España - Cataluña

¿Dónde están flauta y carrillón?

Jorge Binaghi
miércoles, 15 de agosto de 2018
Broggi: Die Zauberflöte © Toti Ferrer, 2018 Broggi: Die Zauberflöte © Toti Ferrer, 2018
Peralada, lunes, 6 de agosto de 2018. Auditori del Parc del Castell de Peralada. Die Zauberflöte, Viena, Theater auf der Wieden, 30 de septiembre de 1791. Libreto de E. Schikaneder y música de W.A. Mozart. Dirección escénica y escenografía: Oriol Broggi. Vestuario: Berta Riera. Video: Francesc Isern. Luces: Albert Faura. Intérpretes: Andreas Bauer (Sarastro), Liparit Avetisyan (Tamino), Kathryn Lewek  (Reina de la Noche), Olga Kulchynska (Pamina), Adrian Eröd (Papageno), Júlia Farrés-Llongueras (Papagena), Francisco Vas (Monostatos), Anaïs Constans (Primera dama), Mercedes Gancedo (Segunda dama), Anna Alàs (Tercera dama) , Christopher Robertson (Orador),  Gerard Farreras y Vicenç Esteve Madrid (Sacerdotes y Guerreros), Lluís Soler (tercer sacerdote), Tres niños  (seis niñas del Cor Infantil Amics de l’Unió-VEUS). Orquesta y coro del Teatro (preparado por Conxita García). Director: Josep Pons. Festival Peralada 2018
0,0005109

Esos dos instrumentos son los que nos salvan de diversas maneras, y pese al título me parece que eran necesarios ambos (según Mozart y Schikaneder) para ayudarnos a hacer frente a la vida y a la muerte. Pues si lo eran entonces y para semejante compositor, hoy los necesitamos más que nunca, así que mejor que nos los vayan devolviendo quienes los han ocultado, usurpado, deformado … 

Ha sido la única ópera escenificada con dos representaciones (producción propia del Festival; no aparece otra institución colaborando en la misma) y si los resultados han sido estimables también se ha palpado cierta desilusión. Se trataba del debut operístico de Broggi y su equipo. El joven director de escena es uno de los mejores activos en Cataluña y el más directo ‘heredero’ de las teorías y escenificaciones de Peter Brook. A mí me ha interesado siempre mucho, aunque me empiezan a llegar campanas distantes de ‘gente del oficio’ según las cuales ‘varios’ (no sé cuántos ni quiénes) han decidido que ya ha acabado el período de gracia. No me extraña: ha sucedido con Flotats, Pasqual, y probablemente seguirá sucediendo. No será una novedad para los que nos movemos en el mundo de la lírica que existan capillas y rivalidades en otros sectores. 

Digamos que yo fui con un pre-juicio positivo en base a lo que hasta ahora había visto (mucho) de Broggi. Pero probablemente, en su afán de ‘servir a la música’ (no seré yo quien se lo critique) se quedó algo corto o predominó demasiado la timidez o la discreción. Se reconocieron enseguida sus marcas estilísticas: un escenario despojado, unas sillas, unos palos, proyecciones muy interesantes que en la primera parte se valían de las ilustraciones de Doré para la ‘divina’ Commedia de Dante y en las que se leía muy claramente el camino de perfección y de conocimiento, lo que iba muy bien con lo que la obra cuenta. Pero en la segunda parte no sólo nos quedamos en lo mismo sino que retrocedimos (siluetas de Salzburgo y una figura de mujer, evidente sobre todo cuando aparecían Pamina y Papagena, sobre las que podemos discutir, pero que no resultaron claras). La iluminación fue buena, los trajes heterogéneos, a los cantantes se los dejó sobre todo cantar en posiciones cómodas (aplausos), pero no se les pidió mucho como actores y salvo Monostatos y las tres damas o los niños, parecían ir por libre. Los niños. La primera vez que se los menciona se dice ‘drei’ (tres) y así aparecen fugazmente. A la siguiente son ya seis y lo seguirán diciendo. ¿Por qué ese número y por qué seis niñas? Averígüelo Vargas. Y antes de que nadie me atice por antifeminista recordaré que hasta hace relativamente poco, y a veces incluso ahora, más que niños se recurría a tres cantantes femeninas (que a veces desafinaran más que los niños o niñas actuales es otra cuestión). 

