Discos
El héroe urgente
Alfredo López-Vivié Palencia

“Y eso es exactamente lo que he intentado reforzar de manera clara en la grabación, siendo mi intención en estas interpretaciones que uno pueda experimentar las novedades de la Eroica tal y como se tuvo ocasión la primera vez.” En sus notas de la carpetilla Manfred Honeck se refiere a que “en tiempos de Beethoven los melómanos no estaban en absoluto preparados para esta radical originalidad, y sólo puedo imaginar la conmoción que les debió resultar”. Pues sí, en mi caso lo ha conseguido; aunque la reacción no encuentra explicación en esas notas, sino en la audición del disco.
Como es habitual, Honeck redacta su amplio texto con todo lujo de detalles sobre las imágenes que le sugiere cada uno de los pasajes de la partitura -siempre con indicación de número de compás y minutaje-, centrado en la idea de que es el propio compositor -y no Napoleón ni ningún otro ‘gran hombre’- el protagonista de la historia. Sin embargo, en las diez páginas que ocupa ese texto Honeck no hace ni una sola referencia a la revolución historicista, y me habría gustado leer su motivación de los tiempos, de los ataques, de la plantilla, del vibrato y del fraseo. Porque ahí radica la auténtica causa de que la escucha del disco le deje a uno conmocionado.
Los dos acordes iniciales son más que dos golpes: son dos bofetones, o dos latigazos, el segundo dado sin haber tenido tiempo de reaccionar al primero, habida cuenta de la velocidad que imprime Honeck (hasta el punto de que se ventila la primera sección -antes de repetirla- en 2 minutos y 50 segundos). No seré yo quien discuta una elección tan extrema del tiempo, salvo para dejar constancia de que a veces va en detrimento de la limpieza (a la orquesta le cuesta aclimatarse), y a veces a favor del efecto pretendido (la culminación de las disonancias -7’55’’-); del mismo modo que la coda -militarizada y a paso ligero- suena coherente con el carácter de lucha interna que defiende Honeck.
Pero no encuentro justificación para mantener la misma urgencia en la marcha fúnebre. Porque la rapidez no puede -no debería- soslayar la nobleza de este movimiento, que la tiene. Aunque reconozco, por ejemplo, que tiene sentido que Honeck plantee el episodio fugado (a partir de 7’00’’) como un Dies irae, con las trompas y los timbales sonando avasalladores; o que -hablando de trompas- descubra un antecedente directo del célebre comienzo de la Quinta Sinfonía al terminar la última explosión (12’05’’). Lo que no tiene sentido es que -escuchando la conclusión, igualmente imparable- el muerto no pueda descansar en paz.
El Scherzo sale impecable de articulación y contundente de carácter, con unas trompas en modo de cacería como pocas veces he escuchado. Y el Finale, como era de esperar, fulgurante en el arranque y en su conclusión, con algunas de las variaciones de nuevo militarizadas (3’54’’ en adelante), y con una larga pausa antes del final (6’05’’) para preparar la ascensión al clímax con -por fin- unas maderas dulces, una cuerda densa y un metal redondo.
No es mi Eroica, pero admito que se trata de una visión coherente, al tiempo que me quito el sombrero ante una orquesta tocando al límite de sus posibilidades, y del mismo modo envidio la excitación que -sin lugar a dudas- sintió el público asistente a esos conciertos. Como también la debió sentir ante la apabullante versión que William Caballero (primer trompa de los de Pittsburgh) ofrece del Primer concierto de Strauss: qué amplitud de sonido y qué virtuosismo, y qué ambiente festivo le sirvió Honeck.
Este disco ha sido enviado para su recensión por PR2 Classic
Comentarios