginas admirables que honran tanto a su autor y a su país.
Para acabar, ja sé que lo que voy a decir escandalizará a mucha gente, pero convencido y leal lo proclamo a los cuatri vientos: Granados es la figura más grande que en el arte español ha fulgurado en más de cincuenta años. Cuando se ejecute la María del Carmen todo el mundo me dará la razón. Entonces se verá cómo la ciencia de un Massenet y de un Saint-Saëns queda pálida al lado del genio de Granados y cómo María del Carmen es muy superior a las Manons, a los Sansons y al Nerón de Rubinstein, que se estrenará este año.6
Amadeo Vives
P.D.: En los sesudos periódicos de Barcelona no se permite decir estas verdades. Permítanme pues los lectores este desahogo necesario ante el encogimiento inverosímil de la crítica barcelonesa.
Notas
1. "La Veu del Vallés", Ripollet: 1 de agosto de 1897
2. Sant Jeroni es el pico más alto del macizo de Montserrat. Cerca de la cumbre hay una ermita, a la que se puede llegar caminando desde el Monasterio de Montserrat.
3. En realidad era el “Café de las Delicias”, que estaba al pie del Teatro Principal, en Las Ramblas de Barcelona. Anteriormente, hasta 1850, se había llamado “Café de los Guardias”. Como tal, fue objeto de la zarzuela “El café de Barcelona”, compuesta por Ramón de la Cruz en 1788. En marzo de 1891 se inauguró el “Lion D’Or” en el local donde antes estuviera el Café de las Delicias. Era un local realmente espacioso, con una gran sala circular.
4. La música incidental para Miel de la Alcarria se estrenó el 6 de julio de 1897 en el Teatro de Novedades de Barcelona.
5. La ópera María del Carmen se estrenó el 12 de noviembre de 1898 en el Teatro-Circo Parish de Madrid. Este teatro fue Inicialmente creado como Circo Price, por el nombre de su primer propietario, Thomas Price (1813-1877), pasando a denominarse Parish tras la muerte del propietario y la adquisición del teatro por parte de William Parish (1852-1917).
6. Se refiere al estreno en Barcelona. El estreno absoluto de la obra se produjo el 10 de febrero de 1884 (en Rusia ese día era el 29 de enero, puesto que todavía usaban el calendario juliano). El estreno en el Liceo de Barcelona se produjo el 26 de enero de 1898.
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