Y ahora, el ‘detalle’ que creo más superfluo, y que a mí me molestó más. Aparece un actor, muy bueno, encarnando a un tercer sacerdote que no existe en la obra, y que relata lo que no vemos o sabemos, o repite algunas frases, y a veces se apodera de los recitativos de otro personaje (por lo que puedo recordar, del Orador, reduciendo aún más el papel de éste). La gente tiene que entender. De acuerdo; también puede pensar un poco, que no hace daño, e informarse mínimamente antes de asistir, que tampoco estaría mal. Además, hay subtítulos a ambos lados del enorme escenario del Auditori  (y como el calor era imposible y no había ni una brisa ligera las cigüeñas no intervinieron como suelen). Ahora bien, no soy yo quien tenga nada contra que esta parte añadida se haga en catalán, pero me preocupa que otro personaje (Monostatos, excelente Francisco Vas, como siempre) pase del catalán al alemán sin tampoco saber por qué. El resto de los personajes se expresa en alemán, aunque Papageno agrega algunas morcillas en castellano para extranjeros. Los subtítulos están en catalán y castellano, y por supuesto que está bien, pero al menos debería figurar el francés, vista la cantidad de asistentes que hablan dicha lengua. Sería lo más razonable tratándose de un Festival (pero ya he dicho en la nota anterior que a lo mejor yo tengo otra visión de lo que debe ser una manifestación de este tipo. Siempre he pensado que, festivales o no, se trata de nivelar por arriba y no por abajo). 

El coro estuvo bien (más sonora la sección masculina) y la orquesta correcta, pero Pons dio una lectura  con momentos buenos -la obertura- y otros (particularmente los de Papageno en el segundo acto sobre todo) cansinos, con poco brillo de instrumentos (que las cuerdas de la orquesta del Liceu no tengan ese distintivo o les cueste alcanzarlo no debería invadir a la sección de maderas, que es muy buena). 

Y llegamos a los cantantes. Como otras óperas, ésta hace un cuarto de siglo o algo más se consideraba difícil y se reponía cuando se creía contar con garantías. Aquí el resultado no ha sido malo, pero tampoco de campanillas (como, sigo suponiendo, correspondería a un Festival). Hay varios nombres que se me ocurren para Sarastro antes que el de Bauer, que tiene un centro poderoso y poco más (no estoy pidiendo un Kipnis, quede claro). El Tamino de Avetisyan es interesante: excelente en los recitativos, en el canto hay mucha virilidad, pero poco refinamiento, vicios de engolamiento y pobreza o ausencia de medias voces. Cuando se cansa aparece el vibrato. Es cierto que hay un nombre con un enfoque de este tipo, antes de los Dermota, Simoneau, Wunderlich, Gedda o Beczala (que lamentablemente ya no canta el papel): Helge Roswänge, un cantante enorme pero que, un poco como Del Monaco, traía los papeles a su instrumento y personalidad. Si no se los tiene así de importantes aparecen las limitaciones del enfloque. Kulchynska ha sido proclamada una cantante sensacional desde su triunfo en el Viñas. Queda por demostrar. Canta bien, pero con una voz excesivamente metálica y tampoco son su fuerte los pianísimos. Por el contrario, y pese a su avanzado embarazo, fue excelente la reina de Lewek, que no es una simple coloratura sino que tiene carácter, fuerza, buen volumen y un extremo agudo y agilidades formidables aunque no todas fueran precisas.

Eröd es un cantante correcto y cuando le tocan papeles como éste en el que puede defenderse bien, conoce claramente, se mueve con gracia (no excesiva; también puedo pensar en varios nombres antes que en el suyo) y hasta pronuncia un castellano aceptable; su Papageno no será memorable pero es muy superior a Valentin o Pélléas, de los que le recuerdo ahora en Viena, donde es miembro del elenco estable. Papagena fue una discreta Farrés, que me ha interesado vocalmente más en alguna otra oportunidad.

Una lástima que Robertson haya tenido poco que hacer (sólo su primer y largo parlamento en las puertas del templo) porque, aunque algo engolado, este Orador sí tenía timbre de verdadero bajo.

Farreras y Esteve Madrid estuvieron francamente bien en sus dobles papeles. Y para terminar con una nota alta, las tres damas. Estuvieron muy bien ensambladas, se movieron bien (no mucho) y las voces se diferenciaban (y se oían) claramente. No me sorprendió la excelente Gancedo, y tampoco mucho la magnífica Constans (ella sí que, no habiendo sido primer premio del último Viñas, resultó interesantísima -y fue premio del Festival, como en su momento Kulchynska-), pero no conocía a Alàs y hacía mucho que me costaba reconocer la voz de la única mezzo del trío.

Había público, pero no todas las localidades estaban ocupadas. Las funciones se dedicaron a la memoria del periodista César López Rosell, desaparecido hace pocos días, y muy unido desde siempre al Festival. 

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.