Memoria viva

El ruido de la fuente no nos deja trabajar

Antonio Gómez Sotolongo
viernes, 14 de septiembre de 2018
Fuente del Palacio de Bellas Artes © Dominio público Fuente del Palacio de Bellas Artes © Dominio público
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Tristemente, quien diseña una fuente, imparte una clase o atiende a un paciente es quien sabe crear los vínculos más fuertes con el empleador, quien sea mejor amigo o batalle más en las campañas.

Estoy seguro que desde la antigua Roma hasta nuestros días nunca nadie tuvo que detener su trabajo por el ruido de una fuente, nadie tuvo que decir o escribir frases como: “el ruido de la fuente no nos deja trabajar”.

Estos artilugios fueron creados para servir de remansos de paz, de aguadas para viandantes acalorados y más recientemente para celebraciones multitudinarias. Pero jamás se escuchó el tronar del agua de una fuente. La paz que de ellas emana provocó siempre la inspiración de los poetas.

Pero eso fue hasta que remodelaron el Palacio de Bellas Artes de Santo Domingo, hasta que al otrora estanque apacible con chorros discretos se le adicionaron tecnologías de luces y chorros de agua de alta presión que toman alturas irreverentes, masas de agua que al caer producen sonidos ensordecedores, imposibles de sobrepasar, imposibles de contrastar con las voces del Coro, los tambores folclóricos, los instrumentos de la Sinfónica o las voces humanas que dialogan.

La fuente poco funciona y los miles que costó su remodelación naufragan. Desde su reapertura pocas veces se ha visto trabajando, unas por las deficiencias en el abastecimiento de electricidad y agua, y otras por el ruido que produce, un estruendo que impide laborar a las instituciones artísticas con cede en el clásico y bello edificio.

Esas cosas suceden porque no asistimos al bello espectáculo de una sociedad donde los méritos profesionales sean el valor primero para acceder a la realización de una obra, o simplemente obtener un empleo. Tristemente, quien diseña una fuente, imparte una clase o atiende a un paciente es quien sabe crear los vínculos más fuertes con el empleador, quien sea mejor amigo o batalle más en las campañas. Trágicamente, por inopia e indolencia, el currículo dejó de ser carta de presentación en la mayoría de los casos. Es por eso necesario que el 4 % del Producto Interno Bruto se dedique finalmente a la educación, que el Estado Dominicano simplemente cumpla y haga cumplir la Ley sin chistar.

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