Italia
e vo gridando: pace! e vo gridando: amor!, un Simon Boccanegra atemporal
Lars Hvass Pujol
La primera representación del Simon Boccanegra tuvo lugar el 12 de marzo del 1857 en el Teatro la Fenice de Venecia, pero no fue muy bien acogida por el público y el mismo compositor la dejó apartada durante veinticuatro años, hasta que en el 1881 volvió a trabajar en ella junto con el libretista Arrigo Boito y la presentó en el Teatro alla Scala de Milán.
La nueva ópera, pues muchos fueron los cambios que Verdi impuso a su obra, suponía una clara prueba de la evolución del compositor durante esos decenios, durante los cuales había abandonado progresivamente la fórmula dramatúrgica de dividir las escenas en arias y recitativos, y adoptando la nueva idea de actos enteros en los que la música no se interrumpiera nunca, como de hecho Wagner había ya establecido desde los años cuarenta.
Aunque ya la primera versión contenía muchas de esas reformas provenientes del otro lado de los Alpes (lo que probablemente ayudó a la incomprensión por parte del público de la ópera en el 1857), la nueva versión integraba plenamente la idea casi romántica del drama y asumía un estilo compositivo basado en la palabra y su significado y no solamente en la línea melódica. El público había cambiado en esos años, y la renovada obra de Verdi fue un éxito manteniéndose en repertorio hasta hoy.
El nuevo Simon Boccanegra es una ópera con una fuerte implicación política -y con un mensaje de paz y concordia entre los distintos territorios y pueblos italianos- que hay que escuchar teniendo presente que fue escrita entre las dos guerras de independencia italianas y que fue reescrita cuando aún el nuevo estado italiano era frágil e inestable. Aunque la trama esté situada a mediados del siglo XIV, las guerras entre güelfos y gibelinos recordaban mucho la contemporaneidad del publico de Verdi, y gran impresión habrá causado en el Teatro alla Scala el 24 de marzo de 1881 el grito de paz entre Génova y Venecia que Boito escribe para que el doge Boccanegra pronuncie ante el Consejo genovés «e vo gridando: pace! e vo gridando: amor!» entre las diferente clases sociales de la ciudad de Génova y entre las ciudades/estado de la península italiana, que para él eran o tenían que ser una única patria, motivo de preocupación y de debate político más que contemporáneo.
La producción en Bolonia esta temporada está retomada de un viejo Simon Boccanegra que se vio ya en Bolonia y Reggio Emilia en el 2007 (bajo la dirección de Michele Mariotti), en Palermo dos años más tarde, en Parma en el 2010 y en 2012 en Nice. Firmada por Giorgio Gallione, la dirección escénica, junto con la escenografía y el vestuario de Guido Fiorato y la iluminación de Daniele Naldi, es de gran simplicidad y buen gusto, ambientada en una Génova contemporánea a los hechos. La ciudad aparece simbólicamente en una gran plataforma de mosaico que representa la plaza de Campo Pisano, con la proyección de la imagen de Génova de Hartmann Schedel publicada en el Liber Chronicarum (1493) o en un olivo para representar el jardín mediterráneo. Desgraciadamente la bellísima producción vuelve a Bolonia sin algunos de los elementos más significativos de la escenografía como las paredes de piedra blanca y verde típicas de la ciudad, con lo que el palco queda bastante vacío y los cantantes se mueven a veces en un espacio un poco demasiado desierto, especialmente teniendo cuenta la importancia de algunas escenas íntimas a las que les falta una ambientación adecuada.
Muy correcta la dirección musical de Andrii Yurkevich, que consigue introducir algunos matices interpretativos de gran interés a la tradición ejecutiva del Simon Boccanegra, y en sintonía con coro, orquestra (los cuales se sienten claramente cómodos en este tipo de repertorio) y solistas.
El primer elenco ha obtenido un gran éxito con el público boloñés, y con mucha razón. Calmo, grave e imperioso el Simon Boccanegra de Dario Solari, con el justo balance entre por un lado la figura del doge que gobierna ante las constantes rebeliones de sus compatriotas sin temor y que impone la paz entre plebeyos y patricios, y por el otro lado la figura de padre, enternecido ante el descubrimiento de la verdadera identidad de Amelia Grimaldi (su hija María) y perdonando a su adversario político Gabriele Adorno que comparte un romántico amor con María. Ésta ha sido interpretada por Yolanda Auyanet, de bellísimo timbro aterciopelado, en perfecta harmonía vocal con su enamorado Gabriele Adorno, maravillosamente interpretado por Stefan Pop, al cual tenemos la suerte de escuchar cada vez más a menudo y que reafirma en cada producción su inteligencia vocal e interpretativa recompensada por el merecido aplauso del público. El primo elenco viene completado con un interesante Michele Pertusi en el papel de Jacopo Fiesco, de voz timbrada y adecuada expresividad severa para el viejo noble, amargado por la muerte de la hija y la desaparición de la nieta, pero muy enternecedor al momento de perdonar a Boccanegra al encontrar de nuevo a María, su rival político y padre de su única nieta.
Muy diverso el Fiesco del segundo elenco, cantado por el bajo profundo Luiz-Ottavio Faria, de voz grande y redonda pero igualmente interesante a nivel dramático y vocal. Junto a la joven y prometedora Alessandra Marianelli, que ha ofrecido una Amelia Grimaldi muy joven de espíritu y pasión, los dos han salvado un elenco que ha tenido en cambio aspectos menos positivos en el Simon nervioso y poco seguro vocalmente de Stefano Antonucci y el Gabriele Adorno de Sergio Escobar demasiado forzado y poco elegante.
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